SERMÓN XLVI[1]
Haec est vita aeterna.
Estas palabras están escritas en el santo Evangelio, y Nuestro Señor
Jesucristo dice: «En esto consiste la vida eterna, en que te conozcan a ti
solo, como Dios verdadero y a tu Hijo Jesucristo, a quien enviaste» (Cfr.
Juan 17, 3).
Ahora ¡prestad atención! Nadie puede conocer al Padre sino su único
Hijo, porque Él mismo dice que: «Nadie conoce al Padre sino su Hijo, y nadie
conoce al Hijo sino su Padre» (Cfr. Mateo 11, 27). Y por ende: si el hombre
ha de conocer a Dios, en lo cual consiste su eterna bienaventuranza, entonces
tiene que ser junto con Cristo un único hijo del Padre; y por eso: si queréis
ser bienaventurados, debéis ser un solo hijo, no muchos hijos sino un solo
hijo. Habéis de ser bien distintos según el nacimiento carnal, mas en el
nacimiento eterno debéis ser uno solo, porque en Dios no hay nada más que un
solo origen natural; y por eso no existe ahí nada más que una sola emanación
natural del Hijo, no dos sino una. Por lo tanto: si habéis de ser un único
hijo, junto con Cristo, debéis constituir una única emanación junto con el
Verbo eterno.
El hombre ¿cómo puede llegar a ser un único hijo del Padre? ¡Observad
lo siguiente! El Verbo eterno no asumió [la naturaleza de] este hombre o aquél,
sino que asumió una naturaleza humana libre [e] indivisa que era pura sin
rasgo [individual]: porque la forma simple de la humanidad carece de rasgos
[individuales]. Y a causa de esto, porque en la asunción la naturaleza humana
fue asumida por el Verbo eterno, simplemente, sin rasgos [individuales], la
imagen del Padre, que es el Hijo eterno, se convirtió en imagen de la
naturaleza humana[2]. Pues, así como es verdad
que Dios se hizo hombre, también es verdad que el hombre se hizo Dios. Y, por
consiguiente, la natura humana está transformada, en cuanto se ha convertido
en la imagen divina, que es [la] imagen del Padre. Entonces: si habéis de ser
un único hijo, debéis desasiros y separaros de todo cuanto provoca
diferenciación en vosotros. Porque el hombre [individual] es un accidente de
la naturaleza [humana], y por lo tanto separaos de todo cuanto es accidente en
vosotros, y consideraos de acuerdo con la naturaleza humana libre [e]
indivisa. Y luego, por cuanto la misma naturaleza —según la cual os
consideráis— se ha convertido en Hijo del Padre eterno, gracias a la asunción
por el Verbo divino, llegaréis [cada uno] a ser hijo del Padre eterno junto
con Cristo ya que os consideráis de acuerdo con la misma naturaleza que allí
[= en Cristo] se hizo Dios. Por eso, cuidaos de [no] consideraros como sois
acaso ese hombre o aquél, sino concebíos de acuerdo con la naturaleza humana
libre [e] indivisa. En consecuencia: si queréis ser un solo hijo, separaos de
cualquier «no», porque el «no» produce diferenciación. ¿Cómo? ¡Fijaos!
Por el hecho de que no seas aquel hombre, el «no» produce una diferenciación
entre tú y aquel hombre. Y por consiguiente: si queréis carecer de
diferenciación, libraos del «no». Porque en el alma hay una potencia
separada del «no», ya que no tiene nada en común con cosa alguna; porque en
esta potencia no hay nada fuera de Dios solo: Él arroja, desnudo, su luz en
esta potencia.
Mirad, el hombre que de esta manera es un solo hijo, recoge [el]
movimiento y [el] efecto y todo cuanto toma… lo recoge todo en lo suyo
propio. Pues, el que el Hijo del Padre, según la eternidad, sea Hijo, lo es a
partir del Padre. Mas, cuanto tiene, lo tiene en Él mismo, porque es uno con
el Padre, según [el] ser y [la] naturaleza[3].
Por eso tiene [el] ser y [la] esencia totalmente en sí mismo y por ende dice:
«Padre, así como yo y tú somos uno, así quiero que ellos sean uno» (Cfr.
Juan 17, 11 y 21). Y del mismo modo que el Hijo es uno con el Padre, según
[el] ser y [la] naturaleza, así eres tú uno con Él según [el] ser y [la]
naturaleza, y lo posees todo en tu fuero íntimo como el Padre lo tiene en Él;
no lo tienes como préstamo de Dios, porque Dios es tuyo. Y por consiguiente:
todo cuanto tomas, lo tomas de lo tuyo; y las obras que no tomas dentro de lo
tuyo, esas obras están todas muertas ante Dios. Son esas las obras que haces
movido por causas ajenas, fuera de ti, ya que no provienen de la vida; por eso
están muertas; porque vive aquella cosa que recoge el movimiento en lo suyo
propio. Y por lo tanto: si las obras del ser humano han de vivir, deben ser
tomadas de lo suyo propio [y] no de cosas ajenas, ni fuera de él, sino dentro
de él.
¡Ahora prestad atención! Si amáis a la justicia, por cuanto [la]
justicia se halla sobre ti o en ti, no amáis a la justicia en cuanto es la
justicia, y así no la tomáis ni la amáis tal como es en su simpleza,
sino que la tomáis como dividida. Como Dios es, pues, la
justicia, no lo tomáis ni lo amáis de acuerdo con el hecho de que es
simple. Y por ello, tomad la justicia en cuanto es [la]
justicia, porque entonces la tomáis según ella es Dios. Y, por lo tanto:
donde opera la justicia, ahí operáis vosotros porque entonces ejercéis [la]
justicia en todo momento. Ah sí, y aunque el infierno se hallara en el camino
de la justicia, vosotros ejerceríais la justicia y aquél no constituiría
para vosotros ninguna pena, os redundaría en alegría ya que vosotros mismos
seríais la justicia; y en consecuencia debéis ejercer la justicia. Pues, en
la medida en que alguna cosa asciende dentro de la comunidad, en esta misma
medida es uno con la simpleza de esa comunidad[4] y es [proporcionalmente] más
simple.
Que Dios nos ayude a [obtener] esta simpleza de la verdad. Amén.
[1] Atribución: «fray Eghard». Uno de los encabezamientos dice: «en la Vigilia del Domingo de Ramos». El texto bíblico en el cual se basa el sermón, figura en el antiguo misal de los dominicos tanto para el Evangelio del sábado después del Domingo de Pasión como para el Evangelio de la Vigilia de la Ascensión de Cristo. Constituye también la base de los sermones LIV a (véase la traducción al castellano) y LIV b.
[2] Quint (t. II p. 380 n. 1) cita a E. von Bracken (Meister E. und Fichte, 1943, p. 73.) quien expone que en este caso «imágenes» (bilde) significa las representaciones individuales que representan el hic et hoc de los individuos, mientras Eckhart en otros innumerables pasajes traduce ratio = «idea» con «bilde».
[3] Véase la explicación de Quint (t. II p. 384 n. 1): «El sentido […] es que el Hijo, como nacido sin cesar del Padre, posee su ser-Hijo a partir del Padre, pero que tiene su ser-propio en sí mismo como uno con el Padre según el ser y la naturaleza».
[4] Quint indica (t. II p. 386 n. 1) que la palabra «gemeinheit» = «comunidad» no aparece en la obra alemana de Eckhart fuera de las dos veces en este contexto.