EL CAMINO ANGÉLICO

 

P. Tomás Spidlik S.J.

 

La Vida Angélica

S. Juan Bautista es representado en los iconos, con alas, como un ángel. El motivo inspirado en S. Marcos 1, 2, está reforzado por la Tradición, que hace del Bautista el padre de todos los monjes. La vida monástica se llama en Oriente vida angélica; el hábito monástico, vestidura angélica. Según una piadosa leyenda, los monjes sustituyen el vacío aparecido en el Cielo después que un cierto número de ángeles fue precipitado en el abismo. Los que abrazan la vida religiosa se proponen, por lo tanto, imitar a los ángeles.

Pero hay una cierta diferencia en la concepción de los ángeles mismos. En la Biblia, ellos aparecen sobre todo como mensajeros de Dios. En este contexto, imitar a los ángeles significa para los monjes hacer voto de obediencia perfecta, dedicarse a las obras de caridad, ser mensajeros de la bondad entre los hombres.

El otro aspecto de la vida angélica muy querido por los padres griegos, está expresado con el término asomatoi, los seres sin cuerpo. No distraídos por los cuidados materiales, pueden dedicarse enteramente a la vida del espíritu. Los ángeles no duermen: los monjes hacen vigilia durante la noche. Los ángeles no comen: los monjes ayunan. Los ángeles no tienen pasiones: los monjes buscan llegar a la apatheia (perfecta pureza).

Pero el texto principal que inspiró la meditación sobre este tema es Mateo 18, 10. Los ángeles ven el rostro de Dios, están junto a El, viven en familiar coloquio con el Padre Celestial. Tal es, por lo tanto, el objetivo principal de la vida monástica: en medio del mundo que olvida a Dios, ser quienes viven continuamente en Su Presencia. Las diversas formas de vida monástica proponen los diversos modos concretos de realizar este ideal común a todos los monjes.

 

 

Tres Grandes Personajes del Monaquismo Oriental

Entre los numerosos Padres de la vida monástica, hemos elegido tres personajes: Basilio, Juan Clímaco y Teodoro Estudita. Aunque la vida monástica comenzó en Egipto, sin embargo el legislador principal sigue siendo Basilio. Nicon de la Montaña Negra (de Antioquía), que en el siglo XI busca hacer un resumen de la legislación de la ascesis monástica del primer milenio del cristianismo, escribe: "Los Padres no admiten otra regla monástica sino la de San Basilio".

Teodoro Estudita es considerado como un gran reformador, como quien luego del tiempo de decadencia reformó los conventos según el genuino espíritu basiliano. Las constituciones de los estuditas llegaron a ser norma para los conventos del mundo bizantino.

Juan Clímaco pertenece a la tendencia hesicasta, bajo varios aspectos diversos del espíritu "basiliano" y nos ofrece, también, la ocasión de ver la espiritualidad monástica desde otro punto de vista, y comprender mejor su evolución histórica. El monaquismo oriental oscila siempre entre dos polos diversos: la perfecta vida comunitaria, y el amor por la contemplación en la soledad.

 

I. S. Basilio Magno (329/330-379).

Vida y Obras

Nace en Cesaréa de Capadocia de una familia de antigua tradición cristiana. Hace los estudios universitarios en Atenas y Constantinopla, junto con su amigo Gregorio Nacianceno. Retornado a casa, bajo el influjo de su hermana, decide practicar la vida ascética. Se retiró a la casa de su abuela Sta. Macrina, anciana; se le unieron muchos otros. Pero fue elegido obispo de Cesaréa por defender la fe ortodoxa, en medio de grandes confusiones religiosas y políticas, contra los arrianos.

Algunos de sus escritos son dogmáticos, en defensa de la fe nicena, y, por este motivo es llamado "la columna de la ortodoxia". Otros son parenéticos o exhortativos, en especial el clásico tratado Homilías sobre el Exaemerón.

Pero su contribución más importante son las reglas monásticas, una obra que se desarrolló progresivamente.

Al inicio, Basilio escribe las reglas morales, que no son otra cosa que textos de la S. Escritura, elegidos de tal modo de responder a las preguntas concretas de la vida cristiana.

El segundo estudio está constituido por las Pequeñas reglas (Parvae regulae), 313 preguntas propuestas por los monjes a las cuales Basilio responde.

Por último tenemos las Grandes reglas (Regulae fusius tractatae), donde las respuestas a las preguntas constituyen ya pequeños tratados sobre diversos temas de la vida ascética. Expondremos los principales puntos de la enseñanza espiritual de S. Basilio.

 

La necesidad de la vida cristiana: observar todos los mandamientos de Dios.

El opúsculo Sobre el Juicio de Dios, que se encuentra entre las obras de Basilio, contiene una preciosa nota autobiográfica. Luego de su conversión a la vida ascética, Basilio, como obispo, entra en contacto con la realidad de la Iglesia. Una realidad no adecuada con el ideal del Evangelio, una realidad corrompida. Todo esto, según Basilio, porque los cristianos observan la ley de Dios sólo parcialmente, y destruyen, por tanto, la armonía que todos los mandamientos de Dios contribuyen a formar. La naturaleza irracional observa las leyes de la creación inconscientemente; el hombre lo debe hacer a sabiendas y observar también lo que Dios manda.

Ya que en la Iglesia como tal es imposible realizar este ideal, Basilio supone que pueda llegar a ponerse en práctica al menos en "la fraternidad". El monasterio Basiliano es concebido como una iglesia particular, que refleja el celo de la primera comunidad de Jerusalén.

La única regla de los monjes basilianos, por tanto, es la S. Escritura, tomada como norma práctica de vida.

 

La crítica de la vida anacorética: el ideal de la vida común.

Texto clásico bajo este aspecto, es la 7ª Regla Mayor, que lleva por título: "Es necesario asociarse en la vida con los hermanos animados por el mismo espíritu de agradar a Dios". Por el contrario vivir completamente solo es muy difícil y peligroso. Los argumentos contra la vida solitaria son clasificados esquemáticamente: 1. El hombre es un ser social por naturaleza. No puede procurarse por sí solo lo que necesita. 2. La ley evangélica de la caridad perfecciona esta sociabilidad natural. 3. Al solitario le falta quien corrija sus defectos. 4. Un hombre solo no puede observar todos los mandamientos divinos. 5. La Iglesia es Cuerpo Místico; separándonos de los otros nos separamos de Cristo. 6. El solitario esconde en la tierra sus talentos, no puede utilizarlos. 7. El solitario vive en las dudas, no tiene un director espiritual; 8. él fácilmente está contento de sí mismo.

La vida comunitaria pone remedio a todos estos problemas: es la participación de los bienes (la caridad, la dirección espiritual, la mutua unión y la unión con Cristo); la comunidad como tal observa todos los mandamientos de Dios, ofrece ocasión para la humildad y la corrección. Ella es, por tanto, la vía más segura para la perfección.

 

El paso de la dirección espiritual personal a la regla. Entre los Padres del desierto, gozaban suma autoridad los "padres espirituales". Mohamed al Biruni, un musulmán del siglo XI, compara su religión con la fe de los cristianos. Se maravilla sobretodo que "el título de padre sea tenido entre ellos en la máxima estima", y decide explicar esta situación con una evolución histórica: "los principios de su religión provienen del hecho de que el cristianismo no estuvo codificado desde el inicio; sólo más tarde los doctores han deducido ciertos principios de las reglas mandadas por Cristo y los apóstoles sólo oralmente". A su modo, ese fiel de Alá ha expresado una gran verdad: El "padre" cristiano no es un mufti que explica el texto del Corán. Se trata de una fe basada en el hecho de que el mismo Espíritu Santo, descendido sobre los apóstoles, asiste infaliblemente a los directores de las almas. Quien merecía el nombre de "padre" debía ser un "padre espiritual", a través de cuya boca hablaba el Espíritu Santo. Por eso los grandes directores de almas en el oriente cristiano conservaron mucho tiempo el título de "profeta", mientras que en occidente, a causa de la crisis montanista, el término desapareció pronto. Pero el oriente no permanece exento de cierto escepticismo respecto a la infalibilidad de lo "padres espirituales". Hacia el año 356, de vuelta de sus estudios en Atenas, S. Basilio se "convierte" y decide vivir en el espíritu del Evangelio. Habiendo escuchado grandes elogios sobre los "padres" de Egipto se apresuró a visitarlos y a hablar con ellos. La impresión que le causó debió ser desagradable. Luego del viaje, se refugió en la finca perteneciente a su familia en Anesi de Capadocia, decidido a seguir la voluntad de Dios, y a escuchar la voz del Padre Celestial. ¿Pero quién se la interpretará?

Un novicio que se aventuraba en el desierto egipcio, buscaba escuchar de la boca del padre espiritual una palabra de salvación, un logion. Basilio encontraba una cantidad enorme de tales palabras en la Escritura inspirada por Dios. Basta leer y encontrar la "palabra" que se dice a cada uno, y obedecer a la ley de Cristo. Basilio escribe desde su soledad a su amigo Gregorio Nacianceno: "Una manera verdaderamente eficaz para entrar en el camino de la perfección es la meditación de la Escritura, compuesta bajo la inspiración divina. Allí encontramos la regla de nuestra conducta".

 

El problema del superior monástico

El monje basiliano es el que toma como norma de vida los mandatos de la Escritura. Veamos la cuestión de la función, en este género de vida, del superior de la comunidad. El es la cabeza organizativa y es también maestro de cuantos no conocen la ley de Dios. Pero si sucede que los otros comprenden mejor que él la Escritura, ¿deben obedecerle? La obediencia al superior ¿agrega algún mérito a la acción que ya es por sí buena y conforme a la Escritura? Bajo este aspecto la enseñanza de Basilio queda incompleta. Lo cual más tarde, en la comunidad inspirada en su Regla, habrá creado cierta dificultad y frecuentes resistencias de los monjes al superior que mandaba "no en conformidad con la Escritura". El mismo Basilio, siendo obispo, comprende que necesitaba fundamentar el problema sobre una base más amplia, más eclesial. Las Escrituras son "espirituales". Pero el Espíritu Santo, más que al hombre individualmente, fue dado primeramente a la Iglesia. Por eso, en las cartas que Basilio escribe como obispo, el carácter "eclesial" de la obediencia aparece siempre más y con mayor insistencia.

 

El recuerdo continuo de Dios.

Basilio es considerado un hombre "práctico" pero también fue profundamente contemplativo. En el lenguaje moderno se diría: contemplativo en la acción. Toda la naturaleza irracional, dice Basilio, obedece a Dios, a su palabra creadora, pero ciegamente. El hombre debe hacer lo mismo, pero a sabiendas, libremente, con amor. La vida monástica con sus estructuras ofrece esta ventaja: da la posibilidad de no dejar nunca, en nuestra mente, el recuerdo de Dios, de trabajar, como los ángeles, siempre ante el rostro del Señor.

 

II. Teodoro Estudita (759-826)

Vida y obras

Su madre Teoctista es venerada como Santa. Su tío materno, S. Platón, conquistó toda la familia para la vida monástica. Teodoro entró en el monasterio de Sacudión en Bitinia bajo la dirección del tío, luego asociado al igumenato. Se dedicó a la lectura de los Padres. Con su tío reintroduce la perfecta vida comunitaria. Pero, como esta reforma se efectuó en tiempos de la lucha iconoclasta, al ser defensores de la ortodoxia, fueron perseguidos y exiliados. En tiempo de paz, bajo la emperatriz Irene, estuvo en el monasterio de Estudios en Constantinopla, de allí el nombre de "Estuditas". A pesar de las continuas dificultades y persecuciones, el monasterio recibe un gran número de monjes (300-500), y la Constitución de los estudios se impone en la mayor parte de los monasterios bizantinos.

Entre sus obras más importantes figuran las dos colecciones de conferencias a los monjes: Grandes Catequesis y Pequeñas Catequesis. Su perfil espiritual se resume en los siguientes puntos.

 

Retorno a los Padres

Cuando Teodoro llegó al monasterio de su tío Platón -Sa-ccudión en Bittinia- encontró allí un régimen monástico demasiado libre: los monjes se reunían en la liturgia comunitaria, pero para el resto gustaban permanecer en celdas separadas. Había una biblioteca y Teodoro estudió los obras de los antiguos Padres, en especial Basilio, Pacomio, Teodosio Cenobiarca, etc. Se dio cuenta cuánto difería la vida de entonces del ideal propuesto en esos escritos. Propuso entonces reformar el convento según el principio: "tras las huellas de nuestros Padres y de los primeros institutos monásticos".

Si para Basilio la única regla de vida era la Sagrada Escritura, Teodoro se inspira en la Tradición, especialmente la del cenobitismo basiliano. La perfección monástica consiste en la observancia de "los mandamientos de los Padres".

 

La vida monástica - la vida cristiana

La perfección propuesta por el Evangelio y los escritos de los Padres está destinada a todos. Si los seglares no observan el celibato y si no han hecho voto de pobreza, esto no significa que no estén obligados a la castidad, según su estado, y que no tengan límites en la acumulación de riquezas. La vida monástica es santa, como un "Sacramento", no porque proponga un ideal diverso, sino porque ofrece medios seguros para alcanzar el fin propio de los Cristianos. La profesión monástica es como un "segundo bautismo" y es irrevocable. Se debe hacer sólo después de los 16 años.

 

La obediencia

La dignidad del hombre es tal que sólo puede someterse a Dios. El problema de la obediencia está en el descubrir "dónde" habla Dios. Como Basilio, también Teodoro insiste en la importancia de los mandamientos escritos. ¿Cuál es entonces la función del superior? El tiene una función especial. Entre nosotros y la voluntad de Dios hay un obstáculo tremendo que se llama "voluntad propia". Es deber del superior destruir esta "voluntad propia" y volver fácil la observancia de los mandamientos. Para cumplir bien esta función, el superior debe tener el conocimiento de Dios y el conocimiento de sus súbditos. El es, entonces, también padre espiritual, y escucha cada día sus "confesiones", es decir la revelación de los pensamientos y de los propósitos -exagorensis.

 

La vida común, la pobreza

Un convento debe ser la realización perfecta del antiguo ideal, una especie de ciudad cristiana. Todos son iguales, no se admiten siervos. Las vestimentas se cambian cada sábado. En común se deben colocar también las cosas pequeñas, como por ejemplo el cuchillo, las agujas, etc. Cuando un monje se apropia de cualquier cosa del monasterio sin el permiso del superior, se considera esto como un robo sacrílego.

Pero también el monasterio como tal no debe poseer grandes riquezas. Lo que sobra se distribuye en limosna a los pobres.

 

Monasterio - comunidad de trabajo

La oración se hace en común según las normas litúrgicas. Todo el resto de la jornada está dedicado al trabajo. El mismo Teodoro trabajaba muchísimo, y consideraba la diligencia en el trabajo como criterio de fervor. El trabajo monástico es servicio de caridad para con los pobres. Como Teodoro era un óptimo organizador, los monasterios de los Estuditas ganaban mucho y podían mantener muchas instituciones caritativas: orfanatos, hospitales, asilos de ancianos, hospedajes para peregrinos, etc.

 

La actividad cultural

Como trabajo monástico se considera también las escuelas, el oficio de los calígrafos para copiar libros, de los pintores de íconos, de los poetas litúrgicos, de los maestros de gramática, filosofía, teología. Con motivo de esta múltiple actividad, los monasterios bizantinos fueron elemento social principal, no sólo por su influjo real, sino porque impusieron su concepción de vida a toda la sociedad, que en su estructura se asemejaba mucho a un gran monasterio. Los misioneros bizantinos -prevalentemente monjes- impusieron esta visión de la vida a los nuevos pueblos bautizados hacia el primer milenio de la Iglesia, especialmente los eslavos. Hoy justamente el monaquismo es considerado bajo este punto de vista, esto es como un elemento que da forma a la sociedad europea y a sus estructuras.

 

III. Juan Clímaco

Vida y Obra

El nombre de Juan Clímaco o de la Escala le viene dado por su obra principal Escala del Paraíso, en griego klimax. Fue llamado también "escolástico", erudito. En efecto, sus escritos son prueba de su gran cultura, y las riquezas de sus metáforas revelan un gran conocimiento del mundo. Su patria es desconocida. Se sabe que a los 16 años fue monje del Sinaí. Vivió en una gruta. Y seguidamente fue elegido igúmeno del monasterio del Sinaí. Su muerte se calcula aproximadamente en el año 650.

La Escala del paraíso fue sin duda uno de los libros más leídos en los monasterios orientales. En forma de pequeñas sentencias, "definiciones", aforismos, en 33 capítulos, se resume la enseñanza de los Padres sobre todos los temas espirituales, de la renuncia del mundo y la caridad. El libro es, por lo tanto, un precioso tratado ascético.

 

La Tendencia hesicasta

Los monjes de la península del Sinaí no fueron eremitas, y no menos que los que vivían en los monasterios, practicaban rigurosamente la vida en común. Su ascesis no se concentra en la observancia del orden exterior, sino antes que nada sobre la "praxis interior", esto es la custodia del corazón y el análisis del pensamiento. La enseñanza acerca del discernimiento de los pensamientos, Clímaco lo toma de los Padres del desierto. Se encontraba la tradicional división de Evagrio en ocho especies de malos pensamientos. Clímaco, en cambio, no distingue entre la vanagloria y al soberbia, de aquí que vienen a ser siete "pecados capitales". En la Escala son todos descritos, y con ellos las virtudes opuestas. De modo aforístico, pero con agudeza, se señalan las manifestaciones concretas de cada vicio, sus causas y sus remedios para curarlos.

Aunque se lee también alguna cosa nueva. La "escuela sinaítica" significa respecto a los Padres antiguos un cierto progreso. Los malos pensamientos -logismoi- vienen no sólo identificados y distinguidos de los otros, sino que se describe también el proceso psicológico por el cual penetran en el corazón y se establece el método para combatirlos. Ahora veamos una síntesis de la enseñanza sobre los logismoi y el modo de combatirlos.

 

Malos pensamientos - Primer origen del mal.

"Presta atención de no abusar de los pensamientos, si no comenzarás fatalmente a abusar de las cosas: no se pecaría nunca en las acciones si no se hubiera pecado primero en el pensamiento". Esta afirmación de Máximo el Confesor es característica de las enseñanzas de los Padres griegos sobre los logismoi. Los monjes solitarios viven dolorosamente esta experiencia: los pensamientos que se presentan no son productos de la propia mente, sino sugeridos "desde afuera". Pueden ser de inspiración divina o angélica, y en tal caso inclinan al bien. Pero pueden, al contrario, ser una sugestión demoníaca al mal.

Esta experiencia fue de un gran valor para la reflexión cristiana. La última y decisiva causa del mal está en la libre decisión del hombre. Pero cuando se busca su primera fuente, la primera -por así decir- inspiración del acto pecaminoso, no se puede adicionar como elemento perteneciente a la estructura natural del hombre, porque éste es enteramente creado por Dios. Nos resta por lo tanto usar un término, en cierto modo vago, que sirva para el análisis psicológico de la malicia: "un pensamiento de afuera, de los demonios". Bajo este aspecto, como fue considerado, se necesita reconocer el fuerte influjo de la ética judaica. En ella el pensamiento y yêsêr se concibe concretamente, casi fue personificado, y el texto griego traduce el término como diaboùlion.

En la vida de San Antonio los demonios combaten a los anacoretas por medio de los pensamientos. Evagrio identifica simplemente al "demonio" con el "pensamiento" o con "el espíritu" de este o de aquel vicio. El gran problema era cómo tal pensamiento "de afuera" podía encontrar una vía de acceso al hombre. He aquí algunos esbozos preciosos para una psicología profunda, del subconsciente, expresada de manera rudimentaria.

 

La definición del logismòs

Evagrio nos ha transmitido una definición del logismòs que es complicada y difícil de traducir. Pero contiene elementos preciosos que valen la pena poner en relieve. Ante todo establece que no se trata de un verdadero pensamiento, sino de una "imagen" (eikòn) de la fantasía. No aparece en la mente (noûs), porque ésta es inaccesible a los demonios, sino en la parte inferior del alma (diànoia) que, incapaz de intuición, es agitada por las razones a favor y en contra. Esta "imagen" es muy vaga, sin embargo ejercita una fuerte atracción. Quiere empujarnos a la acción contra la Ley de Dios e inducir al espíritu y a la mente a dar el propio consentimiento. Es esta atracción hacia el mal, este impulso irracional (prospàtheia), que distingue el pensamiento "puro" del pensamiento "pasional", como lo llama Máximo el Confesor: "Una cosa es el objeto, otra es la representación. Un hombre, una mujer, la plata -he aquí los objetos, un simple recuerdo de estos objetos-; he aquí la representación: una afección irracional o un odio ciego hacia estos objetos -he aquí la pasión-". Máximo presenta el problema de la vida espiritual de manera simple: necesita separar la representación de las pasiones, volver puros los pensamientos.

 

Voluntad propia, philautía

Los antiguos espirituales señalan con gran insistencia el peligro de la "propia voluntad" e insisten sobre la necesidad de romper este "muro de bronce entre el hombre y Dios", esta "torre de repulsión".

Mediante consejos prácticos, más que con una enseñanza teórica, vemos cómo los autores definen aquella "voluntad propia" que necesita ser aniquilada. Con ella no se entiende la facultad de querer o la libertad en sí misma, sino el movimiento pasional (prospàtheia o simplemente ìdion thélema), o sea la tendencia no razonada a seguir aquello que el logismòs nos sugiere.

La "voluntad propia" o "carnal" se refuerza en el dikaìoma, tentación de autojustificación con cualquier palabra de la Escritura o de los Padres, para dar al sujeto la ilusión de estar en el camino justo; el dikaìoma desliza ahora hacia la obstinación, la monotonia.

 

Exagòreusis, manifestación de los pensamientos.

Se pone en relieve la función de los padres espirituales en el distinguir y en el combatir los logismoi. Se habla de la necesidad del exagòreusis, manifestación de los pensamientos a uno que es diakritikòs, capaz de distinguirlos. Esta revelación de cada pensamiento es para Teodoro Estudita "un gran medio de salvación", por esto los monjes deben recurrir con frecuencia a su abad. Los monjes estuditas tenían la costumbre cotidiana de llevarlos al mismo igúmeno. Pero se debe advertir que la exagòreusis no es la confesión de los pecados, o, al menos, este no es el objetivo principal. Por esto su ejercicio no exigía del sacerdocio, de ahí que fueron mujeres famosas madres espirituales.

Se insiste que la diàkrisis, capacidad de discernir, es en primer lugar un don de Dios, del espíritu. Los directores espirituales famosos la poseían por excelencia, como también la Kardiognosia, conocimiento de los corazones, clarividencia espiritual. Esto, también viniendo del espíritu, es por otra parte, premio natural de la perfecta pureza de corazón. Superado el pecado y sus consecuencias, cae el muro que divide los corazones humanos, por esto el dioratikòn, don de clarividencia, es según Gregorio de Nisa propio de las almas puras.

 

La regla del discernimiento de los espíritus

El arte de discernir, además de ser don de Dios, se perfecciona con la experiencia. Y esta experiencia enseña cómo los pensamientos que aparecen provocan consecuencias en el estado del alma. Se habla de aquellos que originan "un estado pacífico" a diferencia de otros, que son fuente de un estado de turbación. Es la regla de oro que se leen en los grandes discursos de San Antonio: los buenos pensamientos traen "una alegría inexpresable, el buen humor, el coraje, la renovación espiritual interior, la firmeza en el pensar, la fuerza y el amor por Dios"; al contrario los malos pensamientos traen consigo mismo "un espanto en el alma, turbación, desorden en el pensar, tristeza, odio contra los ascetas, acedía, descorazonamiento, recuerdo de los parientes, pavura de la muerte, y, en fin, deseos malos, pusilanimidad por las virtudes y desorden en las costumbres".

La regla fue más tarde anunciada de manera aforística: Quidquid inquietat est a diabolo.

 

Ocho pensamientos malos

La exagòreusis, la revelación de los pensamientos, es indispensable, porque las reglas "objetivas" no pueden jamás expresar el discernimiento de manera concreta. Por otra parte, la falta de padres espirituales y la necesidad de asumir la experiencia de los padres del desierto y transmitir a los jóvenes la enseñanza espiritual tradicional, lleva a Evagrio a componer una lista de pensamientos "genéricos" que forman una categoría objetiva. Esto, que se coloca desde el inicio, es el maligno.

El sexto capítulo del Praktikòs de Evagrio contiene el elenco que viene a ser clásico en el oriente cristiano: "Ocho son los pensamientos genéricos, el primero es aquel de la gula (gastimargia); el segundo es aquel de la fornicación (porneia); el tercero es aquel de la avaricia (philargyria); el cuarto, de la tristeza (lype); el quinto es aquel de la cólera (orge), el sexto es aquel de la acedía (akedia), el séptimo, de la soberbia (hyperephania)". Muchos autores, entre ellos Clímaco, analizan cada pensamiento y exponen los remedios adecuados a quien sucumbe a estos vicios.

Se nota rápidamente la semejanza con los "siete pecados capitales" transmitidos hasta hoy, con algunas diferencias de la tradición occidental.

El origen de esta lista se podría ver entre las tres tentaciones de Cristo, en las cuales, siguiendo el orden de la sucesión, la experiencia concreta agrega otras. Evagrio retoma el simbolismo de Orígenes, quien explica la victoria de Canaán sobre las siete naciones, opuestas al pueblo de Israel, salida de Egipto, y la primera de las siete naciones representa la gula.

En general se puede afirmar que la lista de los orientales es más psicológica, y que la latina parte de un presupuesto dogmático. Por esto los autores espirituales, por razones prácticas, se sirven mayormente del orden evagriano.

 

Grados de los malos pensamientos en el corazón

El mal pensamiento viene "de afuera", pero busca identificarse con nosotros: cosa que no es posible sin un libre consentimiento. La moral cristiana, por ello, distingue entre el pensamiento como tal y su libre aceptación. Teóricamente la distinción es clara, pero la experiencia demuestra cómo se puede fácilmente perder si se debe juzgar la culpabilidad de los pensamientos en concreto. Los hesicastas de la "escuela sinaítica" (Nilo, Juan Clímaco, Hesiquio, Filoteo) establecieron, con fina observación psicológica, los varios grados de penetración de un elemento extraño hasta una pecaminosa identificación con la malicia.

Al comienzo o al inicio es una pura sugestión (prosbole), con la cual el hombre instala un coloquio (syndiasmòs), reflexionando si debe aceptarla o no. Dato que el logismòs torna con insistencia; el esfuerzo de rechazarla se presenta como una lucha (pàle). Sucumbiendo a la tentación, llega el momento del consentimiento (synkatàthesis). El último grado de este proceso es la pasión (pàthos), costumbre en el vicio que lleva a una verdadera maldad (aichnalosia). Con algunas variantes, esta definición llega a ser tradicional.

 

Nepsis e antirresis

Distinguiendo los pensamientos malos y conociendo el modo como entra en el alma se puede organizar la defensa. Para la tranquilidad de la conciencia se debe tener claro que el pecado verdadero y propio comienza sólo con el consentimiento. ¿Qué debemos pensar de los estados precedentes?. La sugestión no se puede evitar. El error sería maravillarse y tomar los "demonios" demasiado en serio. El segundo grado, esto es la "conversación"; con ella no se constituye el pecado, pero desperdicia las energías del alma, distrae de la oración, destruye la paz del corazón. Esta paz (hesychìa, amerimnìa) se conserva por medio del arte de rechazar los logismoì rápidamente, a la primera aparición, "asesinar los pequeños de babilonia", "aplastar la cabeza de la serpiente", no repetir el error de Eva que conversó con la serpiente. El corazón humano que prohíbe el acceso de los logismoì, equivale al paraíso. Necesita, por lo tanto, ejercitarse en la "custodia del corazón", en la sobriedad (nepsis), en la vigilancia (pregorsis), en la atención (prosoche, que es la madre de la proseuche, oración), ser "portero del propio corazón" que pregunta a cada pensamiento: "¿eres de los nuestros o del enemigo?"

La tensión asidua al estado interior individualiza los enemigos interiores, pero no los derrota. Estos son aplastados por medio de la antìrresis, por la negación. Jesús, tentado por el diablo, opone a cada sugerencia, un texto de la Sagrada Escritura (cfr. Mt. 4, 1-11).

El Antirretikos de Evagrio es un elenco de textos de las Escrituras adaptado a los combates de cualquier tentación; estos textos están divididos en ocho partes, según el orden de los ocho vicios genéricos.

Más tarde los monjes significarán esta praxis usando la "oración a Jesús" en cada ocasión. La invocación de Jesús es, por lo tanto, considerada como una arma suficiente "contra todos los demonios" y medio eficaz para conquistar la paz del corazón.

 

IV. Conclusión

La mirada panorámica que hemos trazado sugiere la siguiente conclusión. El monaquismo es un movimiento cristiano que cree en la posibilidad de realizar progresivamente, con la gracia de Dios, la vida evangélica sobre la tierra. Expresa el optimismo de cambiar el mundo y los hombres, de restablecer el paraíso terrestre.

Pero este trabajo debe disponer de dos partes, de dos puntos de vista que parecen opuestos pero se complementan. Los "basilianos" buscan antes que nada formar un ambiente propicio, una sociedad de buenos en el cual los hombres individuales pueden desarrollarse espiritualmente. Los hesicastas, al contrario, concentran el esfuerzo en cambiar al hombre como individuo y colocarlo en una justa relación con Dios. Un hombre tal será una luz en el mundo, con su ejemplo y con la fuerza de su oración.

Justamente los monjes fueron representados en los documentos como un verdadero "ejército angélico" que combate por la restauración de la Jerusalén celestial, la morada de Dios entre los hombres.