SERMÓN LI[1]

Hec (sic) dicit Dominus: honora patrem tuum etc.

Esta palabra que acabo de pronunciar en latín está escrita en el Evangelio y la dice Nuestro Señor, y en lengua vulgar reza así: «Honrarás a tu padre y a tu madre» (Mateo 15, 4; cfr. Exodo 20, 12). Y Dios, Nuestro Señor, pronuncia otro mandamiento [más]: «No apetezcas los bienes de tu prójimo, ni [su] casa ni [su] finca ni ninguna otra cosa que sea suya» (Cfr. Exodo 20, 17). El tercer pasaje se refiere al pueblo que fue a ver a Moisés diciéndole: «Habla tú con nosotros, porque nosotros no podemos escuchar a Dios» (Cfr. Exodo 20, 18 ss.). Según el cuarto [pasaje], Dios, Nuestro Señor, dijo: «Moisés, debes hacerme un altar de tierra y sobre la tierra, y cuanto se sacrifique en él, lo habrás de quemar todo» (Cfr. Exodo 20, 24). El quinto [pasaje] es [el siguiente]: «Moisés penetró en la niebla» y fue [subiendo] a la montaña; «allí encontró a Dios» y en las tinieblas halló la luz verdadera (Cfr. Exodo 20, 21).

Dice mi señor, San Gregorio[2]: «Donde el cordero se hunde hasta el fondo, ahí nadan el buey o la vaca, y donde nada la vaca, ahí camina adelantándosele el elefante y [el agua] le cubre la cabeza». Esta [afirmación] encierra un significado muy hermoso; de ello se pueden deducir muchas cosas. Dice mi señor, San Agustín[3], que las Escrituras son un mar profundo y el pequeño corderito significa un hombre simple [y] humilde, capaz de escrutar las Escrituras. Por el buey, empero, que nada ahí, entendemos unos hombres de mentalidad burda; cada cual [de ellos] saca de ello lo que le basta. Mas, por el elefante que se adelanta caminando [por el agua] hemos de entender a la gente entendida que escudriña las Escrituras y las recorre caminando[4]. Me maravilla que la Sagrada Escritura sea tan enjundiosa que los maestros[5] digan que es imposible interpretarla según su sentido develado. Y ellos dicen: Si hay en ella una cosa de sentido burdo, hace falta interpretarla; pero, para hacerlo se necesita del símil. Al primero [el agua] le llegó hasta el tobillo, al segundo le llegó hasta la rodilla, al tercero le llegó hasta su cintura, al cuarto le llegó más allá de su cabeza, y él se hundió del todo.

Ahora bien, esto ¿qué significa? Dice San Agustín[6]: Al principio, la Escritura le sonríe a la gente menuda y atrae al niño; pero, al final, cuando uno quiere ahondar en ella, se burla de los sabios; y nadie tiene la mentalidad tan simple, que no encuentre en ella lo adecuado para él, y, por otra parte, nadie es tan sabio que, cuando quiere ahondar en ella, no la halle [cada vez] más profunda y con más cosas [ocultas]. Todo cuanto podemos escuchar aquí [en esta tierra] y todo cuanto saben decirnos, tiene en ella [la Escritura] un segundo sentido oculto. Pues, todo cuanto comprendemos en esta tierra, es tan disímil a lo que es en sí mismo y a lo que es en Dios, como si no existiera.

Ahora volvemos a referirnos a la palabra: «Honrarás a tu padre y a tu madre». En su sentido corriente se refiere al padre y a la madre a quienes se debe honrar; además, a todos cuantos tienen poder espiritual, a ésos se les debe honrar rindiéndoles [honores] algo mayores, así como a aquellos de los cuales tienes todos los bienes perecederos. En este [sentido] se puede [vadear] y [tocar fondo]; sin embargo, es muy poco lo que hemos recibido de ellos. Dijo una mujer: Si hay que honrar a aquellos de quienes se han recibido bienes exteriores, hay que honrar en proporción mucho mayor a aquellos de los que se ha recibido todo. Cuanto allí [en el primer caso] se tiene exteriormente, como multiplicidad, aquí [en el segundo caso] todo es interior y una sola cosa. Ahora ya os daréis cuenta de que este símil corresponde al Padre. Anoche pensé que todos los símiles sólo existen a fin de corresponder al Padre.

De acuerdo con el segundo significado: «Honrarás a tu Padre», es decir, tu Padre celestial del cual recibiste tu ser. ¿Quién honra al Padre? Esto no lo hace nadie fuera del Hijo: Él solo lo honra. Por otra parte, nadie honra tampoco al Hijo sino sólo el Padre. Todo el placer del Padre y sus conversaciones y sus sonrisas son sólo para el Hijo. El Padre no conoce nada fuera del Hijo. Es tan grande el placer que siente en el Hijo, que no necesita nada más que engendrar a su Hijo, porque Éste es una semejanza perfecta y una imagen acabada del Padre.

Nuestros maestros dicen: Todo cuanto se llega a conocer o que nace, es una imagen; y ellos dicen en consecuencia: Si el Padre ha de engendrar a su Hijo unigénito, tiene que engendrar su [propia] imagen como permaneciendo en Él mismo en el fondo. La imagen, ya que ha existido eternamente en Él (forme illius), es su forma que permanece en Él mismo. La naturaleza enseña —y me parece muy justo— que debemos explicar a Dios mediante símiles, ya sea éste, ya sea aquél. Sin embargo, Él no es ni esto ni aquello, y por lo tanto el Padre no se contenta con ello, antes bien, regresa a lo primigenio, a lo más íntimo, al fondo y al núcleo del ser-Padre donde ha estado adentro eternamente en sí mismo, en la paternidad, y donde disfruta de sí mismo, el Padre como Padre, de sí mismo en el Hijo único. Allí, todas las hierbecillas y [la] madera y [las] piedras y todas las cosas son uno. Esto es lo mejor de todo y yo estoy loco por ello. Por eso, todo cuanto la naturaleza es capaz de realizar, lo añade a ello [y] esto va cayendo en la paternidad para que sea uno y que sea un solo Hijo y crezca más allá de todo lo demás y sea del todo uno en la paternidad y, si no puede ser [uno], que sea [por lo menos] [un] signo de lo uno. La naturaleza que es de Dios, no busca nada que se halle fuera de ella; ah sí, la naturaleza que se encuentra dentro de sí misma, no tiene nada que ver con la apariencia [externa], porque la naturaleza que es de Dios, no busca nada que no sea la semejanza con Dios.

Anoche pensé que todo símil no es sino una alquería[7]. Yo no puedo ver ninguna cosa que no se me asemeje, ni puedo conocer cosa alguna que no se me asemeje. Dios abarca en sí todas las cosas de manera secreta, mas no como ésta o aquélla en su diferenciación, sino como [lo] uno en la unidad. El ojo no contiene el color, sino que recibe el color, pero no así el oído. El oído, a su vez, recibe el sonido y la lengua el gusto. Cada uno de todos ellos tiene aquello con que es uno [= perteneciente a la misma especie]. Y lo que nos ocupa, [o sea], la imagen del alma y la imagen de Dios, tiene una sola esencia; allí donde somos hijos. Y aun en el caso de que yo no tuviera ni vista ni oído, tendría, sin embargo, [el] ser. Si alguien me quitara un ojo, con ello no me quitaría ni mi ser ni mi vida, porque la vida reside en el corazón. Si alguien quisiera darme un golpe en el ojo, yo interpondría rápidamente la mano y ésta recibiría el golpe. Pero, si alguien quisiera darme un golpe en el corazón, yo utilizaría todo el cuerpo para proteger este cuerpo. Si alguien quisiera cortarme la cabeza, yo interpondría rápidamente el brazo para conservar mi vida y mi ser.

Ya he dicho frecuentemente que la cáscara debe romperse y tiene que salir a luz lo que está adentro; pues, si quieres tener la nuez, debes romper la cáscara. Y, en consecuencia, si quieres hallar a la naturaleza desnuda, se deben romper todos los símiles, y cuanto más uno penetre adentro, tanto más se acercará a la esencia. Cuando el [alma] halla lo Uno donde todo es uno, entonces persevera [en] lo único. ¿Quién «honra» a Dios?… Aquel que en todas las cosas piensa en la gloria de Dios.

Hace muchos años, yo no existía aún: un poco más tarde mi padre y mi madre comieron carne y pan y verduras que crecían en el jardín, y con ello me hice hombre. En esto, mi padre y mi madre no podían colaborar sino que Dios hizo mi cuerpo sin mediación y creó mi alma de acuerdo con el Altísimo. Ahí llegué a poseer mi vida (possedi me). Este grano tiende a ser centeno; aquél tiene en su naturaleza [la disposición de] hacerse trigo; por eso no descansa hasta obtener justamente esa misma naturaleza. El grano de trigo contiene en su naturaleza [la disposición de] poder ser todas las cosas; por lo tanto paga el precio y se entrega a la muerte para llegar a ser todas las cosas. Y ese metal, que es cobre, tiene en su naturaleza [la disposición de] poder llegar a ser plata, y la plata [a su vez] tiene en su naturaleza [la disposición de] poder llegar a ser oro, por eso no descansa nunca hasta que obtenga justamente esa naturaleza. Ah sí, esta madera tiene en su naturaleza [la disposición de] poder llegar a ser piedra; digo más aún: Hasta será capaz de convertirse en todas las cosas; se entrega al fuego y se deja quemar para ser transformada en la naturaleza del fuego y se hace una con lo uno, y tiene eternamente un solo ser. Ah sí, [la] madera y [la] piedra y [los] huesos y todas las hierbecillas, allí en el comienzo primigenio, fueron todos y cada uno una sola cosa. Si esta naturaleza [terrestre] procede así, ¡qué no hará aquella naturaleza que está toda desnuda en sí misma, que no busca ni esto ni aquello, sino que, por el contrario, crece más allá de todo lo demás y va corriendo hacia la pureza primigenia!

Anoche pensé que hay multitud de cielos. Ahora resulta que hay algunas personas incrédulas que no creen que el pan sobre este altar pueda ser transformado de manera tal que llegue a ser el Cuerpo de Nuestro Señor, [o sea] que Dios sea capaz de hacerlo… ¡Oh, qué gente mala, porque son incapaces de creer que Dios pueda hacer tal cosa! Mas, si Dios le otorgó a la naturaleza la capacidad de llegar a ser todas las cosas, ¡mucho más factible le resulta a Dios que este pan sobre el altar se convierta en su Cuerpo! Y si [hasta] la naturaleza débil consigue hacer un hombre de una hierbecilla, tanto más posible le resulta a Dios convertir el pan en su Cuerpo. ¿Quién «honra» [pues] a Dios?… Aquel que en todas las cosas persigue la honra de Dios. Esta interpretación es todavía más evidente, aun cuando la primera es mejor[8].

El cuarto significado[9]: «Se mantenían alejados y le decían a Moisés: “Moisés, habla tú con nosotros [porque] nosotros no podemos escuchar a Dios”». Es que «estaban alejados» y esto era la cáscara que les impedía escuchar a Dios.

«Moisés penetró en la niebla y fue [subiendo] a la montaña» y entonces vio la luz divina (Cfr. Exodo 20, 21). En verdad, uno encuentra la luz en las tinieblas, por lo tanto, cuando tenemos padecimientos e infortunios, esta luz se halla más cerca de nosotros que nada. Que Dios haga lo mejor o lo peor que pueda: Él tiene que darse a nosotros aunque fuera a través de trabajos e infortunios. Había una mujer santa que tenía muchos hijos a los que querían matar. Entonces se rió y dijo: «No debéis apenaros y tenéis que ser alegres y pensad en Vuestro Padre celestial, porque de mí no habéis recibido nada» (Cfr. 2 Macabeos 7, 20 ss.). [Fue] exactamente como si hubiera querido decir: «Vuestro ser lo tenéis inmediatamente de Dios». Esto encuadra bien en nuestro [contexto]. Nuestro Señor dijo: «Tus tinieblas» —es decir, tu sufrimiento— «serán transformadas en clara luz» (Cfr. Isaías 58, 10). Sin embargo, yo no debo anhelar ni apetecer [el sufrimiento]. En otro lugar dije yo: Las tinieblas ocultas de la luz invisible de la eterna divinidad son desconocidas y nunca serán conocidas. Y «la luz del Padre eterno ha brillado eternamente en estas tinieblas, y estas tinieblas no comprenden a la luz» (Cfr. Juan 1, 5).

Pues bien, que Dios nos ayude para que lleguemos a esta luz eterna. Amén.




[1] Los encabezamientos atribuyen el sermón al «miércoles antes de media cuaresma». Las cinco citas de las Escrituras corresponden a la Epístola y el Evangelio, respectivamente, del miércoles después del tercer domingo de cuaresma. El sermón habría sido dictado en Colonia entre 1322 y 1326 y sería posterior al Sermón XIII.

[2] Gregorius Magnus, Moralia in Iob Ep. c. 4.

[3] Quint (t. II p. 466 n. 2) remite a Ambrosius, Ep. 2 n. 3; y Gregorius M., Hom. in Ezechielem I hom. 6 n. 13, donde el mar se compara con las Escrituras.

[4] Cfr. Quint (t. II p. 465 s. n. 1) donde se explica detalladamente el significado del símil y se dice, con respecto al elefante, «que penetra aún más en el río y al fin se hunde sin llegar a la máxima profundidad del agua».

[5] Cfr. Augustinus, De Genesi ad litteram 1. II c. 5; y Thomas, S. theol. I q. 1 a. 10 ad 3.

[6] Cfr. Augustinus, Confess. I. XII c. 14 n. 17.

[7] «Alquería» o «finca rústica» es la traducción literal. Quint piensa (cfr. t. II p. 471 n. 2) que el significado ha de ser «preforma»; «antecedente».

[8] Eckhart se referiría a lo dicho anteriormente sobre la obligación de honrar al Padre celestial.

[9] Se trata de lo que al principio del sermón se llama «el tercer pasaje».