SERMÓN XXXV[1]
Si consurrexistis cum Christo, quae sursum sunt etc.
Dice San Pablo: «Si habéis
resucitado con Cristo, buscad las cosas que están arriba, allí donde Cristo
está sentado a la diestra de su Padre, y gustad de las cosas que están
arriba y no permitáis que os gusten las cosas que se hallan en la tierra»
(Colos. 3, 1 s). Luego pronuncia otra palabra: «Estáis muertos y vuestra
vida está oculta junto con Cristo en Dios» en el cielo (Colos. 3, 3). En
tercer [lugar], las mujeres buscaban a Nuestro Señor en la tumba. Entonces,
encontraron a un ángel «cuyo semblante era como un relámpago y su vestidura
[era] blanca como la nieve y él dijo a las mujeres: “¿A quién buscáis?
¿Buscáis a Jesús que ha sido crucificado?… no está aquí”» (Cfr.
Mateo 28, 1 Ss. y Lucas 24, 5 s.). Porque Dios no está en ninguna parte. De
lo ínfimo de Dios todas las criaturas están repletas, y su grandeza no se
encuentra en ninguna parte. Ellas no le contestaron, pues cuando no hallaron a
Dios, el ángel les disgustó. Dios no se halla ni acá ni allá ni en [el]
tiempo ni en [el] espacio.
Ahora bien, San Pablo dice: «Si
habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas que están arriba». Con
respecto a la primera palabra [=habéis resucitado] piensa en dos
significados. Alguna gente resucita a medias, se ejercita en una virtud y no
en otra. Hay otros, poco nobles por naturaleza, que están ansiosos por las
riquezas. Otros son más nobles por naturaleza y no se fijan en los bienes,
pero quieren obtener honores. Dice un maestro[2]
que todas las virtudes necesariamente se dan en estrecha unión. Si bien
sucede que un hombre esté más dispuesto a ejercitarse en una virtud que en las otras, todas están unidas, necesariamente,
como una sola cosa. Ciertas personas resucitan del todo, mas no resucitan con
Cristo. Por eso, todo cuanto es propio de uno, tiene que resucitar por
completo. Por otra parte, se hallan algunas personas que resucitan del
todo con Cristo; pero quien haya de experimentar un verdadero renacimiento
con Cristo, tendrá que ser muy sabio. Los maestros
dicen que es verdadera la resurrección cuando una persona ya no muere más.
En ninguna parte existe una virtud tan grande como para que no se encuentre
alguna gente que la haya puesto en práctica con fuerza natural, porque a
menudo la fuerza natural opera signos maravillosos y milagros. Si se han visto
también en los paganos todas las obras exteriores que alguna vez se han
comprobado en los santos. Por eso dice [San Pablo]: Debéis resucitar con
Cristo porque Él se halla arriba, adonde no puede llegar ninguna naturaleza.
Aquello que es nuestro, debe resucitar por completo.
Existen tres señales [para ver] si resucitamos por completo. La
primera: si buscamos «las cosas que están arriba». La segunda: si nos
gustan «las cosas que están arriba». La tercera: si no nos gustan «las
cosas que están en la tierra». Ahora bien, San Pablo
dice: «Buscad las cosas que están arriba». Pues ¿dónde y de qué
modo? El rey David dice: «Buscad el
rostro de Dios» (Salmo 104,4). Aquello que ha de existir [junto] con muchas
cosas, necesariamente debe hallarse arriba. Aquello que produce el fuego,
tiene que estar, necesariamente, por encima de lo [que enciende], como el
cielo y el sol. Nuestros más insignes maestros
opinan[3]
que el cielo es el lugar de todas las cosas y, sin embargo, [él mismo] no
tiene lugar, ningún lugar natural, y da lugar a todas las cosas. Mi alma es
indivisa y, no obstante, se encuentra del todo en cada uno de los miembros.
Donde ve mi ojo, no oye mi oído; donde oye mi oído, no ve mi ojo. Lo que yo
veo u oigo físicamente, se me infunde espiritualmente. Mi ojo recibe el color
con la luz; pero éste no entra en el alma porque aquello [=que entra en el
alma] es una reducción [del color]. Todo cuanto reciben los sentidos
exteriores, para que sea introducido espiritualmente, viene de arriba, de
parte del ángel: éste lo estampa en la parte superior del alma. Ahora bien,
nuestros maestros afirman[4]:
Aquello que se halla arriba, ordena y ubica lo inferior. Santiago dice al respecto: «Todos los dones buenos y perfectos
descienden desde arriba» (Santiago 1, 17). La señal de que alguien ha
resucitado por completo con Cristo, consiste en que busca a Dios por encima
del tiempo. Busca a Dios por encima del tiempo quien busca sin tiempo.
Ahora dice él [San Pablo]: «Buscad las cosas que están arriba». ¿Dónde
se busca? «Allí donde Cristo está sentado a la diestra de su Padre». ¿Dónde
está sentado Cristo? No está sentado en ninguna parte. Quien lo busca en algún
lugar, no lo encuentra. Su parte menor se halla por doquier, su parte superior
no está en ningún lugar. Dice un maestro:
Quien conoce alguna cosa, no conoce a Dios. «Cristo» significa lo mismo
que un «ungido»[5] que está ungido con el
Espíritu Santo. Los maestros dicen[6]:
El estar sentado significa lo mismo que tranquilidad, e implica: allí donde
no hay tiempo. Aquello que da vueltas y cambia, no tiene tranquilidad; en
segundo término: la tranquilidad no agrega nada. Nuestro Señor dice: «Yo
soy Dios y no cambio» (Malaquías 3, 6).
Cristo está sentado a la diestra de su Padre. El mayor bien que puede
ofrecer Dios, lo constituye su mano derecha. Cristo dice: «Yo soy una puerta»
(Juan 10, 9). El primer efluvio violento y el primer derretimiento, allí
donde Dios se derrite [sucede] donde se derrite en su Hijo y allí, Éste
vuelve a derretirse en el Padre. Yo dije un buen día que la puerta es el Espíritu
Santo: a través de ella se derrite en [su] bondad en todas las criaturas.
Donde hay un hombre natural, éste comienza a obrar con «la mano derecha».
Dice un maestro[7]
que el cielo recibe inmediatamente de Dios. Otro maestro dice[8]
que no es así: porque Dios es un espíritu y una luz acendrada; por eso,
aquello que ha de recibir inmediatamente de Dios, ha de ser, con necesidad, un
espíritu y una luz acendrada. Dice un maestro[9]:
Es imposible que alguna cosa corpórea sea susceptible del primer efluvio
violento allí donde emana Dios, si no es una luz o un espíritu acendrado. El
cielo se halla por encima del tiempo y es la causa del tiempo. Un maestro
dice[10]
que el cielo, en su naturaleza, es tan noble que no puede degradarse a ser la
causa del tiempo. En su naturaleza no puede ser causa del tiempo; [pero], en
su trayectoria es la causa del tiempo, es decir, en la deserción [de la
naturaleza] del cielo, [mas] él mismo es atemporal. Mi color no es mi
naturaleza, antes bien, es una deserción de mi naturaleza, y nuestra alma se
halla muy por encima y «está oculta en Dios». Entonces no digo solamente:
por encima del tiempo, sino «oculta en Dios». ¿Es esto lo que significa el
cielo? Todo cuanto es corpóreo es una deserción y un azar y un rebajamiento.
El rey David dice: «Ante la vista
de Dios, mil años son como un día que ha pasado» (Salmo 89, 4); porque todo
cuanto es futuro y cuanto ha pasado se halla todo allá en un solo «ahora».
Que Dios nos ayude para que lleguemos a ese «ahora». Amén.
[1] Atribuciones: «S’<ermo> m<agist>ri eghardi». Según los encabezamientos correspondería «al santo Día de Pascua de Resurrección». Los textos fueron tomados de la Epístola de la Vigilia de Pascua de Resurrección. El editor considera posible que el texto sea incompleto.
[2]
Cfr. Thomas, S. theol. III q. 65 a. 1.
[3] Se remite a Bonaventura, Sent. II d. 2 p. 2 a. 2 q. 1; y Albertus Magnus, Phys. IV tr. 1 c. 13.
[4]
Cfr. Thomas, S. theol. II II q. 185 a. 3 ad 3.
[5] Se remite a Hieronymus, Liber interpret. Hebr. nom. El maestro sería Dionisio Areopagita.
[6]
Se remite a Aristóteles, Phys. VII
t. 20.; y Thomas, S. theol I q. 10
a.4 ad 3.
[7] Cfr. Albertus M., De div. nom. c. 4 n. 46.
[8] Cfr. Albertus Magnus, Summa de creaturis III q. 16.
[9] Cfr. Moses Maimonides, Dux neutrorum III c. 52.
[10] Véase, también para lo que sigue hasta «la deserción del cielo», Augustinus, Confess. 1. XII 9, 9; y Thomas, De potentia q. 5 a. 4 ad 1.