RESIGNACIÓN
José María Pemán
Bendito seas Señor
por tu infinita bondad,
porque pones con amor
sobre espinas de dolor
rosas de conformidad.
Que triste es mi caminar,
llevo en mi pecho escondido
un gemido de pesar,
y en mis labios un cantar
para esconder mi gemido.
Mi poesía soñadora
es agua murmuradora
de corriente mansa y grave,
que, al murmurar, no se sabe
si es que canta o que llora.
Y es que temiendo Señor
que este mundo burlador
se burle de mis pesares,
voy ahogando entre cantares
los ayes de mi dolor.
No quiero que en mi cantar
mi pena se transparente
quiero sufrir y callar
no quiero dar a la gente
migajas de mi pesar.
Tú sólo, Dios y Señor,
Tú que por amor me hieres,
Tú que con inmenso amor
pruebas con mayor dolor
a las almas que más quieres.
Tú sólo lo has de saber,
que sólo quiero cantar
mi secreto padecer
a quien lo ha de comprender
y lo puede consolar.
Bendito seas Señor
por tu infinita bondad,
porque pones con amor
sobre espinas de dolor
rosas de conformidad.
Será el dolor que viniera
en buena hora recibido.
Venga pues, lo que Dios quiere.
¿Qué importa verme herido
si es mi Dios el que me hiere?
Yo no me quejo Señor,
yo sé que es gozo el dolor,
si se sufre por amor,
y el padecer es gozar
si se padece de amor.
Sé que para el peregrino
que busca el placer divino
de padecer de amores,
las espinas del camino
se van convirtiendo en flores.
Yo no me quejo Señor,
quiero por amor gozar
la locura del dolor,
quiero hacer mi vida un altar
de un sacrificio de amor.
Vivir sin pena de amores
es triste vivir sombrío,
como el del agua de un río
que, sin árboles ni flores,
va por un camino baldío.
Vivo de falsa alegría
yo no te envidio, que el día
que fuera mi vida así
temblando de horror diría:
"Dios se ha olvidado de mí".
No huyáis penas y dolores
con flaqueza de cobardes,
ni busquéis falsos amores
que mueren como las flores
con el morir de la tarde.
Saber sufrir y tener
el alma recia y curtida
es lo que importa saber,
LA CIENCIA DEL PADECER
ES LA CIENCIA DE LA VIDA.
No hay como saber sufrir
con entereza el dolor,
para saber combatir,
que el dolor es la mejor
enseñanza de la vida.
El ayuda con su mano
las empresas duraderas
del vivir fecundo y sano,
él sabe aventar el grano
la suciedad de las eras,
él nos enseña a tener
siempre el alma apercibida,
y a esperar y a no temer,
y a dar su justo valor
a las cosas de la vida.
Nos enseña a caminar
por la vida y a luchar
con ánimo bien templado
para no desesperar
ni aun esperar demasiado.
Es saludable lección
para las nobles pasiones,
cauterio del corazón
freno de las tentaciones
y escuela de perfección.
Por eso Dios y Señor,
porque por amor me hieres,
porque con inmenso amor
pruebas con mayor dolor
a las almas que más quieres.
Porque sufrir es curar
las llagas del corazón,
porque sé que nos has de dar
consuelo y resignación
a medida del pesar.
Por tu bondad y tu amor
porque lo mandas y quieres,
porque es tuyo mi dolor,
Bendita sea, Señor,
la mano con que me hieres.