SANTA MARÍA MAGDALENA (1)

P. Fr. LATASTE, OP,

 

 

En verdad les digo que en todas partes donde este Evangelio sea proclamado

 se relatará también, en su memoria, lo que ella hizo (Mt. 26, 13).

 

 

Festejábamos la festividad de Sta. Magdalena ayer, permitidme que les hable de ello hoy.

Magdalena es una santa amada por todos.

Los justos encuentran en ella una lección: amó a Dios, quizás más que otro santo sobre la tierra.

Los pecadores, con esta lección, encuentran una esperanza; ella había pecado mucho y todos sus pecados le fueron perdonados; y aunque pecó mucho, obtuvo el Cielo y un lugar en el corazón de Jesús, que no obtuvieron muchas almas que nunca fallaron.

Vamos a meditar juntos algunos instantes, si están de acuerdo, sobre esta esperanza y esta lección.

 

La letanía de los santos pecadores: una fuente de esperanza

Me dirijo en primer lugar a los pecadores. ¿Están aquí? ¡Ay! ¿Y dónde no se encuentran? ¿Y quién no es en cierta manera pecador, o quién no lo ha sido alguna vez? Todos tenemos necesidad de esperanza, tanto más cuando la mayoría de las veces son aquellos que menos han pecado los que son más tentados de desaliento o desesperación. Vengo a decirles: Tranquilícense. Magdalena pecó mucho, quizá más que ustedes y fue perdonada.

Si abro la Santa Escritura, un extraño espectáculo me sorprende y me asombra: es Dios extrayendo el bien del mal, y, sirviéndose muchas veces de instrumentos envilecidos y mancillados, para llegar a sus más grandes fines. S. Pablo ya nos había prevenido, y lo entiendo, que Dios, para manifestar su omnipotencia, emplea los medios más débiles para confundir a los fuertes, y los medios más necios en apariencia para confundir a la aparente Sabiduría de los sabios (2). Lo comprendo; pero Dios, el Dios de toda santidad, sirviéndose, por la salvación del mundo y la santificación de las almas, de los instrumentos a veces los más mancillados: ¡eso es lo que me supera y ante lo cual quedo extasiado!

Y sin embargo, debería asombrarme mucho menos, desde que yo mismo, cargado de ingratitudes y defecciones ante TI, Dios mío, me vi admitido en la categoría de tus apóstoles; desde que mis labios y manos tantas veces mancillados, transformados hoy por tu gracia en labios y manos sacerdotales, se me ha dado el distribuir a las almas santas, almas inocentes y puras, tus amigos, Señor, el pan de la palabra santa y el pan sagrado de la Eucaristía, que yo era indigno de tocar.

Así pues, si abro la Santa Escritura, este gran hecho me sorprende, y lo encuentro en todas las páginas. Aquí veo a la mujer, primera causa de nuestra desobediencia y nuestra caída (3), elevada más tarde al honor de ser madre de Dios; veo figurar entre los sagrados ancestros del Señor a Tamar (4), incestuosa y adúltera a la vez; Rahab, la cortesana, la mujer perdida (5); Ruth la Mohabita, la pagana (6); David adúltero y homicida y aquélla que fue cómplice de su crimen (7). Es posible que el Hijo de Dios no haya desdeñado esos corazones, esas fuentes mancilladas, Aquél que la Iglesia admira porque no desdeñó el seno de una virgen. Non horruisti Virginis uterum (8). "Veo allí a David, después de su pecado, honrado por Dios con una gloria particular; ¿no fue, en efecto, el más grande de los reyes, el más grande de los profetas y el más grande de los santos del Antiguo Testamento? Y el mismo Salvador, el hijo de Dios hecho hombre, ¿no se enorgullecía acaso con el título de hijo y sucesor de David?

En la Nueva Alianza, Pedro negó indignamente a su maestro hasta tres veces con juramentos e imprecaciones (9), y sin embargo ¿no es él el elegido entre todos para ser el jefe y, después de Jesucristo, la piedra angular de la Iglesia naciente, la Iglesia eterna de Cristo? Juan jamás negó a su maestro; jamás falló, jamás lo abandonó; fue el único de todos sus discípulos que lo acompañó hasta el pretorio, al camino de la cruz, al Calvario! ... ¿Por qué no fue elegido en lugar de Pedro? - ¡Misterio! Quizá porque no había fallado. Quizá era más apreciado por el corazón del buen Maestro, pero era demasiado puro para que pueda servir para sus fines y para tomarlo como instrumento.

Pablo, aun joven, ayudó con todo su poder y aplaudió el martirio de San Esteban (10); al volverse grande y fuerte desvastó la Iglesia; lleno de rabia y amenazas contra los discípulos de Jesús, entraba hasta en las casas para apoderarse de ellos, encadenando a hombres y mujeres y arrojándolos a la prisión (11). Y es a él que Jesús eligió con Pedro para ser la segunda columna de su Iglesia.

La Samaritana era una mujer perdida que había tenido siete maridos, todos ilegítimos. El Salvador lo sabía y se lo reprochó. No obstante, es El que viene al encuentro de ella "¡Oh! si conocieras el don de Dios", le dijo con el tono más dulce, me atrevo a decir, con el más afectuoso, y por ella convirtió toda una ciudad (12).

Zaqueo era un publicano, un usurero, un pecador confeso, ni siquiera había osado dirigir la palabra al Salvador, y fue Jesús quien se dirigió a él primero y se invita a su casa. "Zaqueo, le gritó, desciende rápido, porque hoy quiero cenar contigo en tu casa (13)."

El Buen Ladrón había sido malo, cargado de crímenes e infamias de toda clase, y sin embargo fue el primero que Jesús introdujo en el Cielo: "En verdad te digo, hoy mismo estarás conmigo en mi Paraíso (14)."

 

La pecadora, testigo de la resurrección

Y Magdalena (porque es allí donde quiero llegar) Magdalena era una pecadora pública (15), conocida como tal en toda la ciudad, tanto, que cuando ella se acercó a los pies de Jesús durante el festín, todos los asistentes murmuraron y se indignaron dentro de sí mismos, y pensaron: Si este hombre fuera un profeta, sabría bien quién esta mujer que lo toca: es una pecadora, y por tanto no la dejaría acercarse a él.

Y sin embargo, Magdalena fue perdonada. ¿Qué digo perdonada? Fue una de aquéllas, poco comunes, de las que los Evangelios escribieron que Jesús amaba: "Jesús amaba a Marta, a su hermana María y a Lázaro (16)."

No he dicho lo suficiente. La que fuera antes pecadora, esa misma fue amada; mas aún que Marta que no había pecado nunca; Marta que la Iglesia honra entre las Vírgenes.

¿Quieren la prueba? Escuchen. Es el evangelista que habla. Un día (Marta y María). Escuchen más, Lázaro acababa de morir (17). Escuchen más.- Después de su muerte -primera aparición.- El se le apareció primeramente a María Magdalena (18), de todos los discípulos del Salvador, ella fue la primera a quién Jesús se apareció luego de su resurrección.

Y ahora, ¿qué lugar piensan ustedes que Magdalena ocupa en el cielo? No me sorprendería que pudiéramos contemplar un día a la Pecadora arrepentida inmediatamente después de la Virgen inmaculada. Muchas veces he pensado en estas cosas y creo que es así. Permítanme un recuerdo personal donde este pensamiento me fue sugerido.

Relato de la procesión de las reliquias (19) ... y besando esta cabeza otro tiempo envilecida, hoy sagrada, yo me decía: es pues verdad, los más grandes pecadores, las más grandes pecadoras tienen en sí mismos lo que hace a los grandes santos; quién sabe si ellos no llegarán a serlo algún día (20) ...

He aquí la Esperanza. He aquí la lección

 

Ella amó mucho

¿Qué es lo que le ha valido a Magdalena tener tantas gracias, privilegios y favores, que ha merecido su perdón primero, luego esta gloria casi sin igual, en la Iglesia de Dios?

¿Es porque ella se arrepintió? ¿Porque lloró y oró mucho? ¿Es porque para acercarse al Salvador no temió afrontar las humillaciones y los sarcasmos?

¿Es porque todo lo que prodigaba en otro tiempo a sus amores criminales lo consagró para honrar a Jesús, cubriendo sus pies con sus perfumes, sus cabellos, sus besos y sus lágrimas?

No, ¡es porque ella amó mucho!

Estaba allí, a los pies de Jesús, en la casa de Simón el Fariseo, y Simón pensaba para sí: Si este hombre fuera profeta (...) que ella amó mucho. Y dirigiéndose a ella: Ve en paz, todos tus pecados están perdonados (21).

De la misma manera fue con Pedro: "Pedro, ¿me amas?, le dijo el Señor la primera vez que lo vió después de su pecado.- Sí, Señor, bien sabes que te amo (22)..." Y fue ante esta triple declaración que lo hizo jefe de su Iglesia, jefe de las ovejas y los pastores.

Fue lo mismo con S. Pablo: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? - ¿Quién eres, Señor? - Soy Jesús, el que tú persigues, pero te es difícil resistir el aguijón." - ¡Qué tono de amargo y tierno reproche! - Y él temblando todo emocionado: "Señor, qué quieres que haga?" - Se rendía ante tanto amor, y fue sobre esta palabra que Dios lo hizo vaso de elección, y su apóstol para llevar su nombre ante las naciones y los reyes (23).

Y S. Pablo amó tanto a ese Jesús que había perseguido, que no se cansaba de nombrarlo repitiendo su nombre hasta doscientas diez y nueve veces en sus epístolas, y cuatrocientas y una vez el nombre de Cristo. Lo amó tanto que no podía comprender que no se lo amara: "Si alguien no ama a Cristo, que sea anatema" (24)..."

Lo amaba tanto que no podía comprender cómo podría arrancarse del corazón este amor. "Quién me separará (25)..."

Ustedes lo ven, a Pedro, Pablo y Magdalena Dios tanto hizo y perdonó, nada más que porque ellos amaron mucho.

Magdalena lo amó, lo amó mucho; lo amó más que muchos otros; es por eso que El la honró con un amor y una gloria muy particular. Ella amó a Jesús durante toda su vida, lo acompañó a todas partes, brindándole la hospitalidad de su casa, ayudándolo con sus fuerzas; lo amó a la hora de su muerte, acompañándolo ella sola al Calvario; y después de su muerte, permaneciendo sola junto a su tumba, buscándolo, preguntando a todos no solamente a los ángeles, tan preocupada estaba de saber dónde habían colocado a aquél a quien amaba (26).

El arrepentimiento es una gran cosa cuando se ha pecado. El arrepentimiento conduce al perdón. Humillarse es una bella y gran virtud - Aquél que se incline será levantado (27). Prodigar al servicio de Dios todos los dones que se han recibido es hermoso, religioso, excelente, y Dios no puede menos que devolverle al céntuplo. Mortificar su carne y sus sentidos, librar con su naturaleza un combate pertinaz, es noble y valiente, y Dios no puede dejar de dar la palma de la victoria al que haya combatido así, tan valerosamente.

Arrepentimiento, humildad, mortificaciones, buenas obras, todo esto es perfecto, todo muy meritorio y muy agradable al corazón de Dios.

Pero hay otra cosa, vean ustedes, que Dios prefiere y estima por encima de todo, ¡es el Amor!

Diría más: haber preservado su alma y su cuerpo de toda mancha; haber permanecido virgen, virgen de cuerpo y corazón, lo cual es raro, y lo que es más raro aún, virgen de espíritu, quiero decir, sin haber aceptado jamás en su pensamiento o en sus afectos lo que sea contrario a la fe, contrario a la esperanza del cielo, a la amistad y el beneplácito de Dios. Esto es por cierto lo que es admirable e infinitamente placentero al corazón del buen Maestro. Pero hay algo que prefiere a todo esto y sin el cual todo esto es nada - y es la caridad, el amor para con él mismo. "La fe, la Esperanza, la Caridad, grandes virtudes, dice S. Pablo, pero la más grande de todas es la caridad (28)." Sin ella, las otras no son nada, sin la caridad para con Dios, todo el resto no es nada, ni siquiera la caridad para con el prójimo. "Aunque hable el lenguaje de los hombres y de los ángeles, agrega, si no tengo la caridad, no soy más que un bronce resonante, un címbalo que retiñe.- Aunque tenga el espíritu profético, aunque conozca todo misterio toda ciencia, aunque tenga la fe que mueve montañas, si no tengo caridad, no soy nada.- Y aunque distribuya todos mis bienes a los pobres, y entregue mi cuerpo a las llamas para salvar a mis hermanos, si no tengo caridad, todo eso no sirve de nada (29)."

Ser amado, Dios considera esto por encima de todos

 

¡Animo, ustedes han caído!

La palma en el Cielo no será para el alma más humilde ni para la más mortificada, ni la más caritativa, ni siquiera para la más pura - sino para la que más haya amado. Dios no se informará precisamente si ustedes no fallaron nunca, sino si lo aman y si lo aman mucho (30).

El premio de la carrera no es para el que nunca ha caído, sino para el que haya corrido más lejos.

De tal manera que (si no ponen atención, ustedes las que han permanecido puras, trabajando con toda el alma; o ustedes que han fallado) un día veremos a las pecadoras muy alto en el cielo y más cerca de Dios que aquéllas que permanecieron siempre fieles. Sí, esto se vió, esto se verá y esto se ve todos los días. Animo pues, ustedes que han caído, levántense, sacudan sus cadenas, y corran a los brazos del Señor; y ustedes, las que no fallaron, rivalicen con una emulación santa y no se dejen vencer. Un día se asombrarán y dirán al Señor: ¡Cómo Señor!, ¿es posible? Yo te he servido siempre, si no con gran ardor, por lo menos con fidelidad, y, con una recompensa más grande, con más familiaridad, ¡admites almas que en otro tiempo estuvieron mancilladas con crímenes e infamias! - Y el Señor te responderá como a Simón el Fariseo: Hija mía, ¿me has amado mucho? Muchos pecados les han sido perdonados porque ellas han amado mucho. Lo que haya pasado no es nada (31): lo que permanece, eso es todo. Sus pecados son borrados, su amor permanece.- Numerosas gracias les han sido otorgadas, es porque han amado mucho.

Esto es todo ante los ojos de Dios. ¡Ser amado, ser adorado! ¡Sí! Ser creído, obedecido, pero por sobre todo, ser amado.

Es por eso que El nos ha creado, dotados de una inteligencia capaz de reconocer sus beneficios, y con un corazón libre y capaz de amar.

Es por eso que se hizo hombre y vino a la tierra.- "He venido a traer un fuego sobre la tierra, y cómo quisiera (32)..."

Es por eso que sufrió y murió en la cruz-- "Cuando sea elevado sobre la tierra, atraeré todo hacia mí" (33)."

Es por eso que resucitó, para reprochar a los suyos su incredulidad, la dureza de sus corazones(34) y para hacer amigos y testigos allí en Jerusalén, en toda Samaria y en el universo entero.

Es por eso que subió al cielo.- Voy a prepararles un lugar, para que allí donde yo esté, estén ustedes también (35).

Es por eso que ha permanecido y que permanece constantemente junto a nosotros en las especies eucarísticas, proclamando igual que durante toda su vida y como en el libro de la Sabiduría: "Tengo sed; si alguien tiene sed, que venga a mí y que beba. Venid, amigos y embriagaos, bienamados (36)..."

Ser amado, esta es la voluntad suprema de Dios, este es su gran mandamiento que resume todos los otros ... "Amarás al Señor tu Dios (37)."

Si ustedes lo aman, si verdaderamente lo aman, lo tienen todo. Amen, y hagan lo que quieran (38).- La caridad cubre a la multitud de los pecados pasados (39). Pero no es suficiente: el perdón de todos nuestros pecados nos brinda un sinnúmero de singulares gracias e inefables ternuras. Pero no es suficiente: al terminar la vida, aunque hayan sido culpables de los más grandes crímenes, si verdaderamente tienen caridad profunda y perfecta, ni siquiera tendrán que pasar por el Purgatorio. Todo será olvidado, borrado, perdonado; no les restará más que ir a sumergirse al seno de Dios, ese océano de amor, de perfección y de castas e inenarrables gozos (40).

Ustedes lo ven, sean justos o pecadores. Nada es más fácil que ir al cielo. Dios no les pide ser ricos, ni sabios, ni ingeniosos, ni ser admirados o estimados por los hombres. No les pide nada de eso, les pide una sola cosa, ¡que lo amen! ...

¿Es tan difícil amarlo cuando él mismo nos ha amado tanto? ¡Cuando todos los días nos está dando pruebas tan grandes de su amor! ¡aun cuando posee infinitamente todos los medios para hacer un ser amable!

¿Acaso no vemos en el mundo todos los días a hombres que a pesar de sus imperfecciones y miserias, llegan por estos medios a captarse la amistad de otra alma, amándola mucho, o simulando amarla mucho? ¡No tenemos la valentía de amar por mucho tiempo a alguien que nos ama, cuando amar debería ser un deber!

Tan sólo para Dios, carecemos de piedad; para Dios no tenemos delicadeza ni corazón. El amor de Jesucristo nos apremia, decía S. Pablo (41), y nosotros no respondemos. Nosotros nos dejamos amar, cargar, agobiar de favores y de amor, y permanecemos fríos, secos, indiferentes y abandonados, como si no nos importara. Por más que nos ame, creemos estar en paz con él, como si no hiciéramos mal a nadie y tuviéramos el testimonio de ser gente honorable. ¡Ah! gente honorable todo lo que quieran, pero ustedes deben su amor a Dios, y ustedes no se lo dan: ¡cuidado! Toda amistad despreciada tendrá sus represalias. Y hay más. Lejos de confesar humildemente vuestra falta, ustedes se enorgullecen y se tranquilizan dentro de sí y dicen: Dios es justo, no hago mal a nadie; espero que me brindará su cielo. Espero la muerte sin inquietud. ¡No, no! ¡no se fíen de esta falsa seguridad! El Cielo es el Amor de Dios y Dios no da su amor allá arriba a quien no haya amado en la vida. ¡Ah!, gente honorable y mujeres honorables que me escuchan, si no aman a Dios, permitanme decirles que ustedes no tienen nada, y, para servirme de la enérgica expresión de Nuestro Señor mismo, hasta las cortesanas entrarán antes que ustedes al reino del Cielo (42).

Sí, las almas degradadas entrarán antes que ustedes al cielo y, si ustedes entran, tendrán un lugar mejor, con tal que en lo sucesivo sepan, como Magdalena, amar a Dios del mismo modo que antes habían amado a la creatura.

Pero, maldición, mil veces maldición para aquellos que, calculando la inmensa bondad de Jesús, tengan aliento para brindarse al pecado y quieran perseverar en la esperanza de amar algún día y ser perdonadas.- ¡Que lo sepan! El Amor no es un juego. Cuando se ha jugado por largo tiempo, al final se transforma en odio, y no se puede más ni ser amado ni amar. Dios no se deja engañar (43).

Dios mío, haz que te ame; y que el día que dejemos esta vida, los ángeles puedan adelantarse a nuestra alma, y, celebrando la bienvenida, decir como a Magdalena: Muchos pecados le fueron perdonados, porque ella amó mucho (44).

oooooooooooooooooo

NOTAS

(1) Sermón 188 del domingo 23 de julio de 1865 pronunciado en Moulleau. Título del autor; subtítulos del editor.

(2) Ver 1 Co. 1, 18-25.

(3) Ver Gn. 3.

(4) Ver Gn. 38, 6-30.

(5) Ver Jos. 2, 1-21; 6, 22-25.

(6) Ver Ruth.

(7) Ver la historia de David y Betsabé, 2 Sam. 11.

(8) Cita del himno Te Deum.

(9) Ver Mt. 26, 34.75.

(10) Ver Ac. 8, 1.

(11) Ver AC. 8, 3.

(12) Ver Jn. 4, 1-42.

(13) Ver Lc. 19, 1-10.

(14) Ver Lc. 23, 39-43.

(15) Ver Lc. 7, 36-49.

(16) Jn. 11, 5.

(17) Referencia evangélica en estilo telegráfico, que el predicador recordaba de memoria a su audiencia: Jn. 11, 10-44.

(18) Al margen, una cita del responso de la octava lección de los maitines de la festividad de Sta. María Magdalena: "Que maravilloso honor has recibido, María, tú que, la primera entre los mortales ha merecido ver el Hijo resucitando de entre los muertos."

(19) Leímos a continuación del Sermón 95 sobre María Magdalena del primer retiro de Cadillac el relato detallado de esta procesión del traslado de las reliquias a Saint-Maximin el 20 de mayo de 1860.

(20) El abate Laroque, luego de haber predicado en el presidio de Rochefort, escribe: "Hay virtudes en el presidio y en las casas centrales (...). Porque hasta en las conciencias más mancilladas, algo siempre sobrevive protegiendo la dignidad de la criatura y de la misericordia del creador; porque Dios es a la vez demasiado justo y bueno para ratificar las marcas de impenitencia final que nuestro despiadado orgullo otorga con mucha frecuencia; porque solamente Dios finalmente hizo un deber de la esperanza y que solamente el hombre ha podido creer en la realidad de la desesperación" (Le Bagne et les Maisons centrales de force et de correction, París, A. Sirou et Desquers, 1846, p. 84).

(21) Lc. 7, 36-49.

(22) Jn. 21, 15-17.

(23) Ac. 9, 5.15.

(24) 1 Co. 16, 22.

(25) Ver Rm. 8, 35.

(26) Ver Jn. 20, 11-18.

(27) Ver Lc. 14, 11; 18, 14.

(28) 1 Co. 13, 13.

(29) 1 Co. 13, 1-3.

(30) La introducción a los retiros de Cadillac presentaba un extracto de sermón que muestra que desde el comienzo de su prédica, poco después de su ordenación, encontramos en el P. Lataste la preocupación de luchar contra la desesperación de aquellos que se creen condenados.

(31) Una de las primeras formulaciones de un pilar de la vida comunitaria de Betania: la discreción permitiendo que cada uno pueda rehacer su vida, cualquiera ha- ya sido su pasado. El perdón de Dios permite abrir un futuro a aquéllas que se creían definitivamente encerradas en su pasado.

(32) Lc. 12, 49.

(33) Jn. 12, 32.

(34) Ver Mc. 16, 14.

(35) Ver Jn. 14, 2-3.

(36) Se trata en efecto de una compilación de tres citas: Jn.19, 28, Jn. 7, 37 y una paráfrasis de Ct. 5, 1. Cita en latín.

(37) Dt. 6, 5.

(38) Ver S. Agustín, In Ep. Joan., tract. VII, 8 PL, XXXV, 2033.

(39) 1 P 4, 8.

(40) Paráfrasis del Sal. 35, 9.

(41) 2 Cor. 5, 14.

(42) Mt. 21, 31.

(43) Ga. 6, 7.

(44) Lc. 7, 47.