Datos sobre la obra

 

Conservamos del Maestro Eckhart una importante, si bien fragmentaria, colección de obras y esbozos de prédicas, escritas en latín. Pero su verdadera fama se debe a sus tratados y sermones en alemán, hecho que comprueban los numerosísimos códices y manuscritos conservados y re-encontrados que nos permiten conocer esta parte de su actividad, mientras la obra latina nos ha llegado sólo en pocos ejemplares.

Su centro lo constituye el Opus tripartitum que tuvo una profunda influencia sobre Nicolás de Cusa[1]. De esta magna obra nos ha llegado nada más que un trozo, pero conocemos el plan del todo que debía comprender el Opus propositionum (Obra de las proposiciones) de la cual se conserva tan sólo el prólogo. Eckhart se había propuesto exponer en esta parte su teoría del ser mediante la contestación de más de mil preguntas. La segunda parte debería haber sido el Opus quaestionum (Obra de las cuestiones) donde el pensador planeaba responder a «Cuestiones» seleccionadas de la Suma de Santo Tomás de Aquino. Poseemos únicamente la tercera parte, tampoco completa: el Opus expositionum (Obra de las exposiciones) que contiene una serie de comentarios a textos de la Sagrada Escritura así como esbozos más o menos detallados para sermones pronunciados en latín. A todo esto se agregan algunos escritos menores[2].

La obra alemana se conserva, en cambio, en numerosos manuscritos que —según señaló Quint en 1955[3] —exceden los doscientos, y aún se siguen encontrando nuevos manuscritos y trozos dispersos en algunos códices. «Uno de los problemas principales de la investigación eckhartiana es la pregunta por la autenticidad de estos textos manuscritos, autenticidad que fue cuestionada durante largo tiempo para casi toda la obra alemana transmitida de Eckehart (sic) como consecuencia de un escepticismo y una desorientación exagerados»[4]. Quint escribió estas palabras en 1955 para su edición de las obras alemanas de Eckhart traducidas por él al alemán moderno. Mientras tanto poseemos cuatro tomos (I, II, III y V) de la gran edición crítica[5] realizada por dicho investigador que ofrece así el trabajo increíblemente minucioso y fecundo de toda una vida. Ahí están (en el tomo V) los tratados en alemán cuya autenticidad parece exenta de dudas: Die rede der underscheidunge (Pláticas instructivas); Daz buoch der goetlichen troestunge (El libro de la consolación divina); Von dem edeln menschen (Del hombre noble); Von abegescheidenheit (Del desasimiento). El libro de la consolación divina y Del hombre noble pertenecen juntos al llamado Liber «Benedictus». Del hombre noble es un sermón, Del desasimiento un breve tratado. Los tres tomos I, II y III, aparecidos hasta ahora, contienen los sermones de Eckhart. Para comprobar su autenticidad se usaron criterios diversos. El problema máximo para la transcripción de estos sermones lo constituye el hecho de que conservamos sólo las copias de anotaciones hechas por los oyentes de Eckhart, quienes, a su vez, se basaban en las exposiciones orales del predicador. En consecuencia abundan errores de interpretación, cambios voluntarios o involuntarios, omisiones, interpolaciones, etcétera. Sólo la comparación minuciosa de los diferentes códices y a veces trozos de manuscritos, la comparación con los textos recriminados en la Bula papal así como lo dicho por Eckhart, en su Escrito de justificación, las coincidencias con pasajes paralelos en otros sermones o tratados, incluso los textos latinos de Eckhart, junto con un conocimiento cada vez más refinado de su estilo y léxico, permitieron la transcripción y corrección de los textos que se nos ofrecen ahora en esta magna edición. Quint ha dado una amplia exposición de sus criterios en los Prefacios a los tomos I, II, III (así como en publicaciones anteriores). En el último Prefacio al tomo III (publicado en 1976) subraya el hecho de que «ocasionalmente la dificultad de dar una reconstrucción del texto se convierte en imposibilidad» (p. X). Esto vale sobre todo para aquellos textos que se han conservado en un solo manuscrito.

Nuestra versión castellana comprende los tratados contenidos en el tomo V, y los sermones que figuran en los tomos I y II, reunidos de acuerdo con los criterios usados para establecer su autenticidad, los que indicaremos donde corresponde.

 

 

La creación de un lenguaje místico

 

La prédica pronunciada en alemán y los tratados escritos en este idioma, tienen su origen en las actividades de los dominicos y franciscanos. «Desde un principio formaba parte del programa de las órdenes mendicantes comunicar al pueblo las doctrinas en las que, hasta ese entonces, estaba iniciado únicamente el reducido número de teólogos. Hacia ello apunta el lema de los dominicos: contemplata allis tradere [transmitir a otros lo contemplado]. De este programa derivó la necesidad de hacerse entender por el pueblo en su idioma. El lenguaje, estirado hasta el extremo, debía a esos esfuerzos un fomento más allá de sus posibilidades naturales»[6].

Fue así como los predicadores contribuyeron decisivamente al enriquecimiento del lenguaje, tanto con la introducción de nuevas voces —cuyo contenido debía corresponder al de las palabras latinas que les servían de modelo— como con una mayor flexibilización de la prosa, hasta entonces poco elaborada, para expresar pensamientos abstractos y vincularlos fluidamente con los habituales «ejemplos» y anécdotas, tomados de la vida cotidiana. Si esto ya valía para la prédica corriente en alemán, cuánto más para los sermones de alto vuelo, pronunciados por predicadores empeñados en acercar sus oyentes a las cumbres místicas. Las máximas exigencias, a este respecto, surgieron. para quienes, como el Maestro Eckhart, hacían girar sus exposiciones en primer término alrededor del entendimiento especulativo, la intuición iluminada cuya base constituía la concepción de Dios como intellectus purus (inteligencia pura). Ya en el mero aspecto idiomático, la actividad de esos escritores místicos dio resultados aún más allá de su cometido inicial. «Ellos [los escritos de los místicos] fundamentan el lenguaje técnico filosófico»[7].

De esta manera nace una expresividad muy sui generis, porque se realiza una incesante lucha con el idioma y contra él para aprehender lo «inefable», término que en su versión alemana «unsprechelich» como lo usa Eckhart, se encuentra «por primera vez en la literatura mística»[8]. Lo que se quiere decir no tolera ser aprisionado dentro de la expresión conceptual y, por otra parte, se intenta incansablemente encontrar un acceso a la «realidad» sobrenatural, sentida e intuida. Las pobres palabras son incapaces de llegar a las alturas de lo trascendental y a la intimidad del Dios inmanente dentro de la propia alma. «… las palabras tienen gran poder; uno podría obrar milagros con palabras»[9]. El propio Eckhart llega a dar a la lengua alemana una riqueza poco menos que milagrosa. El maestro, para quien la Palabra, el Verbo divino, constituye el centro de sus especulaciones, ha de trabajar también con nunca decreciente afán en la forjadura del único instrumento que posee para comunicarse con sus oyentes: el idioma. Son dos las dificultades que tiene que superar: la inmadurez del idioma vulgar y el carácter del mensaje religioso que elude las posibilidades de la expresión humana. La segunda dificultad es la que más se evidencia en la tradición mística de todos los tiempos y todas las regiones del orbe. Con razón señala Quint que ya la palabra «mística» en sí apunta a un fenómeno pletórico de misterio[10]. Este hecho ¡cuánto más vale cuando se trata de profundizar en su contenido!

Esas enormes dificultades dan su cuño característico a la expresión mística en general, y en especial al vocabulario y estilo de Eckhart. Se ha dicho de él, acertadamente, que «no cabe duda de que justamente el Maestro Eckhart, el más espiritual entre los místicos antiguo-alemanes, el pensador más profundo y osado entre ellos, es no solamente el más poderoso poseedor del idioma, sino también el máximo creador idiomático para proclamar el saber místico»[11]. Eckhart se parece a un hombre empeñado en continua búsqueda que intenta captar aun aquello que tan sólo se encuentra en las interminables extensiones del desierto, o en las cumbres más inhóspitas, aquello que se esconde en la oscuridad o se ofrece dentro de una luz tan clara que el ojo humano no lo puede divisar con suficiente nitidez. Avanza a tumbos, pero avanza al fin para sólo encontrarse con una parte de la verdad. Y aun donde piensa haberla aprehendido, ella brilla en colores tan fuertes que no caben dentro del espectro de la expresión humana, sino que reclaman otra definición y otra más sin que éstas nunca coincidan del todo con lo intuido. Hay que darse cuenta de esa nunca cesante lucha con la expresión para interpretar en su justo valor no sólo las peculiaridades del lenguaje eckhartiano sino también su porqué. Unicamente entonces se revela la razón íntima de sus medios estilísticos: la repetición que no es simple reiteración sino que obedece al propósito de subrayar lo dicho y hacerlo resaltar desde varios ángulos dentro de un contexto a veces levemente cambiado. Son numerosas, también, las acumulaciones mediante las cuales el predicador trata de aclarar relaciones espirituales e insistir en algún punto central para él. De deliciosa simpleza y pronunciado valor explicativo resultan las comparaciones y ejemplos tomados de la realidad cotidiana, de algún cuento, o también basados en observaciones de la vida animal, vegetal o mineral, etcétera. Los paralelismos permiten echar una luz más clara sobre lo dicho y dar explicaciones que facilitan la comprensión. Las hipérboles ofrecen una vaga idea de la grandeza de las ideas tratadas, y con el oxímoron el predicador se acerca audazmente a la expresión, al parecer imposible, de hechos intuidos y contemplados que en realidad sobrepasan el entendimiento humano. A todo ello se agrega la introducción en el idioma de neo-formaciones, especialmente de sustantivos abstractos, verbos sustantivados que implican la existencia de un proceso, de un devenir, etcétera. Pero no viene al caso hablar de hechos lingüísticos que sólo se refieren al idioma original de Eckhart y que, en primer lugar, interesan al filólogo[12]. 



[1] Cfr. Quint, Meister Eckehart, p. 19, y Wentzlaff- Eggebert, obra cit. (p. 151) donde dice: «Sabemos también que, sobre todo los “Sermones” de Eckhart y su Comentario al Evangelio de Juan, influyeron en las prédicas del Cusano». Una cita del propio Cusano al respecto trae Giuseppe Faggin, o. c., p. 356 nota 9.

[2] Véase la nómina en Soudek, obra cit., p. 24 s.

[3] Quint, J., Meister Eckehart, p. 19.

[4] Quint, ibídem.

[5] Meister Eckhart, Die deutschen und lateinischen Werke, ed. por encargo de la Deutsche Forschungsgemeinschaft, Stuttgart/Berlín, 1936 ss. La primera sección a cargo de Josef Quint se compone hasta ahora de tomo I: Predigten (Sermones) (1958); tomo II: Predigten (1971); tomo III: Predigten (1976); tomo V: Traktate (Tratados 1963). La segunda sección consta de cinco tomos de la obra latina. Toda la edición, Stuttgart, Kohlhammer.

[6] Bizet, J. A., «Die geistesgeschichtliche Bedeutung der deutschen Mystik», en: Deutsche Vierteljahrsschriftfür Literaturwissenschaft und Geistesgeschichte, 1966, p. 315.

[7] Moser, Hugo, Deutsche Sprachgeschichte, Stuttgart, Schwab, 1955, 2ª ed., p. 131.

[8] Bach, Adolf, Geschichte der deutschen Sprache, Heidelberg, Quelle & Meyer, 1956, 6ª ed., p. 143 § 106.

[9] II, s. 18, p. 424.

[10] Quint, Josef, «Mystik und Sprache», en: Ruh, Altdeutsche und altniederlüna’ische Mystik, p. 114.

[11] Quint, Josef, «Mystik und Sprache», ibídem, p. 124.

[12] Abundante material se halla en el artículo arriba citado de Quint (pp. 113 a 151) y, ante todo, en la edición crítica de las obras alemanas de Eckhart.