INTRODUCCIÓN*

 

El sabio maestro Eckhart

de la nada nos quiere hablar

y quien no lo entiende

a Dios se ha de quejar;

su alma no fue alumbrada

por la divina luz acendrada[1].

 

 

La mística alemana del siglo XIV y sus antecedentes 

En las historias de la lengua y literatura alemanas el siglo XIV se destaca en primer término como la centuria de un poderoso movimiento místico cuyos representantes más insignes son el Maestro Eckhart y sus discípulos Tauler y Heinrich Seuse (Suso). En las obras de esta tríada el misticismo adquirió facetas diferentes, por más que su doctrina se fundamentara en el ansia de llegar a la unio mystica y llevar a ella a sus oyentes, religiosos como laicos. En tierra alemana se desarrolló con sus actividades y las de numerosos espíritus, en parte conocidos, un fenómeno comparable al observado dos siglos más tarde en la mística española, la cual, a su vez, recibió estímulos del movimiento alemán[2]. No se trata de una repentina «explosión» de las ansias religiosas, sino de un proceso multifacético que se presenta sobre el trasfondo de una cultura nutrida de raíces griegas, desde Platón hasta Plotino, incluyendo a Aristóteles, dado a conocer por los árabes, un Avicena, un Maimónides, entre otros, y cuya filosofía fue insertada en la construcción de las majestuosas catedrales góticas que son las Sumas teológicas de Alberto Magno y Santo Tomás de Aquino. Por otra parte, se disponía de la rica tradición patrística y en especial de la ardiente prédica y poderosa voz de San Agustín, a quien tantas veces se refiere el Maestro Eckhart. El seudo Dionisio Areopagita (del siglo V), por más que haya sido la invención de un escriba sirio que se nutría de la tradición, uniendo en su mensaje trozos de muy diversa procedencia[3], dio impulsos nada desdeñables a quienes deseaban apagar su sed de progreso espiritual en fuentes no exclusivamente doctrinarias. Luego, la tradición avanza por nuevas etapas caracterizadas por los nombres de Bernardo de Clairvaux, Hugo de San Víctor, Richard de San Víctor, Buenaventura, Alberto Magno hasta llegar a Santo Tomás de Aquino cuya doctrina está en la base de las enseñanzas de Eckhart, Tauler y Seuse, los tres, miembros de la Orden dominicana. Esto no implica, empero, que su enseñanza mística no tenga rasgos personales y no se aleje a veces de la racionalidad del gran Doctor de la Iglesia. Para toda la mística medieval se afirma que su ideología especulativa provenía de Plotino, Proclo, Agustín, Dionisio Areopagita y Escoto Erígena[4].

Pero, fuera de esa rica tradición, que aportaba un manantial de pensamientos, colaboraron en el surgimiento del misticismo una serie de factores especiales de carácter histórico-social y de índole psíquica. La tardía Edad Media, o sea su «otoño»[5] envolvía a vidas y espíritus en una atmósfera de caótica inseguridad, de intensos problemas para la existencia exterior e interior. A la «época horrible, la época sin Emperador» (1256-1273), como se la suele llamar basándose en un verso de Schiller[6], le siguió una etapa de enconadas luchas entre el Imperio y el Papado, que trajeron consigo el «cautiverio babilónico» de los Papas con su residencia temporaria en Aviñón. En una historia de la literatura alemana el capítulo correspondiente a esos tiempos en los que florece la mística se intitula significativamente «1300 a 1325. Discordia entre el Estado y la Iglesia. Ser-uno con Dios»[7].

Como se ve, al desorden exterior corresponde un enorme anhelo de hallar la unidad más allá de la realidad cotidiana. También en el orden social se produce un cambio en el dominio ejercido por las diferentes clases. La declinante y aun degenerada caballería cortesana va cediendo su lugar a la burguesía. El castillo pierde parte de su influencia a favor de la ciudad, centro más apto para la evangelización y enseñanza religiosa realizadas por las órdenes mendicantes, los franciscanos y los dominicos, quienes así pueden reunir grupos más numerosos de laicos para sus sermones y homilías dictadas en alemán. Y el público que los escucha, por poco culto que sea, abraza con avidez sus prédicas o lo que de ellas entiende o cree comprender. Las luchas fratricidas, las muertes frecuentes, enfermedades y pestes, una inseguridad general, contribuyen a que se inicie una nueva etapa de piedad, caracterizada por una mayor acentuación de lo individual en el trato del alma con Dios, por el anhelo de hallar una unión más estrecha con lo trascendental y, por otra parte, de encontrar a Dios escondido en el fuero íntimo de cada cual.

Esa ansia general se vuelca también en movimientos a la larga poco edificantes, como los de los flagelantes, de los beghardos y «los hermanos y hermanas del espíritu libre» que terminaron en excesos malsanos y en una libertad licenciosa que, a su vez, puso sobre guardia a las autoridades eclesiásticas.

Según la tesis establecida por primera vez por Denifle[8], la llamada cura monialium del año 1267 constituyó un factor directamente desencadenante para el surgimiento del sermón dictado en alemán y su posterior desarrollo en dirección mística[9]. La cura monialium imponía a la Orden de los Predicadores la obligación de ocuparse de la enseñanza y prédica en los conventos de monjas, adaptando su cometido a la preparación espiritual de las religiosas. Efectivamente, los conventos y más tarde las comunidades de las beguinas[10] constituían el lugar de refugio de gran número de mujeres. Las luchas y guerras fratricidas, las cruzadas, el sacerdocio, etcétera, habían contribuido a la existencia de un exceso de mujeres, las cuales en su retiro monástico muchas veces desarrollaban una cultura apreciable. Muchos de los sermones alemanes del Maestro Eckhart, por ejemplo, fueron pronunciados ante esa clase de oyentes y hoy en día no podemos menos que sorprendernos de que haya existido un público que lo seguía en sus altos vuelos y aplaudía su actividad sacerdotal, como efectivamente hicieron. Esas monjas, por otra parte, sentían una urgente necesidad de dar expresión a sus sentimientos que, por su condición, tenían necesariamente matiz religioso —y seriamente religioso— por más que en algunos casos se hayan introducido en su piedad rasgos de amor insatisfecho y atisbos patológicos. Esta íntima dedicación y, a veces, los excesos se evidencian en los numerosos escritos místicos y seudo-místicos de la época.

Pero, sea esto como fuere, las ansias en sí eran verdaderas y muy generalizadas. También es un hecho que los antecesores más notables de los grandes místicos del siglo XIV se encuentran entre las mujeres. Una figura aislada y descollante fue Hildegard von Bingen (1098 a 1179), médica, filósofa y mística benedictina, cuya visión cosmológica ha despertado el sincero interés de la investigación y religiosidad modernas. Fue, a todas luces, una mujer excepcional que se carteaba con los más altos dignatarios de su tiempo incluyendo el Emperador Barbarroja. En La luz fluyente de la divinidad la beguina Mechthild de Magdeburg (1210-1283?) convirtió el lenguaje poético de los trovadores en expresión religiosa para evocar su unión amorosa con Dios mismo. Debido a su fuerza espiritual fue capaz de crear una obra única tanto en la historia de la mística como en la historia de la literatura alemanas. También la monja flamenca Hadewych (muerta alrededor de 1260)[11] dio en sus Visiones expresión poética a un misticismo que se basa, ante todo, en el amor que corresponde al amor divino.

Generalmente, se distinguen tres formas de mística: la volitiva, la sensitiva y la especulativa. Mientras la mística femenina, en muchas de sus exteriorizaciones, tiende hacia la expresión sensitiva, amorosa, encontramos que la mística especulativa fue abrazada especialmente por los fratres docti los dominicos.

Se opina que Dietrich von Freiberg (alr. de 1250 hasta 1310, aproximadamente) había sido el primero que «en sus sermones alemanes había anunciado a sus “hijos espirituales” la sabiduría del místico no-saber [nada]. Pero, no se conservan tales sermones suyos»[12].

Disponemos, empero, de numerosos códices con los tratados y sermones en alemán del místico más profundo y más original: el Maestro Eckhart quien es «no solamente el fundador propiamente dicho de la mística especulativa alemana, sino también su consumador»[13]. Es cierto que él, también, se basa en la rica tradición especulativa, como buen conocedor que es de la literatura teológica y filosófica antigua y coetánea, incluyendo un gran conocimiento de la obra magna de Santo Tomás de Aquino. Pero, hay un tono completamente personal y un planteo exclusivamente místico en su obra que lo distingue como pensador y como homo religiosus. Se ha dicho que «la mística contemplativa areopagita-agustiniana de Eckhart puede ser llamada un complemento feliz de la filosofía racional de la escolástica aristotélico-tomista»[14]. 



* En las citas tomadas de la obra traducida al castellano, de Eckhart, I corresponde a los Tratados y II a los Sermones. Las cifras arábicas indican la página de la que está tomada la cita en la edición original.

[1] Así reza una de las estrofas de una canción de monjas. Texto tomado de: Der Frankfurter. Eine deutsche Theologie. El traductor Josef Bernhart lo cita en su «Introducción» (Munich, Hermann Rinn, [2ª ed. 1946]) p. 110.

[2] Cfr. Sanchis Alventosa, J., La escuela mística alemana y sus relaciones con nuestra mística del siglo de oro, 1946.

[3] Cfr. lo dicho por Bernhart en su «Introducción», o. cit. p. 48 y en su obra: Die philosophische Mystik des Mittelalters, (1922) Darmstadt, Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1974, pp.42 ss. o también Faggin, G., M Eckhart y la mística medieval alemana, Buenos Aires, Sudamericana, 1953, pp. 95 y 107.

[4] Cfr. Quint, Josef, «Mystik» en: Reallexikon der deutschen Literaturgeschichte, fundado por Paul Merker y Wolfgang Stammler, 2ª ed. a cargo de Werner Kohlschmidt y Wolfgang Mohr, Berlín, Walter de Gruyter, tomo II(1962) pp. 544 a 568.

[5] Según el título de la conocida obra de J. Huizinga, El otoño de la Edad Media. En ella se hallan también amplias referencias a la mística. He usado la edición alemana: Herbst des Mittelalters, Stuttgart, A. Króner, 6ª ed. 1952.

Para el desarrollo de las diferentes tendencias, véase también Josef Bernhart, Diephilosophische Mystik des Mittelalters (nota 3); Josef Quint, el artículo «Mystik» (nota 4) con bibliografía selecta. Amplias bibliograKas para el tema se pueden encontrar en: Wentzlaff-Eggebert, F.-W., Deutsche Mvçtik zwischen Mittelalter und Neuzeit, Berlín, De Gruvter, 1969, 3a ed.; y Soudek, Ernst,MeísterEckhart, Stuttgart, Metzler, 1973. En lengua castellana, hay mucho material en la obra citada de Giuseppe Faggin, sobre todo con respecto a publicaciones de tiempos anteriores.

[6] En la balada «Der Graf von Habsburg» (El conde de Habsburgo).

[7] Friedrich Ranke denomina así uno de los subtítulos del capítulo: «Von der ritterlichen zur bürgerlichen Dichtung» (De la literatura caballeresca a la burguesa) en: Annalen der deutschen Literatur, Stuttgart, Metzler, 1962, p. 205.

[8] Denifle, H. S., «Uber die Anfange der Predigtweise der deutschen Mystiker» en: Archiv f Literatur- und Kirchengeschichte des Mittelalters 2 (1886) pp. 641 ss.

[9] Quint, Josef en: Meister Eckehart (sic). Deutsche Predigten und Traktate, Munich, Hanser2 (1963) señala (p. 11 s.) que el mandato exterior no habría sido suficiente si la tendencia al misticismo no hubiera estado en el ambiente y «si los predicadores mismos no hubiesen poseído el intuitus mysticus que sólo convierte en mística a una persona».

[10] Comunidades de mujeres que se dedicaban a la vida religiosa sin clausura y sin hacer los votos de pobreza, castidad y obediencia.

[11] Hadewych pertenece a la mística antiguo-neerlandesa, como posteriormente Ruysbroec. Se opina, sobre todo últimamente, que ésta debe ser vinculada a la mística alemana. Cfr. lo dicho por Kurt Ruh en el Prefacio (p. X) a su edición de Altdeutsche und altniederländische Mystik, Darmstadt, Wissenschaftl. Buchgesellsch., 1964.

[12] Quint, Meister Eckehart, I. c., p. 12.

[13] Soudek, obra citada, p. 7.

[14] Karrer, Otto, Die grosse Glut. Textgeschichte der Mystik im Mittelalter, Munich, «Ars Sacra» Jos. Müller (1926) p. 303.