LA DOCTRINA DEL “DEJAMIENTO”
O ABANDONO A LA VOLUNTAD DIVINA
EN LOS MÍSTICOS RENANOS

MAESTRO ECKHART,

 JUAN TAULER Y

BEATO ENRIQUE SEUZE (SUSÓN)



P. Fr. Bryan Farrellt O.P.


En vez de constituir una seca exposición de temas filosóficos y teológicos, los escritos de los máximos exponentes de la Orden de Predicadores en el campo de la espiritualidad del siglo XIV contienen tesoros de enseñanzas que reflejan sus almas como maestros de vida cristiana.

El principal exponente es sin duda el Maestro fray Eckhart de Hochheim, que puede ser considerado como el fundador de la corriente de espiritualidad del abandono a la voluntad divina, llamada de la Gelassenheit, absorbida en los ambientes españoles del siglo XVI bajo el nombre de “Dejamiento” y más tarde por escuelas francesas de los siglos XVII y XVIII que la llamaron espiritualidad del Abandono.

Los discípulos más aprovechados de Eckhart fueron el conocido predicador fray Juan Tauler de Estrasburgo y el penitente místico beato Enrique de Constanza.

De esta trilogía podemos entresacar algunas sentencias, avisos y cautelas. Varias de las cuales serán aprovechadas, a dos siglos de distancia, por el místico doctor carmelita san Juan de la Cruz.

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EL MAESTRO ECKHART DE HOCCHEIM (1260-1327)

Los textos seleccionados y traducidos al castellano, están tomados de las obras latinas (LW = Lateinische Werke) y alemanas (D W = Deutsche Werke) de la edición crítica de Stuttgart. Las siglas y la página corresponden a las de dicha edición.

Colaciones de formación (Reden der Unterweisung); DW 1.

+ La verdadera y perfecta obediencia es una virtud tal que ninguna obra grande puede ser llevada a cabo sin ella. La verdadera obediencia la hará más noble, mejorándola. La obediencia obra siempre lo que es óptimo en todo. (n. 1, p. 505).

+ Señor, no me des nada fuera de lo que tú quieras, y haz, Señor, de mí cuanto quieres y en cualquier modo que quieras. (ibíd.).

+ Donde nada quiero para mí, allí lo quiere Dios todo para mí. (ibíd.).

+ El corazón libre todo lo puede, estando enteramente sumergido en la amantísima voluntad divina. (n. 2, p. 506).

+ Tanto cuanto sales de las cosas, entra Dios en ti con todo lo suyo. (4, p. 507)

+ No son las obras quienes nos santifican, sino nosotros quienes debemos santificar las obras. (4, p. 508).

+ Busca a Dios, y hallarás a Dios y todo lo bueno.(5, p.508).

+ La virtud y todo lo bueno reposan en la buena voluntad (10, p. 513).

+ Tú debes entregarte enteramente a Dios sin preocuparte de lo que él hace de lo tuyo. (11, p. 516).

+ La voluntad perfecta y verdadera es solamente la que se entrega por completo a la voluntad de Dios para carecer de voluntad propia. (11, p. 516).

+ Cuanto más nos pertenezcamos, tanto menos seremos como es Dios. (11, p. 517).

+ El hombre que se hubiese despojado de todo lo suyo, no podría echar de menos a Dios en cosa alguna (ibíd.).

+ Dios es un Dios del presente. Tal como te encuentra te toma y te recibe, no como fuiste, sino como eres ahora. (12, p. 518).

+ Si se renueva el arrepentimiento, crecerá y se renovará el amor.(12, p. 518).

+ Cuanto más grandes y graves sean los pecados, tan inmensamente más gusta a Dios el perdonarlos. (13, p. 519).

+ Nada es mejor para conocer si se ama totalmente a Dios, que la confianza. (14, p. 519)

+ El amor no puede desconfiar de Dios, pues espera recibir sólo bienes de él. (15, p. 519).

+ Cuando Dios perdona, perdona enteramente y sin reserva, y con mayor agrado los pecados grandes que los pequeños; y esto crea gran confianza. (ibíd.).

+ Al que más se le perdona, corresponde amar más (ibíd.). Cfr. Lucas 7, 47.

+ La verdadera penitencia, la óptima, con la que el hombre logra enmendarse firmemente, consiste en que se aparte por completo de lo que no es Dios ni divino, en sí y en todas las criaturas y en que se convierta plenamente a su Dios amado con amor imperturbable. (16, p. 520).

+ Dios nunca se aleja, siempre permanece cerca nuestro, y cuando no puede permanecer dentro (a causa del pecado) no se aleja mas allá de la puerta. (17, p. 522).

+ El hombre debe aprender a quedar desligado (en su interior) en medio de sus tareas. Es necesario que el hombre more y trabaje con su mente enteramente puesta en Dios. Pues Dios no nos otorga ningún don para que nos apoderemos de él y descansemos en el don. Antes bien, todos los dones que entrega en el cielo y en la tierra, los concede con el fin de otorgarnos un sólo Don: Él mismo. (21, p. 530).

+ El hombre debe entregarse, junto con todo lo suyo, mediante un puro desasimiento del propio querer y apetecer, a la amantísima voluntad de Dios; y esto en todas las cosas. (21, p. 53l).

+ Sólo entonces es suficientemente perfecta la humildad, cuanto Dios humilla al hombre a través del hombre mismo. (23, p. 534).

+ Quien quiera recibir todas las cosas, debe también deshacerse de todas las cosas. (23, p. 535).

+ Toda bienaventuranza y perfección, comienza, sin excepción alguna, con la pobreza de espíritu (ibíd.). Cfr. Mateo 5, 3.

+ Quien puede prescindir de todas las cosas, y no las necesita, es mucho más feliz que aquel que posee las cosas creyéndolas necesarias. (23, p. 536).

+ Deja que Dios obre en ti, y no te preocupes si lo hace natural o sobrenaturalmente; reconoce que la obra es suya; suyas son ambas cosas: la naturaleza y la gracia. (23, p. 538).

+ El desasosiego proviene de la criatura y no de Dios. (ibíd.).

Libro de la divina consolación (Buch der göttlichen Tröstung) DW V.

+ Todo sufrimiento proviene para ti de que no te has convertido a Dios y por Dios. (p. 473).

+ Dios es Padre desde la eternidad, mas a partir de que hizo las criaturas, es Señor. (p. 484).

+ La obra exterior nunca puede ser pequeña cuando la obra interior es grande, ni la exterior grande y buena cuando la interior es pequeña o no vale nada. (p. 486).

+ Corazón a Corazón, uno con el Uno, eso ama Dios. (p. 489).

+ Como el Hijo de Dios no podía sufrir en su divinidad ni en la eternidad, el Padre celestial lo envió en el tiempo para que se hiciera hombre y pudiese sufrir. (p. 490).

+ Todo lo que Dios quiere es bueno, y lo es precisamente porque El lo quiere. (p. 395).

Sermones alemanes (Predigten), DW 1.

+ Si Jesús te habla al alma, has de quedar solitaria y callar, si quieres escuchar a Jesús (P. 1, Intravit Jesus in quoddam castellum, p. 431).

+ Si sufres por Dios, y sólo por amor de Dios, este sufrimiento no te causará dolor ni tampoco te resultará pesado, porque Dios sobrellevará la carga. (P.2, Intravit Jesus, p. 436).

+ Podrías quizás decir: ¿De dónde puedo saber si es o no voluntad de Dios? Sábelo: si no fuese voluntad de Dios, no existiría. (P. 4, Omne datum optimun, p. 431).

+ Penas o sufrimientos, debes recibirlas de Dios como lo óptimo (para ti). Porque es natural para Dios querer lo mejor (ibíd.).

+ Para los hombres que se entregan a Dios (die sich Gott überlassen) y buscan con toda diligencia sólo su voluntad, cualquier cosa que Dios da a tales hombres (‘dejados’) es siempre lo mejor. (ibíd.).

+ Nada da Dios con tanto gusto como cosas grandes. Por eso perdona con mayor gusto los grandes pecados que los pequeños. (ibíd., p. 443).

+ Podemos y debemos obrar nuestras propias acciones desde nuestro interior. Como Dios obra a partir de lo que le es propio, así también debemos hacerlo nosotros, dado que Él está en nosotros. El es enteramente nuestra propiedad, y todas las cosas nos pertenecen en Él. Todo, ángeles y santos y Nuestra Señora, y cuanto tienen, son igualmente míos, y no son más extraños ni lejanos de aquello que es mío (propio). (P. 5a., In hoc apparuit caritas Dei, p. 447).

+ Protégete de ti mismo; y así estarás bien protegido. (ibíd., p. 448).

+ Donde acaba la criatura allí comienza a ser Dios (en nosotros). (P. 5b, In hoc apparuit caritas Dei in nobis, p. 451).

+ Todo amor de este mundo está edificado sobre el amor propio; si lo hubieses dejado, habrías dejado de todo al mundo. (P. 6, Iusti vivent in aeternum, p. 454).

+ En cualquier cosa que obra Dios, su primer efluvio es la misericordia. (P. 7, Populi eius, p. 457).

+ Dios nunca destruye sin dar algo mejor en cambio. (P. 8, In occisione, p. 459).

+ Para Dios nada muere, todas las cosas viven en Él. (ibíd., p. 460).

+ Dios es quien más participa, comunicando de lo suyo. Porque El es por sí mismo, y entre todos los dones que otorga, en primer lugar se da siempre a si mismo. (P. 9, Quasi estella matutina p. 463).

+ Cuanto más se eleva el alma sobre las cosas terrenas, tanto más fuerte se vuelve. (ibíd., p. 465).

+ Quien no hubiese conocido más que a las criaturas, no tendría que pensar en algún sermón, pues toda criatura está llena de Dios y es un libro. (ibíd., p. 465).

+ Dios está más cerca del alma, de lo que está ella de sí misma. Dios está en el fondo del alma con toda su Deidad. (P. 10, In diebus suis, p. 467).

+ El alma es tocada (berührt) de modo inmediato por el Espíritu Santo, pues con el mismo amor con que Dios se ama a sí mismo, con ese amor me ama a mí; y el alma ama a Dios, con el mismo amor con que Dios se ama. Este amor es un ardor (Hitze) y una eflorescencia (ein Ausblühen) del Espíritu Santo, en el que mora Dios en el alma. (ibíd., p. 469).

+ Dice nuestro Señor: el que quiere ser mi discípulo debe dejarse a sí mismo (sich selbst lassen), Lucas 9, 23; nadie puede escuchar mi doctrina, que no se haya dejado a sí mismo (sich selbst gelassen). (ibíd., p. 470).

+ A quien haya dejado su entera voluntad, le agrada mi doctrina y escucha mi palabra, (ibíd.).

+ Todas las criaturas reciben su ser inmediatamente de Dios; por eso las criaturas, por rectitud natural aman a Dios más que a sí mismas. (ibíd.)

+ Ninguna unión (Einung) es mayor que la que se da entre las tres divinas Personas que son un solo Dios. Después de ella, ninguna unión es más grande que la que se da entre Dios y el alma. (ibíd.).

+ Si sucediera que el alma recibiese un beso de la Divinidad (Gottheit), se encontraría llena de perfección y de dicha, abrazada en unidad. (ibíd., p. 471).

+ Cuando Dios mira a la criatura, le da con ello el ser; cuando la criatura mira a Dios, recibe con ello su ser. (ibíd., p. 471)

+ Se alegra en todo tiempo, aquél que se alegra por encima del tiempo y fuera del tiempo. (P. 11, Impletus est tempus Elizabeth, p. 472).

+ A quien no busca ni ambiciona cosa alguna fuera de Dios, le descubre Dios y le da cuanto tiene escondido en su corazón divino, para que le sea tan propio como lo es de Dios. (ibíd., p. 474).

+ Aquél que ha de escuchar a la eterna sabiduría del Padre, debe vivir en su interior, como en casa, enteramente dejado (völlig gelassen sein), y ser uno; entonces podrá escuchar la eterna Sabiduría del Padre. (P. 12, Qui audit me, p. 476).

+ Toda santidad viene del Espíritu Santo. ...El Espíritu Santo toma el alma y la purifica en la luz y en la gracia, y la arrastra hacia arriba, hasta lo más alto ... y la alza hasta su origen, que es el Hijo, y el Hijo continúa llevándola a su origen, que es el Padre... el Fondo, el Primero, en el que el Hijo tiene su ser. (P. 18, Adolescens, tibi dico: surge, pp. 499-500).

+ Cuanto descansa el alma en Dios, tanto descansa Dios en ella. (ibíd., p. 499).

+ Algunos miran a Dios con los mismos ojos con que miran a una vaca, y lo aman como a una vaca. Se ama a la vaca por su leche, por el queso; en fin, por su utilidad. Lo mismo hacen aquellos que aman a Dios por la riqueza exterior o por la consolación interior; ellos no aman de verdad a Dios sino la propia utilidad. (P. 16b, Quasi vas auri solidum, p. 494).

+ Es en el silencio y la quietud cuando Dios habla en lo interior del alma. (P. 19, Sta in porta, p. 503).

+ Lo que Dios da es su ser, y su ser es su bondad, y su bondad es su amor. (P. 22, Ave, gratia plena, p. 519).

+ Un justo temor es, con el que se teme perder a Dios. (ibíd.). DW II

+ Todos los mandamientos de Dios proceden del amor y de la bondad de su naturaleza; porque si no procedieran de su amor, no podrían ser mandamientos de Dios. (P. 28, Ego elegi vos de mundo, p. 649).

+ El hombre que se ha dejado a sí mismo, se ha dejado verdaderamente. (ibíd., p. 650).

+ Duerman en ti todas las criaturas, así podrás recibir lo que Dios obra en ti. (P. 30, Praedica verbum, p. 656).

+ El que tuviese a Dios, y además de Dios todas las cosas, no tendría más que uno que tuviese sólo a Dios. (P. 25, Moyses orabat Dominum, p. 641).

+ Quien busca a Dios y a alguna cosa junto con Dios, no encontrará a Dios; el que de verdad sólo busca a Dios, encuentra a Dios, y nunca le encuentra solo, sino que todo lo que quisiera pedir a Dios lo encontrará juntamente con Dios. (P. 26, Mulier, venit hora, p. 642).

+ En todo movimiento por el que somos movidos al amor, ninguna otra cosa nos mueve sino el Espíritu Santo. (P. 27, Hoc est praeceptum meum, p. 645).

+ Cuanto más te entregues a Dios, tanto más, a su vez, se te dará él mismo; cuanto más te despojes de ti mismo, tanto mayor será tu eterna bienaventuranza (ibíd., p. 648).

+ El primer don que da Dios, es el Espíritu Santo, en quien Dios nos da todos sus dones. (P. 37, Vir meus, servus tuus mortuus est, p. 676).

+ Una sola obra que en la simple luz del alma obre Dios, es más hermosa que el mundo entero. (P. 43, Adolescens, tibi dico: surge, p. 698).

NOTA: Los sermones alemanes siguientes han sido publicados por J. QUINT, Deutsche Predigten und Traktate, C. Hanser Verlag, München 1963 (2a. ed., 1977). Como sigla para estos sermones se usará: Q. (QUINT).

+ El alma que ha de amar a Dios y a la que él ha de participarse, debe estar tan enteramente desnuda de cosas temporales y de todo gusto de las criaturas, que Dios pueda encontrar en ella su propia complacencia. (Q,P. 33, Dilectus Deo et hominibus, p. 312).

+ En ninguna parte es Dios tan propiamente Dios como en el alma. En todas las creaturas hay algo que es de Dios, pero en el alma Dios está divinamente, pues halla en ella su reposo. (ibíd.).

+ Nadie debe admirarse de que yo diga: Dios no ama más que a sí mismo. Esto es lo óptimo para nosotros, pues tiene en vista nuestra máxima felicidad. Él quiere atraernos, transportarnos en sí mismo para poder amamos en sí, a nosotros consigo, en un mismo amor. (ibíd.).

+ Quiero agradecer a Dios, porque en su bondad, no puede dejar de amarme. (ibíd.).

+ En Dios no hay enojo ni tristeza, sino amor y gozo. Aunque parezca a veces que se enoja por nuestros pecados, eso no es enojo sino amor; pues procede de un mayor amor de Dios. A los que ama Dios los corrige, pues es el Amor, Amor que es el Espíritu Santo. Así entonces el enojo de Dios procede del amor. Dios se enoja sin amargura. (Q, P. 35, Videte qualem caritatem, p. 321).

+ Cuando el alma se pierde enteramente en Dios por amor, entonces no conoce otra cosa que amor. (Q, P. 37, Surrexit autem Paulus, p. 33l).  San Juan de la Cruz dirá en su Cántico: “Mi alma se ha empleado y todo mi caudal en su servicio, ni tengo ya otro oficio ya que sólo en amar es mi ejercicio” (Cántico B. canción 28).

+ Si el alma ha de conocer a Dios, debe olvidarse de si misma y perderse; pues mientras se mira a sí misma, entonces no ve ni conoce a Dios. Pero cuando el alma se pierde dejando todas las cosas por amor de Dios, entonces se encuentra de nuevo a sí misma en Dios. (Q, P., Scitote, quoniam prope est regnum Dei, p. 326).

+ La Santísima Trinidad busca el reposo. El Padre busca descansar en su Hijo, y ambos se aquietan en el Espíritu Santo que procede de ellos en un amor inconmensurable. Y nada desea Dios Trinidad de nuestra parte, sino que le regalemos un corazón tranquilo. (Q, P, 45, In omnibus requiem quaesivi, pp. 366 - 367).

+ Dios no ama nada fuera de sí mismo y de lo que le es semejante. Él nos ama tal como nos encuentra en Sí. Dios tiene un solo amor, y con ese mismo amor con que el Padre ama a su Hijo Unigénito, me ama también a mi. (Q,P. 46, Beati qui esuriunt, pp. 370 - 371).

+ Nada es mejor para el hombre, que mantenerse en silencio, en paz y en quietud, para dejar hablar y obrar a Dios en sí. (Q,P. 57, Dum medium silentium tenerent onmia, p. 419).

+ La verdadera Palabra de la eternidad será dicha sólo en la soledad en que el hombre queda como en un desierto, enajenado de sí mismo y de toda multiplicidad. (Q,P. 59, Et cum factus esset Jesus annorum duodecim, p. 434).

+ No necesitas buscar al Señor por aquí o por allá, no está más lejos que de la puerta del corazón. Allí permanece, espera y aguarda por si te hallas dispuesto a abrirle y a dejarle entrar. (ibíd., p. 436).

+ Nada te acerca más a Dios, ni hace a Dios tan de tu propiedad, como el dulce vínculo del amor. Quien le haya encontrado por este camino, no debe buscar ningún otro. (ibíd.).

Sermones Latinos. LW IV.

+ La gracia obra en nosotros tres cosas: en primer lugar nos justifica de la culpa, que es el mayor de los males; en segundo lugar nos conforta para toda obra buena; en tercer lugar da al alma una vida verdadera y perfecta, una vida eterna. (S. 1, nº 15).

+ El temor en el amor es amor, como el ser en la vida es vida, y viceversa. (S. 6, nº 66).

+ Teniendo el amor, se tiene todo; no teniéndolo, en vano se tienen las demás cosas. El amor se relaciona con las virtudes, como el ser respecto a todos los entes. (ibíd., nº 71).

+ Dios, aunque innominable por su inconmensurabilidad, suele hacerse conocer mediante sus obras, de tal modo que la justificación de un solo hombre es un bien mayor que el bien de la naturaleza entera. (S. 9, nº 96 - 97).

+ En todas nuestras obras, Dios espera de nosotros que le demos amor; de los bienaventurados espera el gozo. Para quienes estén en el purgatorio aguarda nuestros sufragios. Para nuestros prójimos quiere nuestro buen ejemplo. (S. 10, nº 110).

+ El verdadero cristiano, que toma en serio el nombre de Cristo, considera a todo hombre como si fuera él mismo, dado que Cristo asumió la naturaleza, no la persona humana. (S. 20, nº 119).

+ Con la oración se obtienen principalmente cuatro cosas: en primer lugar, la remisión de los pecados; en segundo lugar el debilitamiento de las tentaciones; en tercer lugar se alcanzan bienes espirituales y en el cuarto la salvación eterna. (S. 24, nº 231).

+ Siempre ora bien, el que obra siempre bien. En efecto, el justo no cesa nunca de orar. Si cesara dejaría de ser justo. Todo buen deseo es una oración, por tanto si el deseo es constante lo es también la oración. (ibíd. Nº 231).

+ Dios sólo basta, y nada basta fuera de Dios. Dios basta sin todo lo demás. (S. 27, nº 271).

Comentario al Evangelio de San Juan, LW III.

+ El amor es un movimiento que va hacia el amado, y el amado es poseído sólo en el amor. De ahí que del hecho de que uno ame o no, depende que vea o no al amado; pues amar significa conocer al amado. (nº 224, pp. 187 - 188).

+ Tan grande es la unión de Dios con el alma nacida del Espíritu, que lo que es de Dios, compete también al espíritu humano. (nº 335, p. 284). Santo Tomás había escrito: “En el hombre espiritual se encuentran las propiedades del Espíritu Santo”. (In Iohann., c. 3, lectio 3).

+ Resulta congruo que para llegar al Padre se vaya por el Espíritu Santo y por el Hijo conforme al orden de las procesiones (divinas). (nº 379, p. 322).

+ Toda consolación y obra de virtud al comienzo resulta ardua y difícil, pero al final resulta dulce y ligera. Los consuelos mundanos en cambio, o que proceden de algo malo o vicioso, son la vía ancha que conduce a la perdición, contraria a la estrecha que conduce a la Vida. (Cfr. Mt. 7, 13-14). Cuando se progresa en ésta, se dilata, y resulta leve y fácil. (nº 297, p. 249).

+ El bien se posee amando. El Bien contiene el sí y bajo sí a todo bien, sea éste o aquél, o cualquier bien y de cualquier modo que sea bueno. Por tanto, quien ama el bien en cuanto bien, tiene ya en sí a todo bien. (nº 387, pp. 330 - 331).

+ Cristo es Camino al presente por la fe y las buenas obras, cuanto al mérito; en el futuro será Verdad y Vida cuanto al premio. (nº 545, p. 476).

+ Dios nos ama como a sí mismo, con el mismo amor con que se ama, y nos ama también en sí mismo. Y así nosotros debemos amar al prójimo en Dios y a Dios en el prójimo. De hecho, cuando amamos a uno por amor a otro amamos a entrambos en uno, y entonces no son dos, sino uno. (nº 627, p. 545).

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FRAY JUAN TAULER (TAULERO) DE ESTRASBURGO (130O - 1361)

Sus Sermones (= Predigten) son citados en traducción castellana de la edición alemana de G. HOFMANN, Johannes Tauler. Predigten, Freiburg in Brisg., 1979. Los títulos de los sermones y la paginación, como en el texto alemán.

Los tres nacimientos divinos:

+ El primer y más sublime nacimiento ha lugar cuando el Padre celestial engendra al Hijo unigénito en la esencia divina y en distinción de Persona. El segundo nacimiento es por la fecundidad maternal que en pureza absoluta correspondió a la castidad de la Virgen. El tercer nacimiento sucede todos los días y a cada hora, cuando Dios nace verdadera y espiritualmente en un alma buena mediante la gracia y el amor (Puer natus est nobis, 13).

+ Debes callar. Entonces el Verbo de este nacimiento podrá hablar en ti y ser escuchado por ti. Ten por cierto que si quieres hablar tú, él deberá callar. No se puede servir mejor a la Palabra, que callando y escuchando (ibíd., 17).

+ El Hijo de Dios nació en la eternidad sin madre, en el tiempo sin padre, y se hizo hermano nuestro (ibíd., 18).

+ El que duerme, no peca (Accipe puerum, 24).

+ El amor es la madre de la humildad pura, del empequeñecimiento de sí mismo por el sometimiento a la voluntad de Dios con la mayor pureza (ibíd., 25).

+ Cuando un sufrimiento viene de Dios, agradécelo. Huye de ti mismo y

entrégate a su divina voluntad (Ubi est qui natus est, 31).

+ El amor ardiente a Dios encuentra reposo en la oración (ibíd.).

+ Como una piedra es atraída por la tierra, y el fuego llamea en el aire, de ese modo trae Dios el alma a sí (Iugum meum suave est, 41).

+ Donde Dios es amado con amor puro, nada puede obstaculizar ni turbar al hombre (Simile est regnum coelorun, 50).

+ El verdadero y activo arrepentimiento por los pecados es una completa aversión de todo lo que no es Dios y de lo que él no es la verdadera causa, con una total y verdadera conversión a Dios, cuanto uno es; tal es el núcleo y la médula del arrepentimiento. Y es un sumergirse con una imperturbable confianza en el amable y puro bien que es Dios, con la intención de permanecer siempre más con El, y adherírsele cuanto le sea posible, preparado para cumplir su amabilísima voluntad (Erat festus iudeorum, 55).

+ Todos aquellos a quienes el espíritu de Dios persigue, son sus hijos (Exiens Jesus, 63).

+ En la medida en que el hombre deja lo suyo, en esa medida entra verdaderamente Dios en él (ibíd., 66).

+ Los verdaderos amigos de Dios (Gottesfreunden) a nadie juzgan sino a sí mismos (Ego sum lux mundi, 71).

+ Apenas el Espíritu Santo viene al alma, enciende en ella un fuego de amor, un tormento que la inflama; ese ardor arroja chispas que producen sed de Dios y anhelo amoroso (Si quis sitit, 75).

+ Cuando se está en pleno invierno, en un abandono árido y oscuro, oprimido por una oscuridad creciente, eso es superior a todo gozo que se pueda concebir siempre que se permanezca en él con constante ecuanimidad (Oves meae vocem meam audiunt, 91).

+ La mansedumbre avecina a Dios. Un hombre manso escucha la voz de Dios, que el hombre impetuoso e irascible no oye. El viento tempestuoso hace sonar ventanas y puertas y se oye mal (Oves meae vocem meam audiunt, 93).

+ Si quieres percibir en ti la palabra paternal, oculta y secreta, que en un suave murmullo será pronunciada en lo más íntimo del alma, es necesario que en ti y fuera de ti sea aniquilada toda impetuosidad, dando oído a esa amable voz con callada mansedumbre (ibíd.).

+ Apártate verdaderamente de ti mismo y de todas las cosas creadas y dirige tu espíritu enteramente a Dios por encima de toda criatura, hacia el profundo Abismo; hunde allí tu espíritu en el Espíritu de Dios con verdadero abandono (“in wahrer Gelassenheit”) (Clarifica me, Pater, 101).

+ Donde se encuentra el Espíritu Santo, el hombre reconoce claramente sus faltas y aprende el abandono y la humildad (Expedit vobis ut ego vadam, 111).

+ No todas las personas pueden orar en espíritu, algunas deben orar vocalmente. Entonces debes dirigirte a nuestro amado Señor amigable y buenamente con las más amorosas palabras con que puedas expresarte. Esto ha de inflamar también tu amor y tu corazón (dein Gemut) (Quis vestrum habet amicum, 116).

+ Dios es inefablemente bondadoso, da y perdona sin medida, y está mil veces más dispuesto a dar que el hombre a recibir (ibíd.).

+ Cierra tu boca, y abre tu corazón a Dios (ibíd.).

+ Los hombres divinizados (göttlicher Mensch) son las columnas del mundo y de la Santa Iglesia (Ascendens Christus in altum, 137).

+ Como el imán atrae al hierro, así atrae el amante Cristo a sí todos los corazones que son tocados por él (Dominus quidem Jesus, 139).

+ Cuando arrecian temibles vientos tormentosos que agitan la quietud interior con tentaciones exteriores de parte del mundo, de la carne o del maligno enemigo, quien las atraviese encontrará la verdadera paz que nadie podrá quitarle (Hic Jesus assumptum est, 146).

+ Pon todo empeño en llegar a ser pequeño y anonadado (klein und vernichtet zu werden); así te sucederá que serás verdaderamente ensalzado y colocado en lo que Dios tiene de más grande, de más elevado y de más precioso (In diebus illis, 151).

+ La misión del Espíritu Santo que tuvo lugar para los discípulos el día de Pentecostés, se cumple espiritualmente cada día en todos los que se preparan a fondo. Así el Espíritu Santo viene particularmente con dones y con gracias y dones nuevos y singulares en vida del hombre, e internamente se vuelve hacia el que internamente está dispuesto a recibirle (Estote prudentes et vigilate, 153).

+ La verdadera separación (wahre Abgeschiedenheit) significa que el hombre se aleje de todo lo que no es pura y simplemente Dios, y con la luz de su entendimiento contemple todas sus obras, palabras y pensamientos, con juicio espiritual; por si, en su fondo (in dem Grunde) no hubiese algo a excepción de Dios, o bien no tienda a Dios en todas las cosas, en el hacer y en el omitir. Y si encuentra alguna cosa cuyo objeto sea distinto de Dios, la separe y arroje de sí. Esta separación es necesaria si se quiere recibir al Espíritu Santo y sus dones; pues el hombre ha de orientarse enteramente a Dios, y desviarse de cuanto no es Dios (ibíd., 154-155).

+ Los dones de Dios no son Dios mismo. Y se debe tener gusto sólo en Dios y no en sus dones (ibíd., 157).

+ La primera y mayor preparación para recibir al Espíritu Santo es estar vacío (entleert). Porque en la medida en que el hombre se ha vaciado, se ha hecho receptivo. ...Si Dios debe entrar, debe necesariamente salir la criatura. ...Cuando ha tenido lugar esta preparación, el Espíritu Santo colma toda la capacidad receptiva (Repleti sunt omnes Spiritu Sancto, 171).

+ Cuanto estés vacío de verdad, tanto recibirás; cuanto menos conserves de lo tuyo, tanto más recibirás de lo divino; de amor propio, de propia opinión, propia voluntad, de todo esto debes despojarte (ibíd.).

+ Todo lo que tienes que hacer, es dejar que el Espíritu Santo cumpla su obra en ti, sin presentarle algún obstáculo; entonces te llenará enteramente (ibíd., 172).

+ Tal como el alma participa en modo oculto la vida al cuerpo, sin que éste lo perciba o comprenda, así obra el Espíritu Santo en el espíritu y en el fondo del hombre (in Geist und Grund des Menschen), sin que éste se dé cuenta (ibíd.).

+ Quien con gusto ama a Dios y anhela verlo, todo lo hará por amor (ibíd., 176).

+ Este Espíritu Santo lleno de amor será derramado con tanta frecuencia en el hombre, cuanta éste con toda su fuerza se aparte de toda criatura y se convierta a Dios; en el mismo instante en que el hombre hace esto, viene a él el Espíritu Santo con cuanto le es propio (Repleti sunt omnes Spiritu Sancto, 178).

+ Cuanto se está en Dios, tanto se está en paz; cuanto viva fuera de Dios, tanto le faltará la paz (Qui manducat meam carnem, 217).

+ Si quieres ser tomado por lo íntimo de Dios y transformado de El, debes vaciarte de ti mismo, de todo lo propio, de toda inclinación, de toda actividad, de toda presunción, de todo modo en que te poseas a ti mismo; menos de eso, no es posible. ...Si Dios debe obrar verdaderamente en ti, debes estar en pura pasividad; todas tus potencias deben estar enteramente desposeídas de su actividad y afirmación propia y mantenerse en una pura y desnuda nada (in reinem und blossen Nichts). Cuanto más profundo sea este aniquilamiento (Zunichtewerden), tanto más esencial y verdadera será la unión (so wesentlicher und warrer ist die Vereinigung). Si se dejase (liesse es sich) tan esencial y puramente como el alma de nuestro Señor Jesucristo - fuese eso posible, que no lo es -la unión con Dios (Gottvereinigung) sería tan grande como en Cristo. Cuanto (mayor) es el despojamiento (Entäusserung) tanto (mayor) será la divinización (Gottwerden) (ibíd., 220).

+ Padecer es mejor que obrar (ibíd., 222).

+ Este alimento de amor (liebevolle Speise; la eucaristía) se une de modo admirable al hombre, lo atrae enteramente a sí y lo transforma. Esto es algo más íntimo que cualquier unión que el entendimiento humano pueda concebir en todas y sobre todas las transformaciones, mayor que la de una gotita de agua en un tonel de vino. En esta unión el espíritu es atraído y elevado por encima de su debilidad, de su condición natural, de su disimilitud; es purificado, transfigurado, elevado por encima de todo su poder, sobre sí mismo, sobre su propio modo de ser; todo su modo y su ser se hallará penetrado por Dios, modificado y transformado en un modo divino; allí el nacimiento será consumado en verdad, y el espíritu perderá toda desconveniencia con Dios (Aehnlichkeit mit Gott); se perderá en la divina Unidad (Scriptum est in Johanne, 228). Mas el hombre no será cambiado en naturaleza divina (ibíd., 230).

+ La obra más pequeña e insignificante, cumplida con un verdadero espíritu de obediencia, por razón de esta obediencia es mejor, más divina y meritoria que todas las grandes obras que el hombre pueda cumplir por su propia voluntad (Carissimi, humiliamini sub potenti manu Dei, 257-258).

+ El alma lleva en sí un fondo cuya sed de Dios, aún siendo El todopoderoso, no puede saciar sino dándose a sí mismo (Erant appropinquantes ad Jesum, 264).

+ El hombre debe encontrar en sí, con verdad y sin rodeos, que desde el fondo de su corazón tenga la intención de vivir sólo para Dios y de no dirigir su pensamiento a otro alguno, deseándolo sólo a El y por encima de todas las cosas con amor puro en la intención de todas sus obras. Que encuentre en sí una voluntad pronta para todo lo que él sepa que Dios quiere de él; cualquier cosa que fuera le encuentre siempre dispuesto pronto para dejar todo lo que Dios quiere que deje, aunque fuese para él la cosa más amada del mundo. Que dirija sus pensamientos a seguir a Dios por cualquier camino que le guíe o atraiga, sea mediata o inmediatamente. Que siga este camino con gusto a través del sufrimiento y de la separación, del modo que Dios lo quiera (ibíd., 267).

+ Dios busca y quiere al hombre humilde, pobre, puro, dejado (gelassenen), siempre ecuánime. ...Debes permitir a Dios que te busque, que te oprima y aniquile (dich drucken und vernichten), para que aprendas a ser humilde en todas las circunstancias de la vida, donde y a través de quien vengan. ...Dios quiere un hombre manso. Por eso debes ser tantas veces tironeado y pisoteado con el sufrimiento; así aprenderás la mansedumbre. Dios te quiere un hombre pobre. Déjate a El (überlass dich ihm!). Si te quitan tus bienes y tus amigos, tus parientes, tu tesoro cualesquiera fuere, a que tu corazón esté apegado, sucederá para que puedas responder a Dios con un corazón desnudo y pobre (mit deinen Grund bloss und arm). Dios te busca allí, déjate encontrar! Dios quiere poseer un hombre puro, eso es lo que busca. Te busca con tantas adversidades para que en ellas y en todo lo que te sucede o pudiera sucederte, puedas recibirlo no como venido del hombre sino pura y enteramente de Dios, dejándote buscar por El. ... Dios no busca caballos corpulentos ni fuertes bueyes, que son las gentes de grandes e impetuosos ejercicios de devoción (der Frommigkeit), ni busca a los que hacen grandes obras exteriores. Busca sólo humildad y mansedumbre, es decir, a hombres pequeños y dejados (gelassenen Menschen), que se dejan buscar por Dios y que donde los busque se dejen hacer como ovejuelas (ibíd., 267-268).

+ Serás un hombre dejado (ein gelassener Mensch), cuando recibas ecuánimemente todas las cosas de parte de Dios, amor y dolor, amargura y dulzura con verdadera y perfecta paz (ibíd., 269).

+ Libra a tu espíritu de todos los objetos a que está apegado, de todo amor, pensamiento y complacencia de las criaturas. Porque si Dios ha de entrar, las criaturas deben necesariamente salir. Vacía (entleere) tu espíritu y mantente libre de vanas ocupaciones, pues la llama no se eleva tan fácilmente hacia lo alto, ni un pájaro vuela tan fácilmente, como cuando un espíritu puro se eleva hacia Dios. Por eso se dice en verdad que si queremos llegar al fondo de Dios (Gottes Grund), a lo más íntimo de Dios (Gottes Inneres), debemos entrar en nuestro propio fondo (in unseren eigenen Grund) y en nuestro íntimo ser (in unser Innerstes kommen) con pura humildad. Allí debe el alma ofrecerse enteramente, con todos sus defectos y pecados, y arrojarse delante de la puerta de la Gloria de Dios (von Gottes Herrlichkeit) donde Dios derrama su misericordia; y con todo lo que encuentra en sí de bueno o de virtud por gracia de Dios (von Gottes Gnaden), colocarse a la puerta de la riqueza de Dios, por la que se derraman la bondad y el inefable multiforme amor de Dios (Estote misericordes, 282).

+ Todo lo que en tu vida le impide a Dios vivir y obrar en ti, todo aquello cuyo origen no proceda de Dios, has de dejar si quieres llegar a ser un hombre noble e interior (ibíd., 286).

+ Doblega enteramente con humildad tu nada a la amantísima voluntad de Dios con verdadera dejadez (ibíd. 286).

+ Si el hombre pudiese lograr que la vida exterior no impidiese la interior, entonces contarían mas estos dos modos de conducir la vida que uno solo (ibíd., 291).

+ Orar es la más fructuosa y deleitable ocupación que podemos tener en la tierra (Carissimi, estote unanimes in oratione, 296).

+ “Después de las tinieblas espero la luz” (Job. 17, 22). Permanece solo con ti mismo, no huyas, soporta tu dolor hasta el fin y no busques otra cosa... Mantente en esta necesidad libre de hesitación, pues después de la tiniebla viene el día luminoso en que brilla el sol (Ascendit Jhesus in naviculam, 310).

+ No esperes que Dios te conceda las virtudes sin tu colaboración. Ni hemos de creer que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo fluyan en el hombre que no se haya ejercitado en las virtudes (Divisiones ministrationum sunt, 363).

+ Al que sirve a Dios según su voluntad divina, Dios responderá según la voluntad del hombre. Mas a quien le sirva según su propia voluntad humana, no le responderá según su voluntad divina (ibíd., 364).

+ Dios desliza su hombro bajo nuestra carga, y nos ayuda a llevar nuestro dolor (Littera occidit, 386).

+ El verdadero empequeñecimiento de sí mismo se sumerge en el Abismo de Dios (Abgrund Gottes) (Beati oculi qui vident, 394).

+ La verdadera felicidad reposa en el verdadero abandono (Gelassen-heit), en liberarse de la propia voluntad (an der Ablosung von Eigenwillen); esto procede del fondo de la humildad, en que se pierde la voluntad propia (ibíd., 409).

+ La voluntad propia es como una columna sobre la que apoya todo desorden. Si pudiésemos derribarla, caerían juntamente todos los muros (Fratres, si spiritu vivimus, 467).

+ Entrégate como prisionero a la divina voluntad, con verdadero abandono, y confía en el poder paternal del que todo lo puede, y que tan a menudo y tan abiertamente has experimentado, cada día y a cada hora (Quaerite primum regnum Dei, 480).

+ La verdadera dejadez dispone a todas las gracias, dones y virtudes que Dios quiere conceder (Flecto genua mea, 485).

+ Toda criatura está tan inexpresablemente por debajo de Dios, cuanto una pura nada frente al Ser perfecto (ibíd., 490).

+ No debes someter tu hombre interior a nadie sino a Dios; tu hombre exterior, en cambio, colócalo con toda humildad por debajo de todas las criaturas (ibíd., 492).

+ Todo bien procede de Dios y nada de él te pertenece como propio. ...Por eso hemos de entregar cuanto él nos ha dado, y dejárselo como si de él no se hubiese recibido (Sequere me!, 496; 498).

+ Cuando el hombre con humildad se arroja a los pies de Dios teniéndose por pecador, todo le sucederá para bien. Pero si permanece en su petulancia y trata siempre de disculparse, nada ha de resultar bueno para él (Domus mea domus orationis vocabitur, 529).

+ La oración es una elevación del espíritu a Dios; en un sentido más propio la oración es un recogimiento unitivo del espíritu creado con el espíritu increado de Dios (ibíd., 533).

+ Los verdaderos pobres de espíritu son aquellos que han renunciado a sí mismos y a todas sus cosas y siguen siempre a Dios donde él quiera, sea en el descanso o en el trabajo (Renovamini spiritu mentis vestrae, 541).

+ Es posible al hombre en cada sufrimiento lograr una participación en los sufrimientos de nuestro Señor (Videns Jesus turbas, 552).

+ Sólo Dios está en todas las cosas, en cuanto son buenas (Qui mihi ministrat, 554).

+ Como es imposible amar demasiado a Dios, así tampoco es posible confiar demasiado en él, siempre que la confianza brote de la fidelidad (ibíd., 559).

+ Es tan imposible que el hombre posea interiormente a Dios y que esté sin amor, como el que pueda vivir sin alma (ibíd.).

+ Vergüenza grande, y daño, es que el hombre conozca tantas otras cosas y no se conozca a sí mismo (ibíd., 560).

+ Quien pudiere llegar a conocer a fondo su propia nada, habría encontrado el camino más próximo, más corto y más seguro para alcanzar la más alta y profunda verdad a que se puede llegar sobre la tierra. Para emprender este camino nadie es demasiado débil, ni demasiado simple, ni demasiado joven, ni pobre, o rico (Die Juden und die Pharisäer, 591-592).

+ Dejarse por amor de Dios quiere decir dejarlo todo a Dios (ibíd., 597).

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EL BEATO FRAY ENRIQUE SEUSE (SUSÓN) DE CONSTANZA O.P.
(1295 - 1366)

No existe edición crítica de sus obras. Los textos traducidos aquí al castellano, están tomados de la edición de G. HOFFMANN, Heinrich Seuse. Deutsche mystische Schriften, Düsseldorf, Patmos, 1986, con la paginación correspondiente.

+ Dios impone a veces al hombre duros sufrimientos, sin que haya cometido alguna falta. Por ellos, Dios quiere probar la constancia de ese hombre, su valor, tal cómo se lee con frecuencia en el Antiguo Testamento. O bien Dios no tiene en vista más que la alabanza y gloria, como narra el Evangelio acerca del ciego de nacimiento, a quien Cristo declara ser inocente y le devuelve la vista. Ciertos sufrimientos no se refieren a alguna culpa actual del que sufre, pero éste puede tener otras faltas por las que Dios le envía esos sufrimientos. Sucede con frecuencia que Dios doblega la altiva soberbia y deja que el hombre con un doloroso aniquilamiento (Vernichtung) sienta su propia debilidad por un hecho del que al presente sea del todo inocente. En algún sufrimiento se alcanza el perdón, como en el del malhechor crucificado con Cristo, que por su conversión alcanzó la bienaventuranza. Algunos sufrimientos son enviados al hombre por la bondad de Dios para dispensarle de sufrimientos mucho mayores, como ocurre con aquellos a quienes Dios hace sufrir su purgatorio en el tiempo, por enfermedades, por pobreza u otras pruebas semejantes (Leben = Vida, XL, 140).

+ Conduce una vida retirada, y no salgas de ti ni por palabras ni por obras. Satisface a la verdad con simplicidad, y en cuanto te sucede no busques ayuda en ti mismo, pues al que se ayuda demasiado a sí mismo, no le ayudará la Verdad. Preocúpate por que tu intelecto tome el primer paso en tus obras, pues del adelantarse los sentidos viene todo mal. No se ha de gozar según los sentidos sino según la verdad. Dios no quiere privarnos de gozar, quiere provocarnos el gozo completo (ibíd., XLIX, 169-170).

+ En la mayor sumisión se alcanza la mayor elevación (ibíd.).

+ Si quieres ser útil a todas las criaturas, apártate de todas ellas (ibíd., p. 171).

+ Pertenece al mayor abandono (Gelassenheit) controlar siempre a la naturaleza. (ibíd.).

+ La abnegación de la propia voluntad conducirá todo hacia la perfección. Cuando Cristo dijo: ‘En tus manos...’, añadió: ‘Todo está consumado’ (ibíd., 173).

+ Sólo de los pecados viene que el hombre se lamente y esté triste. Eso se debe expulsar (ibíd., 174).

+ Querer ser librado de un justo quehacer, es la libertad más peligrosa que se pueda obtener (ibíd.).

+ El hombre dejado no ha de buscar en todo tiempo lo que necesita, sino de qué puede privarse (ibíd.).

+ Cuanto más se aparta el hombre de sí mismo y de todas las cosas creadas, tanto más permanece en la unidad y en la felicidad (ibíd.).

+ En nada permanezcas que no sea en Dios (mismo) (ibíd.).

+ Cuanto más o cuanto menos esté el hombre libre de las cosas terrenas tanto más o tanto menos será perturbado por las cosas pasajeras (ibíd., 176).

+ Un hombre dejado se ocupa tan poco de sí mismo, como si nada supiese de sí; pues por el hecho de que Dios está en él, todas las cosas se hallan maravillosamente ordenadas (ibíd., 176-177).

+ El retorno a Dios por la renuncia a la voluntad propia es con frecuencia más grato a Dios que el perseverar en lo que place (ibíd., 177).

+ Dice la Sabiduría eterna: No te asustes por seguirme en el dolor; si Dios mora en la intimidad, el sufrimiento se hace ligero y no hay nada de qué lamentarse. Nadie posee más íntimamente mi inagotable bondad, que quien permanece conmigo en la más penosa amargura. Nadie se lamenta tanto sobre la amarga cáscara como aquél que no ha gustado la interior dulzura del fruto (Libro de la Sabiduría eterna, II, 256).

+ Si el sufrimiento no doliese, no sería sufrimiento. Nada más doloroso que sufrir, nada más gozoso que haber sufrido (ibíd., XIII, 256).

+ Dice la Sabiduría eterna: El sufrimiento es para el mundo una abyección, para mí tiene una inmensa dignidad. El sufrimiento extingue mi cólera y me hace ganar el beneplácito (divino). ...Hace de un hombre terreno un hombre celestial. Le aleja del mundo, y le da firme confianza (en Dios). Hace que disminuya el número de los amigos, pero acrecienta la gracia. ...El sufrimiento mantiene el alma en la humildad y le enseña la paciencia, protege la pureza y trae la corona de la eterna bienaventuranza. No hay hombre que no reciba del sufrimiento algún bien, sea que esté aún en pecado, o bien sea principiante, proficiente o perfecto. ...El sufrimiento borra el pecado, disminuye el purgatorio, rechaza las tentaciones, hace desaparecer las faltas, renueva el espíritu, aporta más confianza, y una conciencia limpia. ...Sufrir con paciencia importa más que resucitar muertos u obrar otros milagros. Es el camino angosto que conduce gloriosamente a la puerta del cielo (ibíd., 257-259).

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Quien deseare más amplio conocimiento sobre la vida y doctrina del Maestro Eckhart, puede ver la obra ECKHART, TAULER Y SEUZE. Vida y doctrina del Maestro y sus dos mejores discípulos, por Brian Farrelly O.P., Edibesa, Madrid, 2000; 358 pp., con bibliografía.