LA CASA
Arq. Alberto Alfaro
La casa y el Árbol
La casa, como el árbol, está vinculada al suelo, y en cierta manera nos vincula a la tierra; pero también como el árbol, la casa se erige, se eleva en un gesto ascendente cargado de significado, y es capaz de elevarnos con ella; así la casa nos recuerda nuestro lugar en el universo, nexo entre el cielo y la tierra.
La casa y el Templo
Al referirnos a la casa lo hacemos refiriéndonos al espacio profano, entendiendo el término profano no en sentido corriente, como lo opuesto a lo sagrado, sino como "... lo que se encuentra espacialmente delante de lo santo (fanum), lo que está a las puertas de lo sagrado" (J. Pieper, ¿Qué significa lo Sagrado?).
La casa se edificó rodeando el templo: es la imagen de la ciudad antigua y de la ciudad cristiana; la casa grecolatina de patio sirvió de modelo al primitivo templo cristiano; modelos distintos, a lo largo de los siglos y en las distintas regiones, conservaron esta armonía entre templo y casa, esta similitud de formas y complementariedad de escalas (el templo es "grande", no en sentido absoluto sino con respecto a la casa que lo rodea, y es rico, aunque sea de adobe como las casas del entorno: manifestará su riqueza, por ejemplo, al distinguirse de las casas por estar encalado, etc.). Pero en los últimos siglos, el esteticismo rompió esta alianza arquitectónica; el templo se concibió sin la casa, se edificó con pautas distintas y distanciadas, al tiempo que se rompía la imagen urbana; completando este proceso, hoy se edifican barrios enteros de casas sin templos.
Pero la proximidad entre el templo y la casa es, antes que física, proximidad de significados: y en todo caso, por una vez en la historia, casa y templo se aunaron: en Belén y en Nazaret. Allí la casa, como todas las casas fue el "albergue, el lugar, el resguardo que habita la familia" (M.D. Philippe, L'Activité Artistique), pero allí además la casa cubrió el Misterio y preservó la interioridad.
Nos ayuda a desentrañar el sentido de la casa, el preguntarnos si también la cueva de Belén fue una casa, si no fue arquitectónicamente insuficiente. Damos desde el punto de vista de la arquitectura, dos respuestas: 1º- La cueva habitada no es una solución atípica, es la habitación humana más antigua y siempre existieron cuevas habitadas hasta el día de hoy; esto también nos recuerda que la arquitectura es una colaboración en distinto grado entre el sitio natural y la obra humana ("la casa no es piedra sobre piedra sino piedra sobre un sitio", Arq. Mario Botta, y "la arquitectura es la inspiración de un sitio" Le Corbusier). Siempre existieron viviendas para cada región en las que predomina el elemento natural sobre el construido, que van desde el "iglú" del esquimal hasta el rancho de nuestras pampas, que son una maravilla: aquí se erige el mismo suelo, hielo o barro. 2º- la otra razón que damos para considerar al portal de Belén como una casa es que una casa no es simplemente una casa por su arquitectura sino por quien la habita: lo mismo puede decirse del templo. En este sentido, un palacio deshabitado es una "tapera", y la cueva de Belén es la verdadera casa, el verdadero sitio para el hombre y para la familia, el paraíso recuperado.
La casa es un bien útil, al servicio de quien la habita
Para concebir una casa, hay un largo camino abierto, pero deben cubrirse ante todo las condiciones de habitabilidad. En apoyo de esta primacía de la finalidad, proponemos varios textos de fray Marie Dominique Philippe de la obra que ya citamos.
"Una casa debe ser ante todo habitable por el hombre; ella debe ser para él un lugar de reposo, de quietud, de comunión".
"Siendo respetada esta primera finalidad de bene vivere, estas obras hechas por el hombre, casa o templo, pueden ser más o menos armoniosas, más o menos bellas, hechas con un material más o menos precioso, según una forma más o menos pura; ellas pueden más o menos adaptarse al medio natural en el cual se las edifica, a la comunidad a la cual se integran. La pintura y la escultura pueden cooperar a hacer de estas obras construidas por el hombre no solamente habitaciones indispensables, sino verdaderas obras de arte, obras maestras de elegancia y de nobleza".
"La obra arquitectónica está en la cumbre de las actividades artesanales, en el sentido en que es una obra útil, y mismo la obra útil por excelencia: el albergue, el lugar, el resguardo que habita la familia, la obra más necesaria y más fundamental puesta al servicio de la comunidad más fundamental y más necesaria: la familia".
La arquitectura es un arte simbólico; como la música no se halla ligado al mundo de la representación. Para mejor comprender este aspecto, vemos lo que nos dice Otto von Simson:
"El pensamiento moderno le ha cortado al símbolo, a la imagen, todas sus amarras metafísicas; para Nietzsche el arte era una mentira, el producto de la voluntad heroica del artista de "huir de la verdad" y de crear esa "ilusión" que es lo único que hace llevadera la vida. La edad media percibía la belleza como el splendor veritatis, como el esplendor de la verdad; la imagen no se percibía como ilusión sino como revelación" (Otto von Simson, La Catedral Gótica).
Creer que lo visible nos puede llevar a lo invisible, significa en primer lugar creer que lo invisible es real, y no dudar de lo visible.
A descubrir el sentido de la casa nos ayuda nuevamente el Padre Philippe:
"En la medida en que la obra arquitectónica es una obra útil eminentemente y por ello mismo, sobrepasa el orden de lo útil, y en esa misma medida ella se impone significando "algo". Ese algo es precisamente la armonía del medio vital inmediato, la armonía de aquello que mide al viviente y a sus actividades propias; es también la que religa al viviente al medio geográfico en el cual se encuentra, permitiendo dominarlo, defenderse de él y utilizarlo. (El medio vital inmediato del hombre no es el mismo sobre el trópico que sobre un país nórdico)".
"La arquitectura debe expresar la armonía de la estructura del medio vital, la armonía de aquello que mide las operaciones del hombre y le permite tender a su plenitud".
"La arquitectura debe hacer surgir del ensamble, de la yuxtaposición, de la unión de las partes materiales del edificio, la forma, expresando la armonía del medio vital inmediato".
"El medio es precisamente lo que envuelve, lo que permite la expansión, lo que conserva, lo que defiende, lo que preserva...".
La casa y la Biblia
Preguntarnos por la casa nos lleva también a preguntarnos por su origen: en la Biblia lo encontramos después del pecado, junto al origen del templo; antes del pecado, el paraíso es casa y templo, no existen como realidades separadas; la Jerusalén Celestial se nos presenta también como una ciudad sin templo: un espacio donde vuelven a convivir Dios y el hombre. Mientras tanto, la casa y el templo señalan una distancia a recorrer, que es como un anhelo:
"Habitar en la Casa del Señor por muy largo tiempo".
El origen de la distinción entre templo y casa lo podemos vislumbrar en Gn. 3, 8 y 9:
"Oyeron a Yahvé Dios que se paseaba por el jardín al fresco del día, y se escondieron de Yahvé Dios el hombre y su mujer en medio de la arboleda del jardín. Pero llamó Yahvé Dios al hombre diciendo: ¿Dónde estás?, y éste contestó: te he oído en el jardín, y temeroso porque estaba desnudo, me escondí".
Del texto sacamos: el hombre estaba desnudo, a la intemperie; busca refugio entre los árboles: la necesidad de la casa queda planteada. Dios pregunta: ¿Dónde estás? Y quien necesita saber dónde está no es Dios sino el hombre que ha perdido a un tiempo el templo y la casa donde habitaba con Dios, y debe emprender el camino de regreso a casa.
Pero de la casa la Biblia habla por primera vez en Gn. 9, 27:
"Dilate Dios a Jafet y habite éste en las tiendas de Sem".
Se nos habla de la tienda, que recuerda la condición de peregrino del hombre desterrado que debe volver a casa.
El material de construcción que nombra primero la Biblia es el ladrillo: "Vamos a hacer ladrillos y a cocerlos al fuego" (el ladrillo, como el hombre, está hecho de barro y fuego).
El templo también va a estar prefigurado en la tienda:
"Tu me dijiste que edificase un templo en tu monte santo, y un altar en la ciudad de tu morada, según el modelo de la santa tienda que al principio habías preparado".
Podemos describir la historia del pueblo hebreo como un dilatado peregrinar por el desierto desde la tienda a la casa; desde el destierro hacia Jerusalén; de la casa al templo.
Jesús, asimismo, nace en Belén, en el curso de un viaje, en una vivienda provisional como la de los pastores. Y no habita Nazaret sino después del destierro en Egipto, atravesando el desierto. Luego el Señor se despoja de su casa (no tiene donde reclinar su cabeza) pero no se desvincula de la casa, donde aún va a realizar gestos que nos ilustran sobre el significado de la casa: desde Caná, donde convierte el agua en vino hasta el cenáculo, donde convierte el vino en su Sangre: en todas las casas el Señor se muestra como Señor de la casa (se invita solo a casa de Zaqueo, es juez en casa de Marta y María, ordena a los sirvientes en las bodas de Caná); es especialmente "Señor de la casa" en el cenáculo:
"¿Dónde quieres que vayamos para que preparemos la Pascua y la comas? Envió a dos de sus discípulos y les dijo: Id a la ciudad y os saldrá al encuentro un hombre con un cántaro de agua; seguidle, y donde él entrare, decid al dueño: el Maestro dice: ‘¿Dónde está mi departamento, en que pueda comer la Pascua con mis discípulos?' El os mostrará una sala alta, grande, alfombrada, pronta".
El romano llamaba a su casa domus y el Señor se muestra como Dominus domus.
Finalmente Cristo parte para el Monte de los Olivos; se nota la ausencia de la casa, como en aquella otra noche desolada en que "se escondieron de Yahvé Dios el hombre y su mujer en medio de la arboleda del jardín". Al día siguiente, día corto que termina a las tres de la tarde en noche cerrada, el medio no es ya la casa sino el Árbol (porque la Cruz es una perfecta geometrización del árbol). Desde el árbol del Señor anuncia para Sí y para el buen ladrón el Paraíso, y para esa misma tarde.
La casa, el árbol y la cruz
Hay una afinidad entre la casa y el árbol, lo veíamos al principio, y entre éste y la cruz. De hecho, la casa consiste también en imprimir un orden geométrico al medio; para comenzar una obra, el arquitecto traza sobre el terreno dos ejes perpendiculares; en la Catedral de Chartres los dos ejes materializados por cuatro estacas de hierro han quedado en el piso hasta el día de hoy.
La casa desviada de su fin utilitario y vaciada de sentido
La casa es un bien útil y es un símbolo. Sin embargo, al momento de concebir, de soñar la propia casa, estas verdades son negadas por casi todos. En realidad nuestro modo de ver las cuestiones relativas al arte y a la belleza siguen muy ligadas al esteticismo del siglo XVII.
La arquitectura sufrió tal vez más que las otras artes el problema del esteticismo: siendo un arte útil, se la agrupó entre las "Bellas Artes"; la enseñanza de la arquitectura se impartió desde la Academia, según un modo académico, no artístico; la institución rectora fue durante tres siglos la Academia des Beaux Arts de París, que sistematizó la historia de la arquitectura como si fuera una especie de Historia Natural; se estudiaban las formas del pasado para repetirlas sobre los edificios como un ropaje (Historicismo): las Iglesias fueron neorrománicas o neogóticas, las casas neoborbónicas, o estilo "Tudor", o neocoloniales, encargadas por sus dueños sin más criterio que el del selecticismo reinante: el gusto (o mal gusto) se había erigido en criterio de belleza.
Sobre el esteticismo escribe Fray Mario Petit de Murat:
"Baungarten y los estetas posteriores concibieron la belleza como conferida por el arte humano a las cosas. Según ellas no es un trascendental irradiado por la intimidad ontológica de las cosas reales, sino la elegancia y el refinamiento que el hombre les aplica con su operar de manera extrínseca"... "La belleza es ante todo objetiva. Consiste en el esplendor del ser... El movimiento planteado por el cogito ergo sum de Descartes fue replegando poco a poco toda realidad hacia la conciencia que el sujeto tiene de su propio existir, nada más. Por este camino convierte al hombre en un centro vacuo, sin universo".
La arquitectura en parte a dejado de ser tan historicista pero sigue siendo muy ecléctica: los actuales comitentes han reemplazado la imagen de los estilos históricos por las revistas de decoración; y en general vivimos en espacios equivocados, y en una búsqueda equivocada de la belleza.
El amor a la casa
Desde siempre se ha llamado a las casas notables con el nombre de sus dueños; hay una imagen que recorrió el mundo que es la de la casa Robie, que hace el arquitecto norteamericano Frank Loyd Wright; es una casa sorprendente hecha en 1909; cincuenta años después se le preguntó a su propietario, Fred Robie, cómo le había resultado su casa y dijo: "Para mí, mi casa es el mejor lugar del mundo". Para el gaucho también su modesto rancho es el lugar más querido y lo llamó querencia.
Hombrevida, la novela de Chesterton sobre la casa, nos relata un viaje insólito: el protagonista parte de su casa de Inglaterra hacia el este para regresar por el oeste; cruza el Canal de la Mancha, y al hospedero francés le explica que busca su casa y le da dos señales: su casa posee un farol verde y un buzón colorado; el hospedero advierte que la casa buscada debe quedar en Inglaterra, y aconseja al excéntrico personaje que vuelva sobre sus pasos, pues lleva dirección contraria; pero "el loco" nos da buena razón para seguir su peregrinar diciendo: "Creo que se nos ha dado amar a lugares determinados por una buena razón. Al fin del mundo, allá detrás de la alborada encontraré a la mujer con quien me casé de veras y la casa que de veras es mía. Y su casa tendrá un farol más verde y un buzón más colorado".