SERMÓN XLIII[1]
Adolescens, tibi dico: surge.
Se lee en el Evangelio «sobre una viuda que tenía un único hijo que estaba muerto. Entonces se le acercó Nuestro Señor y dijo: “¡Joven, te digo: levántate!” y el joven se incorporó» (Cfr. Lucas 7, 12 ss.).
Por esta «viuda» entendemos el alma. Como estaba muerto el «marido»,
también estaba muerto el «hijo». Por el «hijo» concebimos
[indirectamente] [el] entendimiento que en el alma es el «marido». Como ella
[= la viuda] no vivía con el entendimiento, el «marido» estaba muerto y por
eso era «viuda»[2].
«Junto a la fuente Nuestro Señor le dijo a la mujer: “¡Vete a casa, tráeme
a tu marido!”» (Cfr. Juan 4, 16). Él pensaba: como ella no vivía con el
entendimiento, que es el «marido», por eso no le caía en suerte «el agua
viva» (Cfr. Juan 4, 10) que es el Espíritu Santo; Este se brinda sólo allí
donde se vive con el entendimiento. [El] entendimiento es la parte suprema del
alma donde, junto con los ángeles, tiene una co-existencia y un
estar-comprendido en la naturaleza angelical. A la naturaleza angelical no la
toca tiempo alguno; lo mismo sucede con [el] entendimiento que es el «marido»
dentro del alma; no lo toca tiempo alguno. Si no se vive con el
[entendimiento], muere el «hijo». Por eso, era «viuda». ¿Por qué «viuda»?…
No existe ninguna criatura que no tenga algo bueno y al mismo tiempo algo
defectuoso por lo cual se renuncia a Dios. El defecto de la «viuda» residía
en que tenía muerta la facultad de dar a luz; por eso pereció también el
fruto.
En otro aspecto «viuda» dice lo mismo que una persona que «está
abandonada» (Cfr. 1 Tim. 5, 5), y ha abandonado[3].
Por lo tanto debemos dejar y apartar a todas las criaturas. Dice el profeta:
«La mujer estéril tiene más hijos que la parturienta» (Cfr. Isaías
54, 1). Lo mismo sucede con el alma que da a luz espiritualmente: sus
alumbramientos son mucho más numerosos; da a luz en cualquier momento. El
alma que posee a Dios, es parturienta en todo instante. Dios tiene que hacer
necesariamente todas sus obras. Dios está obrando siempre en un «ahora» en
la eternidad, y su obrar consiste en engendrar a su Hijo; lo engendra en todo
momento. De este nacimiento provinieron todas las cosas y Él se complace
tanto con este nacimiento que consume en él todo su poder. Cuanto más se
conozca todo, tanto más perfecto será el conocimiento; [mas, entonces]
parece como si no fuera nada [lo que se sabe]. Porque Dios engendra a sí
mismo de sí mismo en Él mismo y vuelve a engendrar a sí mismo en sí mismo.
Cuanto mas perfecto es el nacimiento, tanto mayor es la procreación. Digo yo:
Dios es completamente Uno; se conoce sólo a sí mismo. Dios procrea [su ser]
por completo en su Hijo; Dios enuncia todas las cosas en su Hijo. Por ello
dice: «¡Joven, te digo: levántate!»
Dios aplica todo su poder en su nacimiento, y esto es necesario para que
el alma vuelva a Dios. Y de una manera es alarmante [ver] que el alma tan a
menudo deserte de aquello en donde Dios aplica todo su poder; pero esto último
es necesario para que el alma recupere su vida. Dios hace todas las criaturas
con un solo pronunciamiento; pero, para que el alma cobre vida, Dios expresa
todo su poder en su nacimiento. Por otra parte, es consolador que el alma de
esta manera sea traída de vuelta. En el nacimiento cobra vida y Dios hace
nacer a su Hijo en el alma para que ella cobre vida. Dios se pronuncia a sí
mismo en su Hijo. Por el pronunciamiento con el cual se expresa en su Hijo,
por este [mismo] pronunciamiento le habla al interior del alma. Es característico
de todas las criaturas engendrar. Una criatura sin nacimiento, tampoco existiría.
Por eso dice un maestro: Esta es una
señal de que todas las criaturas son expelidas por el nacimiento divino.
¿Por qué dijo «joven»? El alma no tiene nada en donde Dios pueda
hablar fuera del entendimiento. Algunas potencias son tan bajas que Él no
puede hablar en ellas. Es cierto que habla, mas ellas no lo oyen. [La]
voluntad, en cuanto voluntad, no recoge nada en modo alguno. «Marido» no
significa ninguna potencia fuera del entendimiento. [La] voluntad, [en
cambio], sólo se dirige hacia fuera[4].
«Joven». Todas las potencias pertenecientes al alma, no envejecen. Las
potencias pertenecientes al cuerpo, se gastan y disminuyen. Cuanto más
conozca el hombre, tanto más conocerá. Por eso [se dice] «joven». Afirman
los maestros[5]:
Joven es aquello que se halla cerca de su comienzo. En [el] entendimiento
uno es joven por completo: cuanto más uno opere en esta potencia, tanto más
cerca está de su nacimiento. El primer efluvio violento del alma es [el]
entendimiento, luego [sigue la] voluntad, y después todas las demás
potencias.
Él dice, pues: «¡Joven, levántate!» ¿Qué significa: ¡levántate!?…
«¡Levántate» de la obra y «levántate» [colocándote] sobre el alma en sí
misma! Una sola obra que opera Dios a la luz simple del alma[6],
es más hermosa que todo el mundo, y le es más placentera a Dios que todo
cuanto haya obrado jamás en todas las criaturas. Los tontos toman por bueno
lo malo, y por malo lo bueno. Pero, cuando se lo comprende bien, una sola obra
operada por Dios en el alma, es mejor y más noble y más elevada que todo el
mundo.
Por encima de la luz se halla [la] gracia; ésta no entra nunca en [el]
entendimiento ni en [la] voluntad. Si [la] gracia hubiera de entrar en [el]
entendimiento, entonces [el] entendimiento y [la] voluntad tendrían que
llegar más allá de sí mismos. Tal cosa no puede ser, porque la voluntad es
tan noble en sí misma que no se la puede llenar sino con el amor divino. El
amor divino opera obras muy grandes. Mas, por encima hay todavía una parte
que es [el] entendimiento: éste es tan noble en sí mismo que no puede ser
perfeccionado sino por la verdad divina. Por eso dice un maestro[7]:
Hay algo muy secreto que se halla por encima, esto es la cabeza del alma.
Ahí se realiza la verdadera unión entre Dios y el alma. [La] gracia no ha
operado jamás obra alguna, pero sí emana en el ejercicio de una virtud. [La]
gracia no conduce jamas a la unión en una obra. [La] gracia es un in-habitar
y un co-habitar del alma con Dios. Para ello es demasiado bajo todo cuanto
alguna vez se haya llamado obra, ya sea exterior, ya sea interior. Todas las
criaturas buscan algo semejante a Dios; cuanto más bajas son, tanto más
externa es su búsqueda como, por ejemplo, el aire y el agua: éstos se
dispersan. Pero el cielo que es más noble, busca [una semejanza] más cercana
a Dios. El cielo gira continuamente y en su trayectoria trae afuera a todas
las criaturas; en esto se asemeja a Dios, pero no es su intención [hacerlo]
sino [que busca] algo más elevado. Por otra parte: en su trayectoria busca la
quietud. Al cielo nunca se le ocurre obra alguna para servir a una criatura
que se halla por debajo de él. Por este hecho se asemeja más a Dios. Para el
que Dios nazca en su Hijo unigénito, todas las criaturas son insensibles. Sin
embargo, el cielo tiende hacia aquella obra que Dios opera en sí mismo[8].
Si el cielo y otras criaturas más bajas [que el cielo] [ya] proceden así,
[cuánto] más noble es el alma que el cielo.
Dice un maestro: El alma nace
en sí misma y nace fuera de sí misma y vuelve a nacer en sí misma. Es capaz
de [hacer] milagros a su luz natural; es tan vigorosa que puede separar lo que
es uno. [El] fuego y [el] calor son uno. Si este [hecho] es concebido por [el]
entendimiento, él debe separarlo. En Dios [la] sabiduría y [la] bondad son
uno; si [la] sabiduría entra en [el] entendimiento, ella ya no piensa en la
otra [= la bondad]. El alma, de sí misma, da a luz a Dios de Dios en Dios; lo
da a luz bien de sí misma; lo hace porque da a luz a Dios en aquella parte
donde es deiforme: ahí es una imagen de Dios. He dicho también en otras
ocasiones: Una imagen, en cuanto imagen, [y] aquello cuya imagen es, nadie los
puede separar [a uno de otro]. Cuando el alma vive en aquello en que es imagen
de Dios, entonces da a luz; en esto reside la verdadera unión, y todas las
criaturas no la pueden separar. ¡A despecho de Dios mismo, a despecho de los
ángeles y a despecho de las almas y de todas las criaturas, [digo yo] que allí
donde el alma es imagen de Dios, no la podrían separar [de Dios]! Esta es
[la] unión genuina, en ella reside la verdadera bienaventuranza. Algunos maestros
buscan [la] bienaventuranza en [el] entendimiento[9].
Yo digo: [La] bienaventuranza no reside ni en [el] entendimiento ni en [la]
voluntad sino por encima [de ellos]: [la] bienaventuranza reside allí donde
se halla [la] bienaventuranza en cuanto bienaventuranza, [y] no como
entendimiento, y donde Dios se encuentra como Dios y el alma como imagen de
Dios. Hay bienaventuranza allí donde el alma toma a Dios como es Dios. Allí
[el] alma es alma y [la] gracia, gracia y [la] bienaventuranza,
bienaventuranza y Dios, Dios.
Rogamos a Nuestro Señor nos conceda que nos unamos con Él de esta
manera. ¡Que Dios nos asista! Amén.
[1] Una atribución dice: «El Maestro eckard alude aquí con la mujer que era viuda, el alma y por el hijo se refiere al entendimiento y muestra cómo muere el joven y cómo Dios aporta todo su poder para que el joven vuelva a la vida». Un encabezamiento dice: «el segundo sermón sobre el hijo», y otro atribuye el sermón al domingo XVI después de la Trinidad. En el mismo texto bíblico se basan los Sermones XVIII y XLII de esta edición.
[2] Quint explica (t. II p. 317 n. 1): «La frase significa que nosotros implicite junto con el hijo, que como tal necesariamente debe tener un padre, concebimos a este padre como el “marido” del alma. Al hijo lo constituyen […] la voluntad y todas las potencias del alma; son todas una sola cosa dentro de lo más íntimo del entendimiento y como pues, el marido está muerto, también el hijo está muerto y el alma es viuda».
[3] Para la etimología véase Isidorus Hispalensis, Etymologiae IX c. 7 n. 16, donde se dice solamente: «Viuda dicta, quod sola sit», expresión esta que, según Quint (t. II p. 319 n. 1), habría servido de base para la afirmación eckhartiana.
[4] Quint explica (t. II p. 323 n. 3) que «la voluntad no puede aceptar nada desde fuera, sino que única y exclusivamente trae hacia fuera, es decir, que dirige hacia fuera sus impulsos volitivos».
[5]
Cfr. Albertus M., In Matth. c. 6,
9.
[6] La «luz simple» significa lo mismo que la «chispa» o el «fondo del alma».
[7] Cfr. Augustinus, De trin, XIV c. 8 n. 11.
[8] Quint (t. II p. 328 n. 3) ofrece una traducción explicatoria del pasaje que reza así: «Cuando Dios nace en su Hijo unigénito, todas las criaturas son insensibles para ello (es decir: esto no puede caer en suerte a ninguna criatura). Sin embargo, el cielo (en su anhelo de igualarse a Dios) tiende hacia la obra que opera Dios en sí mismo (es decir, el Nacimiento del Hijo)».
[9] Véase especialmente Thomas, S. theol I II q. 3 a. 4.