EL NOMBRE DE MONJE VIENE DE "UNIDAD"
Fr. Brian Farrelly, O.P.
Santo Tomás, al tratar del voto solemne de continencia (II-IIae., q. 88, a. 11) afirma en el cuerpo del artículo:
"Dice el Apóstol que el casado está ocupado en las cosas del mundo, en cómo agradar a su mujer, y así está dividido. De allí que el nombre de "monje" se toma de la unidad, por oposición a dicha división".
En un sentido primigenio, monachus, como traducción del original griego, monajós, significa solitario, y se usa para indicar al célibe, que vive solo, sin mujer. Monachus por tanto no dice ante todo unidad, de monás, sino soledad, de mónosis, de monázo, soy solitario.
Los monjes serán monozóntes, es decir, llevarán vida solitaria, y no sólo porque observarán el celibato, sino también porque huirán de la comunicación mundana, buscarán el retiro. Ya en la antigüedad clásica a quienes deseaban consagrarse a la vida contemplativa se les recomendaba llevar una vida "monacal", para concentrarse en un solo acto, tal como lo auspicia Platón (427-347 a.C.) en el último de sus Diálogos (1). Epicteto (50-125 d.C.) quería que el sabio viviese solo, mónos, sin mujer e hijos, para poder concentrarse en su propia interioridad (2). Plotino (m. 270 d.C.) colocaba el ideal de la vida contemplativa en una huida del solo hacia el Solo, mónos prós mónon (3).
En el ambiente judeo-cristiano, Filón de Alejandría (30 a.C.- 40 d. C. aprox.), el Platón judío, refiriéndose a Génesis 2, 18, dirá que Adán antes de la creación de Eva llevaba vida solitaria, monére bion, y era "uno", eis, semejante por su soledad (unicidad), Katá tén mónosin, al mundo y a Dios (4). Describe asimismo la vida de los therapeutoí tu theoú, "servidores de Dios", célibes de vida contemplativa, que vestían de blanco y vivían fuera de las ciudades para disfrutar de la calma, eremía, que se encuentra en el desierto, éremos, pues la vida contemplativa, ó bíos theoreticós, la ha menester para alcanzar el conocimiento de las cosas divinas, supuesta la práctica de una vida moral recta, la ásjesis, que corresponde, ésta, a la vida activa, ó bíos prakticós (5).
Flavio Josefo (37-100 d.C. aprox.) menciona también a los anacoretas esenios, que vivían en cambio en comunidad, entre los que sólo excepcionalmente se encontraban algunos casados (6).
Para Clemente de Alejandría (150-215 aprox.), el celibato es ó monéres bíos (7), la vida solitaria. Según Eusebio de Cesarea (m. 340), Symmaco (mediados del s. II, comienzos del s. III) tradujo el yehîdîm (solitarios) del salmo 68, 7 por monajoús (8).
El Evangelio apócrifo de Tomás (de fines del siglo III) refiere en el lógion 75: "Jesús ha dicho: Hay muchos que estarán junto a la puerta, mas serán sólo los célibes (monajói) quienes entrarán en la cámara nupcial" (9).
La primera vez que se usa la palabra monajós en la hagiografía cristiana para designar al anacoreta que huye del consorcio ciudadano para estar a solas con Dios en el desierto, es en la Vida de Antonio escrita en 357 por san Atanasio (m. 373), al año siguiente de la muerte del santo ermitaño, ya más que centenario (251-356) (10).
El término se aplicó luego de modo general para designar a los que huían del mundo para habitar en un monasterio, monastérion, que originariamente significó lugar de solitarios, mas fue empleado también para indicar a los cenobios pacomianos (11), las lauras palestinense-sirianas (12) y las comunidades monásticas basilianas. Para los cenobios la clausura aseguraba el aislamiento o la soledad que el desierto ofrecía a los ermitaños.
San Basilio (330-379) por su parte aportó a la vida cenobítica de la Capadocia la cultura helénica junto con la reflexión teológica, y el recinto monástico conoció cierta apertura externa para el ejercicio de las obras de misericordia. Para el santo obispo el monje es monótropos, tiene un modo uniforme de vida, porque persigue un único propósito, éna skotón, la gloria de Dios (13).
Evagrio Póntico (m. 399), que conoció el monacato basiliano y peregrinó por muchos centro monásticos hasta radicarse definitivamente el año 382 en el eremitorio de Scete, en el bajo Egipto, designará a la vida monástica más bien como vida unificada, ó monadikós bíos (14), indicando el aspecto de comunidad, y afirmará con su estilo lapidario que el monje es "el que está separado de todo y unido a todos" (synermosménos) (15).
El aspecto celibatario será más bien el puesto en relieve por san Juan Crisóstomo (344-407), pues para él el cristiano en el mundo no tiene otra cosa más que el monje que la cohabitación con una mujer, y está obligado a los mismo deberes que el monje (16); monjes y laicos deben alcanzar la misma cima de perfección (17). Mas en otro lugar dice del monje que es "el que se ha enrolado bajo las órdenes de Cristo, se ha retirado de la agitación del oleaje de la vida y se ha establecido en seguridad sobre las alturas". Y se pregunta: "¿Qué más seguro y más grande que no tener más que un sólo cuidado: el de agradar a Dios?" (18). Considera a los solitarios como las murallas para la ciudad (19).
El pseudo Macario (Macario el Egipcio, de Scete) dirá que:
"el monje debe su nombre en primer lugar al hecho de que vive solo, se abstiene de mujer y ha renunciado al mundo interior y exteriormente [...]; en segundo lugar, porque ora a Dios con oración ininterrumpida, solo delante del verdadero Dios", (20)
tendiendo a un objetivo único, aplicado constantemente al pensamiento de Dios solo (21).
San Jerónimo (345-420) será el primero en latinizar la palabra monajós. Para él, monachus equivale a solus, por oposición al que vive entre las multitudes urbanas (22).
Juan Casiano (360-435 aprox.), que es como el eslabón monástico entre el monacato oriental y el occidental, afirmará en una de sus Conferencias que para el monje
omnis intentio in unum semper est defigenda (23). "Toda intención debe fijarse en un solo objetivo".
A. Guillaumont nota en su estudio sobre los orígenes del monacato cristiano que el monje ha de ser considerado como "un ser destinado a la unidad (24) puesto que todo en su vida ha de orientarse exclusivamente a un solo fin, darse por entero a Dios" (25).
San Agustín (354-430) al comentar el salmo 132 en un sermón al pueblo explica de un modo original el apelativo monástico:
"¿Por qué no nos llamamos monjes, cuando el salmo dice: 'He aquí cuán bueno y cuán gozoso es el habitar los hermanos para ser uno'? Mónos dice uno:y no uno de cualquier modo; pues en una multitud hay uno, mas uno puede decirse con muchos, no así mónos, es decir, solo: mónos es uno solo. Por tanto quienes viven para ser uno, para que formen un solo hombre, para que se cumpla lo escrito, con un alma y un corazón, son muchos cuerpos mas no muchas almas, muchos cuerpos mas no muchos corazones; con razón se dice mónos, es decir uno solo" (26).
El Pseudo Dionisio (fines del s. V, comienzos del s. VI) habla con su lenguaje mistérico de la unificación monástica como del camino para llegar a la unidad deiforme, colocando a los monjes en el orden de los iniciados:
"El orden más alto de todos los iniciados (27) es el santo orden de los monjes, purgado con toda purificación mediante una virtud completa y una perfecta castidad [...] Nuestros divinos preceptores les han juzgado dignos de recibir nombres santos: algunos los llaman servidores (therapeutás), otros monjes (monajoús) a causa del servicio y del culto puro que rinden a Dios y de su vida indivisa y una (amerístou Kái enianías zoes) que los unifica en un recogimiento exclusivo de toda participación para llevarles a la unidad deiforme (theoeidé monáda) y a la perfección del amor divino (filótheu teléiosin)" (28).
San Teodoro Studita (759-826) insiste en poner de relieve el carácter unificador de la vida monástica. En las Pequeñas Catequesis dirá: "Nosotros no tenemos sino un cuidado: el de agradar a Dios" (29).
Unificar la vida en Dios constituye pues la intención principal de la vida monástica; las ocupaciones exteriores, las observancias, no se ordenan a otro fin. Desde la profundidad de la celda interior, su atención responde al clamor del Salmista: Unifica mi corazón (30).
La exigencia del amor del Señor es totalizante. El solo Dios manda que se le ame a El sólo con todo el corazón (31). El espíritu monástico aspira a esa unidad de intención totalizadora, que expresan el cor unum et anima una in Deum agustiniano, el ora et labora benedictino, el cum Deo aut de Deo dominicano, el Deus meus et omnia franciscano, las cinco "nadas" para llegar al "Todo" de la vía carmelitana, en su búsqueda contemplativa. En definitiva, todo cristiano de vida interior tiene algo de monje, tiene sed de aquella unidad por la que rogó Cristo Jesús (32).
Si bien entonces no por su etimología, mas sí por la intencionalidad del solitario, nomen monachi ab unitate suminitur.
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NOTAS
(1) Leyes, lib. III, 965 B. ver A.J. FESTUGIERE O.P., Contemplation et vie contemplative selon Platon, París, pp. 223-225 y 232-234.
(2) Entretiens, ed. SOUILHE, París, 1965, IV, 1. 29.
(3) Enneada VI, 9, 11. éd. BREHIER, E. G., París, 1938, p. 188; frases semejantes encontrarán fácil acogida en los ambientes monásticos, aunque no por preocupación intelectual. A un ermitaño anciano le fue preguntado: ¿Cómo debe ser el monje? a lo que respondió; Según mi parecer, solo con el Solo (cf. I Padri del deserto. Detti, Città Nuova, 1980, p. 380,4)
(4) De opificio mundi 151-153, ed. R. ARNALDEZ, París, 1961, pp. 242-243. El mismo Filón dirá también que el Espíritu de Dios no puede entrar en un alma dividida y multiforme, Quod Deus sit immutabilis, 2, ed. A. MOSES, Pa- rís, 1963, pp. 62-63.
(5) De vita Contemplativa, 24 (cf. De Abrahamo, 85-87). Eusebio de Cesarea (De viribus Illustris, 11) y Casiano (Instit. coenob., 2, 5) considerarán a los Terapeutas como los precursores del monacato cristiano. Mas no se ve ninguna vinculación con los mismos en la vocación de san Antonio ni de san Pacomio.
(6) De bello iudaico, 2, 8, 160.
(7) Stromata III, IX, 67, en ed. STAEHLIN, vol. II, p. 226, 23; y en el vol. III de la misma ed., cf. Stromata VII, XII, p. 51, 5-6.
(8) El texto del salmo se refiere a solitarios porque abandonados, derelictos, a los que reúne el Señor para darles una casa, conforme al texto masorético. Los LXX (en LXX, Ps. 67) habían traducido monótropous, es decir, los de una misma conducta, versión que sigue literalmente la Vulgata, unius moris. Las traducciones modernas vuelven al sentido masorético, así la Nueva Vulgata: Deus qui inhabitare facit desolatos in domo; la Bible de Jér., Dieu donne à l'isolé le séjour dúne maison; Nácar-Colunga, Dios que da casa a los desam- parados; la New English Bible, Cambridge, Go gives the friendless a home; La S. Bibbia, ed CEI, Ai derelitti Dio fa abitare una casa; Die Bibel, Einheitsü- bersertzung, Stuggart, Gott bringt die Verlassenen heim. Muy hermosa es la oración de Esther en la versión de los LXX: Kiryé mon o Basiléus emón, sy eí mónos boethesón moi te móne (en ed. RAHLFS, Esth. 4, 17 l): Señor mío, nuestro Rey tú eres solo (único), socórreme a mí, solitaria (desolada).En la Vulgata: Domine mi, que rex noster est solus, adiuva me solitariam (Est. 14,4).
(9) L'Evangeli selon Thomas, trad. A. GUILLAUMONT, Leiden, 1959, pp. 40-41. Ver también los logía 4, 16, 23 y 49.
(10) Vita Antonii 2; PG 26, 844 A.
(11) Para san Pacomio (m. 349), patriarca de la vida cenobítica, el monje, por su renuncia al mundo y el compromiso de la Koinomía (la vida común), lleva sobre la tierra una vida angelical (bíos angelikós). En los Apophtegmata Patrum se lee que el santo anciano Arsenio recibió una triple respuesta a su insistente preguntar sobre qué debía hacer para salvarse: Huye de los hombres; calla; busca la quietud (esyjía); PG 65, 88 B- 92 A; Vita e detti dei Padri del deserto, Città Nuova, Roma, 1986, Arsenio 1-2.
(12) A veces un núcleo cenobítico se encontraba rodeado por celdas de ermitaños, como sucedía con la laura de Farán, situada a unos diez kilómetros de Jerusalén.
(13) Regulae Fusius Tractatae, 20; PG 31, 973 A.
(14) PG 79, 729 A. A comienzos del siglo V, san Nilo empleará tres términos en un mismo párrafo para designar a la vida anacorética: ó monastikós bíos, ó bíos monadikós, ó monéres bíos (PG 79, 279, par. 9 AB).
(15) De oratione 124, PG 79, 1194 C. Cf. I. HAUSHERR, Les Lecons d'un contemplatif. Le traité de l'Oraison d'Evagre le Pontique, París, 1960, p. 158.
(16) In ep. ad. Haebr., Homil. 7, 4; PG 63, 68.
(17) Adv. oppon. vitae monast., 3. 14; PG 47, 372.
(18) Ad Theodorum lapsum, 2, 5; PG 47, 372. Dice además que "los monjes oran por todos, lo que es el mayor testimonio de su amistad" (In Ioh., Hom. 78,4; PG 59, 426).
(19) In Matt., Hom. 72, 4; PG 58, 672.
(20) Homilías espirituales, Hom. 56, ed. E. MARRIOT, Macarii anecdota, Cambridge, Mass., USA), 1918, p.44.
(21) Cf. AMELINEAU, Vertus de saint Macaire, en Annales du Musée Guimet 25, París, 1894, pp. 170-171.
(22) Ep.14, 6, 1 y Ep. 58, 5, 1, en Corpus Scriptorum Ecclesiaticorum Latinorum, ed. HOELDER, Viena, t. 54, pp. 52 y 533 respectivamente; Ep.125, 8,1, ibíd., t. 56, p. 127. Mas por esta misma época el monacato bizantino se hacía cada vez más urbano; el año 448 había en la sola Constantinopla 23 monasterios de varones (el famoso de Studion es del 463), en 518 habían ascendido a 33, y en 536 a 76.
(23) Conferencia 24, 6.
(27) Los tres órdenes de la iniciación son los catecúmenos, los bautizados y los monjes (Eccl. Hier., VI, I, 1; PG 3, 532 A y 4, 169 B). En el orden perfecto, el de los monjes, estos han hecho en sí la unidad, tetelesméne dé táxis e ton eniáion monajón, EH VI, III, 536 D);cf. R. ROQUES, Eléments pour une théo- logie de l'état monastique selon Denys l'Aréopagite, en Théologie de la vie monastique, Coll. Théologie, 49, Aubier, París, 1961, pp. 283-314)
(28) EH VI, I, 3; PG 3, 532 D-533 A. "Moine signifie seul. On voit que le Pseudo Denys entend moins par là la solitude de l'ermite qu'une unification purement intérierure (M- DE GADILLAC, Oeuvres complètes du Ps-Denys l'Aréopagite, París, Aubier, 1943, p. 308, nota 1). "Le terme monajós, on le sait, est expliciment rattaché à la notion de monade divine, et ce rapprochement fonde certainement, aux yeux de Denys, une vraie doctrine de l'unité intérieure" (RO- QUES, art. cit., p. 306). "Les moines sont marqués par l' un, qui, de ce fait, ont le devoir de s'unir à l' Un (prós tó en... enopoiéisthai), de se rassembler en une sainte monade (prós ierán monáda synágesthai); EH, 1.c., 533D-536 A). "Je pense que le monachisme est, dans son essence, recherche de l'unité, de l'unification, conformément au sens premier du mot monachos: toutes les démarches monastiques fondamentales s'expliquent par là" (GUILLAUMONT, en Aux origines..., p. 82). "Le moine est celui qui veut unifier sa vie, c'est-à-dire qui renonce à tout ce qui ess source de division, de partage, non seulment dans ses activités extérieures, mais aussi -et d'abord- dans sa vie psychique" (ibíd., p.83)
(29) S. Patris nostri et confessoris Theodori, Studitis praepositi, Parva Cathechesi, París, 1891, 131,11. Vuelve sobre el tema en las Grandes Catequesis: "Caminamos juntos, en un solo espíritu, hacia aquello que es nuestro úni- co deseo, la única meta de nuestro impulso: servir al Señor y agradarle" (Grandes Cathequèses, ed. PAPADOPOULOS-KERAMEUS, S. Petersburgo, 1904, 49, 353).
(30) Salmo 86, 11 (H), yajed le babi, masor.; "unite my heart (i.e., concentrate its affections) to fear thy name" (E. ROBINSON-F. BROWN, A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament) (based on the Le xicon of W. GESENIUS, Oxford, Oxf. Univ. Press, 1951, p. 402).
(31) Deut. 32, 39; cf. 4, 29 y 6, 4-6.
(32) Juan 17, 21-22.