SERMÓN XXXIV[1]

Gaudete in domino, iterum gaudete etc.

San Pablo dice: «Alegraos todo el tiempo en el Señor y no os preocupéis más; el Señor está cerca; que vuestros pensamientos sean conocidos ante Dios con agradecimiento y súplicas» (Cfr. Fil. 4, 4 ss.).

Ahora bien, él dice: «¡Alegraos!»Jerónimo dice: Nadie puede recibir de Dios saber, sabiduría y alegría sin ser un hombre bueno. Quien no ha cambiado su conducta anterior, no es un hombre bueno; no puede recibir de Dios saber, sabiduría y alegría… Él dice, pues: «¡Alegraos en el Señor!» No dijo: en Nuestro Señor, sino: «en el Señor». Ya he dicho varias veces que el poderío de Dios no consiste sólo en que es el Señor de todas las criaturas; antes bien, su poder consiste en que podría crear mil mundos en tanto que Él seguiría flotando por encima de ellos en su esencia pura: en esto reside su poder.

Pues bien, él dice: «¡Alegraos en el Señor!» Ahí distinguimos dos palabritas[2]. La primera dice que uno ha de mantenerse continuamente «en el Señor» sin buscar fuera de Él nada que sea conocimiento y placer. Sólo entonces uno se alegra en el Señor. La otra palabrita es: «¡Alegraos en el Señor!», en su intimidad más honda y en su ser primario del cual reciben todas las cosas, mas Él no [recibe] de nadie… Ahora dice: «¡Alegraos en el Señor todo el tiempo!» Los maestros señalan que dos horas no pueden ser simultáneas, ni tampoco dos días. San Agustín dice[3]: Se alegra todo el tiempo quien se alegra sin tiempo, y él [San Pablo] dice: «¡Alegraos todo el tiempo!»; esto quiere decir: por encima del tiempo; y «¡No os preocupéis más: el Señor está acá y cerca!» El alma que ha de alegrarse en el Señor, debe abstenerse, necesariamente, de cualquier preocupación, por lo menos en el momento en que se entrega a Dios. Por eso dice: «¡No os preocupéis; el Señor está acá, cerca de vosotros!». Esto quiere decir, en nuestro fondo más íntimo, siempre y cuando Él nos encuentre en casa y el alma no haya salido de paseo con los cinco sentidos. El alma debe estar recogida en su fondo más íntimo y en su punto más elevado y puro, permaneciendo siempre adentro sin mirar hacia fuera; entonces «Dios está acá y Dios está cerca».

El otro enunciado reza: «El Señor está acá». Él está consigo mismo[4] y no se aleja. Ahora bien, dice David: «¡Señor, alegra a mi alma porque la he elevado hacia ti!» (Salmo 85, 4). El alma se debe elevar por encima de sí misma con toda su fuerza y ha de ser llevada por encima del tiempo y del espacio hacia la vastedad y la extensión, allí donde Dios está consigo y cerca de sí mismo y no se aleja ni toca nada ajeno. Dice Jerónimo: Tan [im]posible como es que una piedra tenga sabiduría angelical, tan [im]posible es que Dios se dirija alguna vez al tiempo o a las cosas temporales. Por eso dice: «El Señor está acá cerca». David afirma: «Dios está cerca de todos cuantos lo alaban y lo enuncian y lo nombran haciéndolo en la verdad» (Cfr. Salmo 144, 18). Paso por alto el modo cómo se lo alaba y enuncia y nombra; [me refiero] más bien a que él dice: «en la verdad». ¿Qué es [la] verdad? Sólo el Hijo es la Verdad y no [lo son] ni el Padre ni el Espíritu Santo, excepto en cuanto son una sola Verdad en su esencia[5]. Es verdad cuando revelo lo que llevo en mi corazón y lo pronuncio con la boca, tal cual lo albergo en mi corazón, sin hipocresía ni ocultamiento. Tal revelación es [la] verdad. Por eso, el Hijo solo es la Verdad. Todo cuanto el Padre tiene y puede realizar, lo dice íntegramente en su Hijo. Esta revelación y este efecto son verdad. Por eso dice [David]: «en la verdad».

Ahora bien, dice San Pablo: «¡Alegraos en el Señor!» y luego agrega: «¡Que vuestros pensamientos sean conocidos ante Dios!», esto quiere decir: en esta Verdad [Verdad=Hijo] cerca del Padre. La fe queda pegada a la luz del entendimiento, la esperanza a la fuerza esforzada que tiende todo el tiempo hacia lo más elevado y lo más acendrado: [o sea] la Verdad. He dicho algunas veces —¡y, por favor, fijaos en la palabra!— que esta fuerza está tan libre y tan empeñada en elevarse que no sufre ninguna coacción. El fuego del amor permanece dentro de la voluntad.

Él dice, pues: «¡que vuestros pensamientos» y todas las potencias «sean conocidos ante el Señor con agradecimiento o súplicas!» Si el hombre no tuviera otro trato con Dios fuera de estar agradecido, sería suficiente.

Que Dios nos ayude para que nos alegremos eternamente en el Señor y cerca del Señor en la Verdad y para que nuestros pensamientos sean conocidos por Él y nosotros le estemos agradecidos por todo lo bueno, y para que seamos bienaventurados en Él. Amén.


 



[1] Atribución: «S’<er>mo m<agist>ti Ekhardi». Según varios encabezamientos el texto corresponde a la Epístola del cuarto domingo de Adviento; ahí se encuentra en la Epístola del antiguo misal de los dominicos.

[2] «Palabritas» equivale, según recalca Quint (t. II p. 161 n. 3) a los dos significados de la cita anterior.

[3] Quint cita como parecido a «esta supuesta cita», Augustinus, Confess. XI c. 13 n. 16.

[4] Juego de palabras que no parece imitable: «“der herre ist bî”. Er ist bî im selben».

[5] Quint (t. II p. 166 n. 3) explica esta frase, diciendo que «sólo el Hijo como Verbo del Padre es la revelación verídica de la esencia del Padre, tal como la palabra pronunciada por la boca es verdad cuando revela sin hipocresía ni encubrimiento aquello que albergo en mi corazón».